martes, 16 de febrero de 2021

David Safier
¡MUUU! (I)
Barcelona, 2013, Seix Barral.



“Él le explicó qué eran los molinos de viento (malos para los pájaros), los parabrisas (malos para los insectos) y las centrales nucleares (malas para todos). Le explicó lo que son los roqueros (debajo de los pelos está la persona) y las motos (cosas que no se deberían usar sin manos. Y no, una vaca tampoco debería ir en ellas). Luego el gato vio otro letrero amarillo y anunció:
—Sólo quedan cinco kilómetros para Cuxhave.
—Dime, ¿dónde aprendiste a descifrar los signos de las personas?
—Con la mía ama —respondió Giacomo apesadumbrado—. Sempre leía libros en voz alta, y mientras io me tumbaba en su hombro y miraba las letras...
—¿Qué es un ama? —lo interrumpí, agradeciendo que algo me distrajera del hecho de que la India parecía inalcanzable.
—La persona a la que pertenecía.
De manera que, al igual que nosotras, el gato también había estado en posesión de una persona. Si a todos los animales les sucedía lo mismo y ello constituía el orden natural del mundo, la naturaleza era algo de lo más antinatural.
—Y ¿tu ama también comía vacas? —pregunté.
—No, ella non comía carne.
—Entonces, ¿sólo comía hierba?
—No, con la hierba hacía algo distinto.
—¿Qué?
—Se la fumaba.
La respuesta me sorprendió.
—Y la mía ama adoraba las setas psicodélicas. Las compartía con me, y luego nos pasábamos tutta la noche riéndonos y veíamos unos colores bellísimos...
Me recordó a las setas que crecían al otro lado de nuestros pastos.
—Perdí a la mía ama, y fue sólo, sólo mea culpa.
El gato empezó a sollozar, y noté que sus lágrimas me caían en la piel. Me pareció poco delicado preguntarle qué había hecho exactamente para perder a su ama, de manera que seguí andando en silencio. Ni siquiera dije nada cuando se sonó ruidosa y húmedamente en mí, y lo dejé hacer sin más.” (pp. 98-99)
J. R. R. Tolkien
EL SEÑOR DE LOS ANILLOS (III)
Barcelona, 1977, Minotauro.



“¡Aquellos fueron grandes días! Hubo un tiempo en que yo pude caminar y cantar el día entero, y sólo oír el eco de mi propia voz en las cuevas de las colinas. Los bosques eran como los bosques de Lothlórien, pero más densos, más fuertes, más jóvenes. ¡Y el olor del aire! A veces me pasaba toda una semana ocupado sólo en respirar.” (Tomo I; LAS DOS TORRES; p. 89)

Max Aub
MUCHA MUERTE (II)
Granada, 2011, Cuadernos del Vigía.


“«Cúlpese a todos y a cualquiera de mi muerte absolutamente involuntaria, así acabé yo con mis días.
  Como es natural, primero a mis padres, por haberlo hecho posible. A mi esposa porque pede, ronca, le hiede el aliento, tiene celos absurdos y me exige ejercicios que ya no estoy en edad de llevar a cabo, a mi hijo Enrique porque me desprecia, a mi hija Isabel porque se ha olvidado de mí enredada en su 'vida social', los hijos y su vanidad; a mi yerno Guillermo González Oltra porque me trata con una familiaridad insolente a la que nunca di pie. A mi amigo Juan Ramón Olivares porque habló mal de mí, la última vez que me conste, el 16 de febrero en el café Madrid, ante Rufino Velásquez y Valeriano Gómez Ruiz; a Esteban Romero, mi jefe, que con veinte años menos, se permite tratarme como un recién llegado al Ministerio; ¡él, que tomó posesión hace dos años!; a mi médico que no acaba de curarme una erisipela en la pierna izquierda; al repartidor de los periódicos que semana tras semana deja de entregarlo los domingos; a la criada que no deja que le meta mano; a Dios que permite todo esto».” (pp. 129-130)

[El texto pertenece a la obra De suicidios nuevos.]

Lee Strasberg
UN SUEÑO DE PASIÓN. La elaboración del Método (II)
Buenos Aires, 1989, Emecé Editores.


