lunes, 6 de abril de 2015

James D. Watson
LA DOBLE HÉLICE
Madrid, 2007, Alianza Editorial.
 
 
“Por supuesto, había científicos que pensaban que las pruebas en favor del ADN no eran concluyentes y preferían creer que los genes eran moléculas de proteínas. Pero a Francis [se refiere a Francis Crick, codescubridor con Watson de la estructura molecular del ADN.] no le preocupaban esos escépticos. Muchos de ellos eran bobos cascarrabias que se equivocaban sistemáticamente. No era posible triunfar en la ciencia sin ser consciente de que, en contra de la opinión popular que defendían los periódicos y las madres de científicos, un número considerable de investigadores eran no sólo intolerantes y aburridos, sino decididamente estúpidos.” (p. 34)

“En Inglaterra, si no en todas partes, casi todos los botánicos y zoólogos eran una gente confusa. Para muchos de ellos, ni siquiera la posesión de cátedras universitarias aseguraba su dedicación a la pura ciencia; algunos malgastaban sus esfuerzos en inútiles polémicas sobre el origen de la vida o la forma de saber que un dato científico era correcto. Lo peor era que se podía obtener un título universitario de biología sin saber nada de genética. Y no es que los genetistas suministraran tampoco ninguna ayuda intelectual. Habría sido lógico que, con toda su palabrería sobre los genes, les hubiera interesado saber qué eran. Pero casi ninguno de ellos parecía tomarse en serio las pruebas de que los genes estaban formados por ADN. Éste era un dato innecesariamente químico. Lo que la mayoría de ellos pretendían en la vida era sumergir a sus alumnos en detalles incomprensibles del comportamiento de los cromosomas o suministrar especulaciones confusas pero elegantemente expresadas sobre las últimas noticias en temas como el papel del genetista en esta era de transición y transformación de valores.” (p. 78)

jueves, 2 de abril de 2015


Roger Penrose
LA NUEVA MENTE DEL EMPERADOR 

Barcelona, 2009, Random House Mondadori.


Estimulados por la ciencia-ficción que leyeron en su juventud, y convencidos de que nuestras mentes son simplemente «computadores hechos de carne» (como Marvin Minsky dijo en cierta ocasión), dan por supuesto que el placer y el dolor, la estimación de la belleza y el humor, la consciencia y el libre albedrío son capacidades que emergerán de modo natural cuando el comportamiento algorítmico de los robots electrónicos llegue a ser suficientemente complejo.” (p. 13)
[La cita pertenece al prefacio de Martin Gardner.] 

“Se tiende a pensar que las discrepancias entre las teorías cuántica y clásica son muy insignificantes, pero de hecho subyacen también a muchos fenómenos físicos a escala ordinaria: la existencia misma de los cuerpos sólidos, la resistencia y propiedades físicas de los materiales, la naturaleza de la química, los colores de las sustancias, los fenómenos de congelación y ebullición, la fiabilidad de la herencia; estas y muchas otras propiedades familiares requieren de la teoría cuántica para su explicación. Quizá el fenómeno de la consciencia sea también algo que no puede entenderse en términos enteramente clásicos. Tal vez nuestras mentes son cualidades arraigadas en alguna extraña y misteriosa característica de las leyes físicas que realmente gobiernan el mundo en que vivimos, en lugar de ser simples características de algún algoritmo ejecutado por los llamados «objetos» de una estructura física clásica. Quizá, en cierto sentido, ésta sea el «porqué» de que debamos vivir, en tanto que seres sensibles, en un mundo cuántico en lugar de en uno enteramente clásico, a pesar de toda la riqueza y misterio que está ya presente en el universo clásico. ¿Sería necesario un mundo cuántico para que pudieran formarse a partir de sus sustancias criaturas pensantes y perceptivas, como nosotros mismos? ¡Esta pregunta parece más apropiada para un Dios, intentando construir un universo habitado, que para nosotros! No obstante, también tiene relevancia para nosotros. Si la conciencia no puede formar parte de un mundo clásico, entonces nuestras mentes deben depender de algún modo de las desviaciones concretas respecto de la física clásica." (pp. 332-333)

“En las artes podría decir que los criterios estéticos son soberanos. La estética en las artes es tema sofisticado, y los filósofos han dedicado vidas enteras a su estudio. Podría argumentarse que en matemáticas y en las ciencias, tales criterios son meramente secundarios, siendo soberano el criterio de verdad, sin embargo, parece que es imposible separar uno de otro cuando consideramos los temas de la inspiración e intuición. Mi impresión es que la fuerte convicción de la validez de un soplo de inspiración (no 100% fiable, añadiría, pero al menos mucho más fiable que el simple azar) está ligada muy estrechamente con sus cualidades estéticas. Una idea bella tiene mucha mayor probabilidad de ser correcta que una idea fea. Esa ha sido al menos mi propia experiencia, y sentimientos similares han sido expresados por otros” (pp. 599-600)

[Las cursivas pertenecen a las citas.]

