martes, 1 de septiembre de 2020

Sonia Fernández-Vidal
DESAYUNO CON PARTÍCULAS (III)
Barcelona, 2014, Debolsillo.


“—¡Qué va! Te adelantas unos cuantos capítulos... Aquello sólo fue el inicio de un largo viaje. Gracias a los primeros detectores se hallaron nuevas partículas que provenían de los rayos cósmicos, pero no fue hasta 1940, cuando se crearon los primeros aceleradores de partículas, que la cosa se puso interesante. Empezaron a surgir más y más partículas distintas: electrones, protones, neutrones, muones, kaones, piones, lambda, khi, omega...

Vas a recitar todo el abecedario griego... ¡Vaya zoo! (...)

Cierto. Durante un tiempo hubo un poco de caos dentro del campo de la física de partículas. A mediados de los sesenta ya se conocían casi dos centenares de partículas diferentes. Como bien has dicho, la cosa se parecía a un desordenado zoo cuántico. Recuerdo una anécdota del físico Enrico Fermi... Cuando un estudiante le preguntó por el nombre de una de estas partículas en concreto, le contestó algo así como: «Joven, si fuese capaz de recordar el nombre de todas esas partículas, me habría hecho botánico».” (pp. 180-181)