sábado, 26 de septiembre de 2020

Steven Pinker
LA TABLA RASA (III)
Barcelona, 2003, Paidós.


“Ninguna teoría actual de la personalidad puede explicar por qué a ambos miembros de una pareja de hermanos gemelos univitelinos criados por separado les gusta llevar cintas elásticas en la muñeca y simular estornudar en el ascensor cuando está abarrotado de gente.” (p. 121)

“¿Cómo le dice el genoma a un cerebro que se esté desarrollando que se diferencie en redes neuronales que estén preparadas para resolver problemas computacionales tan abstractos como reconocer una cara o pensar en los intereses de otras personas?” (p. 160)

“La oposición de derechas más contumaz a las ciencias de la naturaleza humana proviene de los sectores religiosos de la coalición, especialmente del fundamentalismo cristiano. Quien no crea en la evolución no va a creer en la evolución de la mente, y quien crea en un alma inmaterial no va a creer que el pensamiento y el sentimiento consisten en un procesado de información que tiene lugar en los tejidos del cerebro.
  La oposición religiosa a la evolución se alimenta de varios miedos de índole moral. Lo más evidente es que la evolución cuestiona la verdad literal bíblica de la historia de la creación y, por consiguiente, la autoridad que de ella obtiene la religión. En palabras de un sacerdote creacionista: «Si la Biblia se equivoca en cuestiones biológicas, ¿por qué voy a creer en ella cuando habla de la moral y la salvación?».” (p. 199)

jueves, 24 de septiembre de 2020

Joaquín Araújo
LOS ÁRBOLES TE ENSEÑARÁN A VER EL BOSQUE (II)
Barcelona, 2020, Crítica. 

 

Es más. Cuando tengo en mis manos cubiertos de madera, astiles de todo tipo de herramientas, no menos los rodrigones o cualquier otro utensilio hasta me parece una ofensa que en el diccionario no figure la palabra maderamienta y que prevalezca la evocación al metal, al no renovable hierro, sobre la primera materia de nuestra historia.” (p. 140)

"A menudo imagino que en la entrada a todos los bosques regularmente visitados, no menos al llegar a todos los parques y jardines del planeta hay un enorme cartel con, al menos, los siguientes datos.
   Cada hectárea de arboleda ha absorbido 15 toneladas de anhídrido carbónico.
   Cada hectárea ha lanzado a la atmósfera 12 toneladas de oxígeno
   Ha cubierto el suelo con 13 toneladas de materia orgánica.
   Ha dulcificado el clima y ha humedecido el aire y ha frenado al viento.
   Ha retenido entre sus raíces 500.000 litros de agua.
   Esos árboles que van a hacerte compañía no dejan ni un instante de trabajar para que tú respires, comas y pienses. Que estos regalos habiten en ti son los mismos que consiguen que este mundo sea habitable. Si queremos que siga siéndolo tenemos que parecernos lo más posible al bosque.” (p. 298)
 

[No sé si la falta de comas, comillas y puntos en algunos momentos es responsabilidad del autor o del editor. En cualquier caso, su ausencia resulta llamativa. La edición entera está plagada de erratas, errores gramaticales y faltas de ortografía.]


 

Steven Pinker
LA TABLA RASA (II)
Barcelona, 2003, Paidós.


