domingo, 16 de noviembre de 2014


J. M. Mulet
COMER SIN MIEDO
Barcelona, 2014, Destino.


 
“Si nos fijamos en las listas de libros más vendidos, encontraremos que en el apartado de no ficción suelen predominar los libros de cocina y los de dietas de adelgazamiento…, lo que viene a ser como si nos ofrecieran cocaína para ponernos alegres y Valium para dejarnos tranquilitos a la vez.” (p. 17)

“Los insectos forman parte de algunas tradiciones alimentarias en México o en determinadas zonas de Asia. En cambio, a la mayoría de los europeos nos dan asco. Las dietas que incluyen insectos son propias de países con climas muy cálidos. Para empezar, en los climas tropicales solo con escarbar en la raíz de una planta tienes suficientes insectos para comer, sobre todo larvas. En climas más templados o fríos te sale más a cuenta cazar un ciervo o criar una gallina que ir todo el día buscando insectos. Probablemente este sea el origen antropológico de la diferencia.” (p. 41)

“Parece que en toda la historia de la humanidad no ha habido ningún caso de abuela que cocinara mal. Además, esto debe de ser algún efecto genético que los científicos todavía no han descifrado. Hay madres que pueden preparar mejunjes infumables que nos obligan a comer como lentejas o espinacas, pero en el momento en que esa madre es abuela es como si del cielo bajara una lengua de fuego pentecostal y le regalara un título de máster chef por ciencia infusa.” (p. 47) 

   
“Agricultura y ecología son dos términos antagónicos por definición, como una película de David Lynch entendible, un político español honrado o un divorcio amistoso.” (p. 75)

“Si vamos a Europa, el principal productor de agricultura ecológica es el príncipe Carlos de Inglaterra. Si alguien tiene la imagen de que la agricultura ecológica es el abuelo con la azada y el gorro de paja, que se la quite de la cabeza, porque no me lo veo con Camila cavando surcos y el nieto jugando al lado. Aunque, eso sí, va dando conferencias sobre el decrecimiento y diciendo que tenemos que vivir con menos. Él solo tiene tres o cuatro residencias oficiales, tipo Balmoral, Windsor o Buckingham. Todo un ejemplo a seguir.” (pp. 99-100).


“Esta leyenda urbana tiene un origen histórico. Durante la batalla de Inglaterra, en la segunda guerra mundial, los alemanes se dieron cuenta de que sus bombarderos caían abatidos por los cazas de la RAF a pesar de que los ataques se hacían de noche, con el fin específico de evitar el riesgo. Los espías alemanes descubrieron que el alto mando había dado orden de alimentar a los aviadores a base de zanahorias para aumentar su visión nocturna y así poder hacer frente a los bombarderos. Bueno, realmente esa información la hizo circular el alto mando británico, de forma interesada, para despistar a los alemanes (que picaron el anzuelo y se lo tragaron con caña y pescador). Lo que no querían los británicos que supieran los alemanes es que habían desarrollado el radar, y ese era el secreto del éxito de la RAF que impedía los bombardeos nocturnos. No obstante, todavía se sigue oyendo que comer muchas zanahorias mejora la visión nocturna. No es cierto; fue un ardid de la inteligencia británica.” (p. 241)

“La falta de información en temas de alimentación y la proliferación de leyendas urbanas da lugar a paradojas como preocuparnos por si el vino tiene sulfitos, pero no por los catorce grados de alcohol, que es lo peligroso. No queremos que las salchichas tengan nitritos, pero no decimos nada de las grasas saturadas o de los azúcares añadidos (aunque vayan etiquetados como almidón, dextrosa o jarabe de maíz).” (p. 254)