domingo, 30 de noviembre de 2014

Ibn Hazm de Córdoba (994-1063)
EL COLLAR DE LA PALOMA
Madrid, 2005, Alianza Editorial.


 
“Suponer que un fenómeno tan humano como es amar ha existido siempre, y siempre con idéntico perfil, es creer erróneamente que el hombre posee, como el mineral, el vegetal y el animal, una naturaleza preestablecida y fija, e ignorar que todo en él es histórico. Todo, inclusive lo que en él pertenece efectivamente a la naturaleza, como son sus llamados instintos.” (p. 18)

“El amor es, como antes insinué, una institución, invento y disciplina humanas, no un primo de la digestión o de la hiperclorhidria.” (p. 21)
[Ambos textos pertenecen al prólogo de Ortega y Gasset que acompaña a la obra. La cursiva es de la propia cita.]

“Esto es particularmente verdad en España. Sus habitantes sienten envidia por el sabio que entre ellos surge y alcanza maestría en su arte; tienen en poco lo mucho que pueda hacer, rebajan sus aciertos y se ensañan, en cambio, con sus caídas y tropiezos, sobre todo mientras vive, y con doble animosidad que en cualquier otro país.” (p. 45)
[La cita de Ibn Hazm aparece en la introducción de Emilio García Gómez.]

“Si la causa del amor fuese no más que la belleza de la figura corporal, fuerza sería conceder que el que tuviera cualquier tacha en su figura no sería amado, y, por el contrario, a menudo vemos que hay quien prefiere alguien de inferior belleza con respecto a otros cuya superioridad reconoce, y que, sin embargo, no puede apartar de él su corazón. Y si dicha causa consistiese en la conformidad de los caracteres, no amaría el hombre a quién no le es propicio ni con él se concierta. Reconocemos, por tanto, que el amor es algo que radica en la misma esencia del alma. 

    El amor, no obstante, tiene a menudo una causa determinada y desaparece cuando esta causa se extingue, pues quien te ama por algo te desama si ese algo se acaba.” (p. 104)

“Me la afean porque tiene rubio el cabello,
y yo les digo: «Ésa es su belleza, a mi juicio.
Yerran quienes vituperan el color de la luz y del oro,
por una necia opinión, del todo falsa.” (p. 139)


“Precisamente, el mérito de la vista consiste en que su esencia es la más alta de todas y la de más subida condición, por cuanto forma parte de la esfera de la luz. Los colores no se perciben sino por ella. Además, nada hay que llegue más lejos ni tenga más remoto alcance, puesto que por ella se perciben los cuerpos de las estrellas, que están en las lejanas esferas del firmamento, y por ella ves los cielos, a pesar de su inmensa alteza y distancia; todo lo cual no obedece sino a su afinidad con ese celeste espejo en cuanto a sus características congénitas.
    El ojo, además, percibe todas estas cosas y llega a ellas instantáneamente, sin etapas ni detención en determinados lugares, ni transmisión de movimientos, lo cual no sucede con ninguno de los otros sentidos, como el gusto y el tacto, que no perciben sino por contacto, o el oído y el olfato, que no perciben sino por aproximación. La prueba de lo que hemos dicho sobre la percepción instantánea de la vista es que tú ves al que emite la voz antes de oír la voz, aunque intentes percibir ambas cosas simultáneamente. Si la percepción de ambos fenómenos fuera simultánea, no se adelantaría la vista al oído.” (p. 145)

“No esperes nada de un inconstante.
Con el inconstante no se puede contar.
Deja el amor del inconstante:
es un préstamo que hay que devolver.” (p. 211)

“Las obras de los hombres nos hablan de su naturaleza.
Conocer la esencia de una cosa te releva de seguirle el rastro.” (p. 216)