La negación de la naturaleza humana se ha extendido más allá del ámbito académico y ha llevado a una desconexión entre la vida intelectual y el sentido común. Pensé en escribir este libro por primera vez cuando empecé a reunir una serie de afirmaciones sorprendentes de expertos y de críticos sociales sobre la maleabilidad de la psique humana: que los niños discuten y se pelean porque se les incita a que lo hagan; que les gustan las golosinas porque sus padres las emplean como premio por comerse la verdura; que los adolescentes compiten en su apariencia y en su forma de vestir influidos por los concursos y los premios escolares; que los hombres creen que la finalidad del sexo es el orgasmo por la forma en que se han socializado. El problema no es sólo que tales ideas son ridículas, sino que los propios autores no reconociesen que estaban afirmando cosas que el sentido común podría poner en entredicho. Es la mentalidad del culto, en la que las creencias fantásticas se exhiben como prueba de la propia devoción. Esta mentalidad no puede coexistir con una estima por la verdad, y creo que es la responsable de algunas de las lamentables tendencias de la vida intelectual de hoy. Una de estas tendencias es un manifiesto desprecio entre muchos estudiosos por los conceptos de verdad, lógica y evidencia. Otra es una división hipócrita entre lo que los intelectuales manifiestan en público y aquello que realmente piensan. Y una tercera es la reacción inevitable: una cultura de tertulianos «políticamente incorrectos» que aprovechan los medios de comunicación para recrearse en el antiintelectualismo y la intolerancia, envalentonados a sabiendas de que la clase dirigente intelectual ha perdido credibilidad a los ojos del público.” (p. 15)

Joaquín Araújo
LOS ÁRBOLES TE ENSEÑARÁN A VER EL BOSQUE (I)
Barcelona, 2020, Crítica.


"Conozco muy bien a los tilos y su profuso traje de hojas que proporciona la mejor sombra conocida. Es más, he dormido cien veces bajo ese paraguas amparador que escancia calma. Porque el poder de serenar no solo nada en las infusiones de flor de tilo, también se convierte en emanación de las hojas y cuando pasas un buen rato bajo estos árboles acabas apreciando sus capacidades ansiolíticas. En fin que si deseas una siesta relajante nada como ampararte bajo la copa de un tilo. Acaso por eso mismo el que concibió la palabra descanso en chino dibujó un precioso pictograma que evoca a alguien bajo un árbol." (p. 18)

Aunque figura entre lo todavía discutido resulta imposible no ceder a la tentación de mencionar a la más que famosa pícea solitaria de Noruega, una conífera que vive aislada en los límites de la taiga y que algunos botánicos consideran que tiene casi 10.000 años, en concreto 9.950.” (p. 86)

De las incontables funciones que las raíces despliegan acaso la de fijar minerales y elementos químicos sencillos sea la de mayor complejidad. Una proeza más que se convierte en uno de los mejores regalos. De hecho muchos árboles son auténticos vertederos controlados de las sustancias más tóxicas que el ser humano libera en la Natura. Muchos aparatos radicales neutralizan metales pesados, que invariablemente son peligrosos. En este sentido podemos adjudicarles un cierto papel de sistema sanitario o, acaso mejor, son elementos preventivos, por tanto higiene, por mantener limpios los suelos encarcelando los más poderosos venenos. Creo no exagerar si recuerdo que los cánceres serían mucho más frecuentes si las raíces de los árboles no fijaran partículas de plomo, cadmio, mercurio, arsénico...” (pp. 103-104)

[No sé si la falta de comas, comillas y puntos en algunos momentos es responsabilidad del autor o del editor. En cualquier caso, su ausencia resulta llamativa. La edición entera está plagada de erratas, errores gramaticales y faltas de ortografía.]

Steven Pinker
LA TABLA RASA (I)
Barcelona, 2003, Paidós.


