BERTA ISLA (II)
Barcelona, 2017, Penguin Random House.
“Y en aquellos años la mayoría de los españoles (bueno, los que no habíamos sido franquistas) sentíamos una invencible aversión hacia la policía secreta y un desprecio infinito hacia los infiltrados. Los había habido sólo de una parte, de la dictadura, sólo en una dirección, y habían sido los detestados miembros de la Brigada Político-Social, los llamados 'sociales' para abreviar, que se habían hecho pasar por obreros en las fábricas, por mineros en las minas y por trabajadores en los astilleros, por sindicalistas en los sindicatos ilegales, por militantes o dirigentes en los partidos (clandestinos todos), por presos políticos en las prisiones y por estudiantes en las Universidades. Incluso habían arrastrado a muchos, con su fingido radicalismo, a cometer delitos que sin su presencia y azuzamiento, sus arengas farrucas, su persuasión y su extremismo exhibicionista, jamás habrían cometido. Numerosas personas habían acabado en la cárcel por culpa de aquellos impostores, que no sólo habían actuado como delatores sino también como instigadores, con vistas a agravar las penas que recayeran sobre los 'subversivos' (…) A los sociales les interesaba que la gente pacífica dejara de serlo, que los que iban por libre se organizaran y se asociaran, no se limitaban a averiguar y dar nombres, sino que hincaban las espuelas para desbocar a quienes caían bajo su influencia, y así poder acusarlos de los cargos más graves. También eran los que torturaban y los que arrojaban a detenidos por escaleras o por una ventana, como sucedió con el estudiante de mi época Enrique Ruano y con otros, que según ellos siempre intentaban escapar donde no había escapatoria y se caían o 'saltaban', pese a estar esposados con las manos a la espalda y permanentemente vigilados. Y aquel cuerpo siniestro todavía no había sido enteramente disuelto ni desmantelado, en todo caso a ninguno de sus componentes se lo había castigado ni suspendido ni aún menos juzgado, a lo sumo se les habían buscado destinos y quehaceres más disimulados y acordes con los nuevos tiempos de la democracia.” (pp. 264-265)