“Al indagar en las interpretaciones del siglo XIX descubrí que había una polémica central sobre el tema. ¿Debe experimentar el actor las emociones que retrata? Los participantes más destacados del debate fueron Henry Irving (el primer actor inglés a quien se confirió el título de caballero) y el gran actor francés Coquelin. Irving creía en el valor de la vivencia, Coquelin en el de la expresión. Las opiniones de los actores de la época fueron recopiladas por William Archer en un libro titulado ¿Masks or faces? (¿Máscaras o rostros?).” (p. 53)
[El doble signo de interrogación en inglés es una errata. El título original de la obra de Archer es Masks or Faces? A Study in the Psychology of Acting.]

“Por consiguiente, el verdadero problema para el actor es cómo recrear en cada función las mismas conductas y vivencias creíbles y generar a la vez lo que Stanislavsky llamó «la ilusión de la primera vez».” (pp. 59-60)
Max Aub
MUCHA MUERTE (I)
Granada, 2011, Cuadernos del Vigía.



“Empezó a darle vuelta al café con leche con la cucharita. El líquido llegaba al borde, llevado por la violenta acción del utensilio de aluminio. (El vaso era ordinario, el lugar barato, la cucharilla usada, pastosa de pasado.) Se oía el ruido del metal contra el vidrio. Ris, ris, ris, ris. Y el café con leche dando vueltas y más vueltas, con un hoyo en su centro. Maelstrom. Yo estaba sentado enfrente. El café estaba lleno. El hombre seguía moviendo y removiendo, inmóvil, sonriente, mirándome. Algo se me levantaba de adentro. Le miré de tal manera que se creyó en la obligación de explicarse:
-Todavía no se ha deshecho el azúcar.
Para probármelo dio unos golpecitos en el fondo del vaso. Volvió en seguida con redoblada energía a menear metódicamente el brebaje. Vueltas y más vueltas, sin descanso, y el ruido de la cuchara en el borde del cristal. Ras, ras, ras. Seguido, seguido, seguido sin parar, eternamente. Vuelta y vuelta y vuelta y vuelta. Me miraba sonriendo. Entonces saqué la pistola y disparé. ” (p. 30)

“La verdad, creí que no lo descubrirían nunca. Sí: era mi mejor amigo. En eso no hay duda: y yo su mejor amigo. Pero estos últimos tiempos ya no lo podía aguantar: adivinaba todo lo que yo pensaba. No había modo de escapar. Aun a veces me decía lo que todavía pugnaba por tomar forma en mi imaginación. Era vivir desnudo. Lo preparé bien; seguramente dejé el cuerpo demasiado cerca de la carretera.” (pp. 44-45)
[Los dos textos pertenecen a la obra Crímenes ejemplares.]

Lee Strasberg
UN SUEÑO DE PASIÓN. La elaboración del Método (I)
Buenos Aires, 1989, Emecé Editores.


“¿Cómo es posible que el actor piense que ha logrado una caracterización veraz y dinámica mientras los críticos piensan exactamente lo contrario?” (p. 23)

“Anochece. El escenario está desierto. Entro yo para encender la lámpara que creará el ambiente para la gran escena romántica que sigue. Lo recuerdo como si fuera hoy: me dirijo a la mesa que ocupa el centro del escenario, de frente al público y tomo un fósforo para encender la lámpara. La miro y bruscamente me doy cuenta de que nunca he visto una lámpara igual. (Era una de esas lámparas antiguas con tubo de vidrio. Yo no tenía la menor idea de cómo se encendía, y el único acceso a la mecha que veía era por el extremo superior del tubo.) Enciendo el fósforo, lo llevo al tubo y... Bueno, el lector ya sabe. En el tubo se había hecho el vacío y la llama del fósforo casi produjo una explosión. No tengo el menor recuerdo de lo que sucedió a continuación. Tenía la sensación de flotar en el aire. No sentía el suelo bajo los pies y me sentía rodeado de miles de ojos, enormes ojos que convergían sobre mí, como los de las pesadillas o los cuadros surrealistas. Se movían, se agrandaban y acercaban y luego se alejaban. Ojos sin rostros. No recuerdo nada más. No sé cómo salí del escenario. No recuerdo si había otra escena en la obra en la que yo debía aparecer. Desde luego, no tengo la menor idea de cómo encendieron la lámpara.” (pp. 30-31)