En primer lugar, la doctrina que sostiene que la mente es una tabla rasa ha deformado la investigación sobre el ser humano y, con ello, las decisiones públicas y privadas que se guían por tales estudios. Muchas políticas sobre la paternidad, por ejemplo, se inspiran en estudios que ven una correlación entre la conducta de los padres y la de los hijos. Los padres cariñosos tienen unos hijos seguros de sí mismos; los padres responsables (ni demasiado permisivos ni demasiado severos) tienen hijos bien educados; los padres que hablan con sus hijos tienen unos hijos que dominan mejor el lenguaje; etc. Todos concluyen que para conseguir los mejores hijos los padres han de ser cariñosos, responsables y dialogantes, y que si los hijos no llegan a ser como debieran, será culpa de los padres. Pero las conclusiones se basan en la creencia de que los niños son tablas rasas. Recordemos que los padres dan a sus hijos unos genes, y no sólo un medio familiar. Es posible que las correlaciones entre padres e hijos sólo nos indiquen que los mismos genes que causan que los padres sean cariñosos, responsables o dialogantes provocan que los hijos sean personas seguras de sí mismas, educadas o que saben expresarse correctamente. Mientras no se realicen nuevos estudios sobre hijos adoptados (que sólo reciben de sus padres el medio, no sus genes), los datos avalan por igual la posibilidad de que sean los genes los que marquen toda la diferencia, la posibilidad de que la marque por completo el ejercicio de la paternidad, o cualquier posibilidad intermedia. Pero casi en todos los casos, la postura más extrema -la de que los padres lo son todo- es la única que contemplan los investigadores.” (p. 14)


martes, 1 de septiembre de 2020


Sonia Fernández-Vidal
DESAYUNO CON PARTÍCULAS (III)
Barcelona, 2014, Debolsillo.


“—¡Qué va! Te adelantas unos cuantos capítulos... Aquello sólo fue el inicio de un largo viaje. Gracias a los primeros detectores se hallaron nuevas partículas que provenían de los rayos cósmicos, pero no fue hasta 1940, cuando se crearon los primeros aceleradores de partículas, que la cosa se puso interesante. Empezaron a surgir más y más partículas distintas: electrones, protones, neutrones, muones, kaones, piones, lambda, khi, omega...

Vas a recitar todo el abecedario griego... ¡Vaya zoo! (...)

Cierto. Durante un tiempo hubo un poco de caos dentro del campo de la física de partículas. A mediados de los sesenta ya se conocían casi dos centenares de partículas diferentes. Como bien has dicho, la cosa se parecía a un desordenado zoo cuántico. Recuerdo una anécdota del físico Enrico Fermi... Cuando un estudiante le preguntó por el nombre de una de estas partículas en concreto, le contestó algo así como: «Joven, si fuese capaz de recordar el nombre de todas esas partículas, me habría hecho botánico».” (pp. 180-181)
Carlo Rovelli
EL ORDEN DEL TIEMPO (II)
Barcelona, 2020, Anagrama.


Esta es la desconcertante conclusión que emana del trabajo de Boltzmann: la diferencia entre pasado y futuro hace referencia a nuestra visión desenfocada del mundo. Tal conclusión nos deja estupefactos: ¿es posible que esta sensación mía tan vívida, elemental, existencial -el discurrir del tiempo- dependa del hecho de que no percibo el mundo en sus más diminutos detalles? ¿Que sea una especie de error de perspectiva debido a mi miopía? ¿De verdad, si pudiera ver y tomar en consideración la danza precisa de los miles de millones de moléculas, el futuro sería «como» el pasado? ¿Podría tener el mismo conocimiento -o ignorancia- del pasado que del futuro? Es cierto que nuestras intuiciones sobre el mundo a menudo son erróneas; pero ¿es posible que el mundo sea tan profundamente distinto de nuestra intuición?
    Todo esto socava la base de nuestra forma habitual de comprender el tiempo. Genera incredulidad, tal como ocurrió con el movimiento de la Tierra. Pero, como en dicho movimiento, la evidencia es aplastante: todos los fenómenos que caracterizan el fluir del tiempo se reducen a un estado «particular» en el pasado del mundo, que solo resulta ser «particular» por el desenfoque de nuestra perspectiva.” (pp. 31-32)
[Ludwig Boltzmann (1844-1906), fue un físico vienés que dedicó sus investigaciones a los campos de la termodinámica y la entropía. Las cursivas pertenecen al texto.]