Charles Dickens
CASA DESOLADA (II)
Barcelona, 2000, Montesinos.


 
“Me vestí antes de que amaneciera. Resultaba interesante mirar hacia el exterior a través de la ventana, en cuyos negros cristales se reflejaban mis velas encendidas como dos faros, y observar que todo el paisaje parecía amortajado en la oscuridad difusa de la noche, para ver luego surgir las cosas al nacer el día. A medida que, de forma gradual, el panorama se despejaba y con ello resaltaba el escenario en el que el viento había vagado en la oscuridad al igual que mi memoria sobre mi vida pasada, experimentaba el placer de descubrir, poco a poco, los objetos desconocidos que me habían rodeado durante mi sueño. Al principio, aparecían desdibujados en la niebla, con las últimas estrellas brillando sobre ellos. Una vez superado aquel pálido intervalo, el cuadro empezaba a ampliarse y a poblarse con tal rapidez que, con cada nueva ojeada, descubría materia suficiente para una hora de observación. Mis velas se convirtieron, de manera imperceptible, en la única parte incongruente de aquel amanecer; los rincones oscuros de mi habitación desaparecían y el día brilló alegre sobre el paisaje, en el que destacaba la iglesia de la vieja abadía, con su torre, que proyectaba en el campo una sombra menos pronunciada de lo que sugería su robusto carácter. Así es como, en ocasiones, se desprenden serenos y bondadosos efluvios de una hosca apariencia, lección que ya creo haber aprendido.” (p. 90)
Aurora Marquina
INSTITUCIONES Y VIDA COTIDIANA
(En “Malestar cultural y conflicto en la sociedad madrileña. II Jornadas
de Antropología de Madrid.”)
Madrid, 1991, Comunidad de Madrid; Consejería de Integración
Social, Secretaría General Técnica.



“Esta relación establecida entre instituciones y ciudadanos junto con otras relaciones estructurales (...) hacen que la vida cotidiana, en no pocas ocasiones, resulte contradictoria. Defino el término contradicción como la no coincidencia entre el pensar, sentir y actuar. Esa no coincidencia puede darse en determinadas proporciones y combinarse de distintas formas, por ejemplo: puede coincidir el pensar y el sentir pero no la acción, es decir, ante un hecho pienso de una manera y siento en la misma dirección, pero no hago lo que pienso y siento, o bien pienso de una manera, hago en la misma dirección pero mi sentimiento es otro, etc.” (p. 392)


Charles Dickens
CASA DESOLADA (I)
Barcelona, 2000, Montesinos.


“Tiempo implacable de noviembre. Hay tanto barro en las calles que parece como si las aguas acabasen de retirarse nuevamente de la faz de la Tierra. Y no resultaría asombroso que tropezásemos con un enorme Megalosaurio, andando como un inmenso lagarto por las colinas de Holborn. El humo desciende de las chimeneas formando una suave llovizna negra, como enlutada por la muerte del sol, con volutas de hollín del tamaño de los copos de nieve. Los perros no se distinguen, de tan embarrados como están. Los caballos se ven escasamente mejor, pues las salpicaduras le llevan casi hasta el lomo. Los peatones entrechocan sus paraguas, en un contagio general de mal humor, y resbalan en las esquinas, donde decenas de millares de peatones se han escurrido y han resbalado desde el amanecer, si puede decirse que amaneció, añadiendo más barro a las capas que en esos puntos se han pegado tenazmente al suelo, acumulándose al ritmo del interés compuesto.” (p. 11)

“¡Éste es el Tribunal Supremo! Tiene casas ruinosas y tierras yermas en todos los condados; tiene locos macilentos en todos los manicomios; tiene muertos en todos los cementerios; tiene a sus querellantes arruinados, pidiendo dinero prestado o limosna, una tras otro, a todos sus conocidos; da al económicamente poderoso abundantes medios para que haga desistir por agotamiento al que tiene la razón; consume los ahorros, la paciencia y la esperanza; aniquila el cerebro y destroza el corazón de tal manera que no existe, entre quienes lo frecuentan, un hombre honrado que no hiciera –y que frecuentemente no haga– esta advertencia: ¡Soportad cualquier perjuicio que se os cause antes de venir aquí.!” (pp. 12-13)

“Tanto tiempo y con tanta intensidad ha llovido allá, en Lincolnshire, que Mrs. Rouncewell, la anciana ama de llaves de Chesney Wold, se ha quitado varias veces las gafas para limpiarlas con el fin de asegurarse de que no fuesen los cristales los que estaban mojados. A Mrs. Rouncewell le habría bastado, para salir de dudas, con escuchar el sonido de la lluvia, pero es algo sorda, cosa de la que nadie en el mundo puede convencerla. Es una anciana hermosa, majestuosa, extraordinariamente acicalada y limpia, y luce una espalda y un peto tales, que, si cuando muriera se averiguase que usaba como corsé la vieja reja de una chimenea, ninguno de los que la conocen se sorprendería.” (p. 82)