Sonia
Fernández-Vidal
DESAYUNO
CON PARTÍCULAS (III)
Barcelona,
2014, Debolsillo.
“—¡Qué
va! Te adelantas unos cuantos capítulos... Aquello sólo fue el
inicio de un largo viaje. Gracias a los primeros detectores se
hallaron nuevas partículas que provenían de los rayos cósmicos,
pero no fue hasta 1940, cuando se crearon los primeros aceleradores
de partículas, que la cosa se puso interesante. Empezaron a surgir
más y más partículas distintas: electrones, protones, neutrones,
muones, kaones, piones, lambda, khi, omega...
—Vas
a recitar todo el abecedario griego... ¡Vaya zoo! (...)
—Cierto.
Durante un tiempo hubo un poco de caos dentro del campo de la física
de partículas. A mediados de los sesenta ya se conocían casi dos
centenares de partículas diferentes. Como bien has dicho, la cosa se
parecía a un desordenado zoo cuántico. Recuerdo una anécdota del
físico Enrico Fermi... Cuando un estudiante le preguntó por el
nombre de una de estas partículas en concreto, le contestó algo así
como: «Joven, si fuese capaz de recordar el nombre de todas esas
partículas, me habría hecho botánico».” (pp. 180-181)