Cuando no somos capaces de formular un problema con precisión, a menudo no es porque el problema sea profundo, sino porque es un falso problema.” (p. 149)
Sonia Fernández-Vidal
DESAYUNO CON PARTÍCULAS (II)
Barcelona, 2014, Debolsillo.


—¿Conoces la anécdota de Laplace?

—¿Quién era?

—Un físico y matemático francés muy importante del siglo XVIII. Dicen que Napoleón, al conocer su obra Exposition du système du monde, le dijo: «Me cuentan que ha escrito usted este gran libro sobre el sistema del universo sin haber mencionado ni una sola vez a su creador», a lo que Laplace contestó: «Sire, nunca he necesitado esa hipótesis». Cuando Napoleón le narró la conversación al matemático Lagrange, éste le argumentó: «¡Ah! Dios es una bella hipótesis que explica muchas cosas». Tras reproducir Napoleón estas palabras a Laplace, éste ingeniosamente replicó: «Aunque esa hipótesis pueda explicar todo, no permite predecir nada». (pp. 38-39)

Carlo Rovelli
EL ORDEN DEL TIEMPO (I)
Barcelona, 2020, Anagrama.



“Empiezo con un sencillo hecho: el tiempo transcurre más deprisa en la montaña y más despacio en el llano. 
   La diferencia es pequeña, pero se puede medir con relojes de precisión que hoy se venden en Internet por un millar de euros. Con algo de práctica, cualquiera puede constatar la ralentización del tiempo. Con relojes de laboratorio especializados, dicha ralentización se observa incluso en un desnivel de unos pocos centímetros: el reloj que está en el suelo va un pelín más lento que el que está en la mesa. 
   No solo los relojes se ralentizan: abajo todos los procesos son más lentos. Dos amigos se separan: uno se va a vivir a la llanura; el otro a la montaña. Al cabo de unos años se encuentran: el de la llanura ha vivido menos, ha envejecido menos, el péndulo de su reloj de cuco ha oscilado menos veces, ha dispuesto de menos tiempo para hacer cosas, sus plantas han crecido menos, sus pensamientos han tenido menos tiempo para desarrollarse… Abajo hay menos tiempo que arriba.  
   ¿Sorprendente? Puede que sí. Pero así está hecho el mundo. El tiempo pasa más despacio en algunos lugares y más deprisa en otros. ” (p. 15)

Sonia Fernández-Vidal
DESAYUNO CON PARTÍCULAS (I)
Barcelona, 2014, Debolsillo.



“La atractiva interpretación del universo que nos brinda la física cuántica se utiliza a menudo para explicar todo tipo de fenómenos paranormales y pseudocientíficos, algo muy común en los últimos años.  
   En algunos casos puede no haber afán de engañar, pero sí hay una confusión de los limites en los que la ciencia tiene validez. A veces se utiliza la etiqueta «cuántica» para terapias alternativas y técnicas energéticas que pueden o no funcionar —no entraremos a juzgarlo—, pero que son totalmente ajenas a lo que se estudia en una facultad de física, y nada tienen que ver con la teoría cuántica. En otros casos, hay una deliberada mala intención al utilizar la credibilidad de la ciencia para lucrarse a través de cursos engañosos que fomentan la irracionalidad y la superstición, dos fantasmas contra los que la ciencia ha estado luchando desde sus inicios.  
   Eso no significa que debamos otorgar la verdad absoluta a los científicos, como sucedió en la Edad Media con los sacerdotes. Al igual que la mayoría censura el fanatismo religioso, el cientifismo a ultranza pasa por alto que la física sólo puede describir una parte muy pequeña de la realidad. Colocar al científico en el altar del conocimiento absoluto es invitarle a jugar el rol de los nuevos sacerdotes, algo que definitivamente no es su labor. Encontrar el equilibrio entre el escepticismo que nos permite discernir y la flexibilidad que nos invita a abrir nuevas puertas es una tarea nada sencilla, pero es un esfuerzo que, sin duda, merece la pena.” (p. 17)