Lee Strasberg
UN SUEÑO DE PASIÓN. La elaboración del Método (I)
Buenos Aires, 1989, Emecé Editores.
“¿Cómo es posible que el actor piense que ha logrado una caracterización veraz y dinámica mientras los críticos piensan exactamente lo contrario?” (p. 23)
“Anochece. El escenario está desierto. Entro yo para encender la lámpara que creará el ambiente para la gran escena romántica que sigue. Lo recuerdo como si fuera hoy: me dirijo a la mesa que ocupa el centro del escenario, de frente al público y tomo un fósforo para encender la lámpara. La miro y bruscamente me doy cuenta de que nunca he visto una lámpara igual. (Era una de esas lámparas antiguas con tubo de vidrio. Yo no tenía la menor idea de cómo se encendía, y el único acceso a la mecha que veía era por el extremo superior del tubo.) Enciendo el fósforo, lo llevo al tubo y... Bueno, el lector ya sabe. En el tubo se había hecho el vacío y la llama del fósforo casi produjo una explosión. No tengo el menor recuerdo de lo que sucedió a continuación. Tenía la sensación de flotar en el aire. No sentía el suelo bajo los pies y me sentía rodeado de miles de ojos, enormes ojos que convergían sobre mí, como los de las pesadillas o los cuadros surrealistas. Se movían, se agrandaban y acercaban y luego se alejaban. Ojos sin rostros. No recuerdo nada más. No sé cómo salí del escenario. No recuerdo si había otra escena en la obra en la que yo debía aparecer. Desde luego, no tengo la menor idea de cómo encendieron la lámpara.” (pp. 30-31)
UN SUEÑO DE PASIÓN. La elaboración del Método (I)
Buenos Aires, 1989, Emecé Editores.
“¿Cómo es posible que el actor piense que ha logrado una caracterización veraz y dinámica mientras los críticos piensan exactamente lo contrario?” (p. 23)
“Anochece. El escenario está desierto. Entro yo para encender la lámpara que creará el ambiente para la gran escena romántica que sigue. Lo recuerdo como si fuera hoy: me dirijo a la mesa que ocupa el centro del escenario, de frente al público y tomo un fósforo para encender la lámpara. La miro y bruscamente me doy cuenta de que nunca he visto una lámpara igual. (Era una de esas lámparas antiguas con tubo de vidrio. Yo no tenía la menor idea de cómo se encendía, y el único acceso a la mecha que veía era por el extremo superior del tubo.) Enciendo el fósforo, lo llevo al tubo y... Bueno, el lector ya sabe. En el tubo se había hecho el vacío y la llama del fósforo casi produjo una explosión. No tengo el menor recuerdo de lo que sucedió a continuación. Tenía la sensación de flotar en el aire. No sentía el suelo bajo los pies y me sentía rodeado de miles de ojos, enormes ojos que convergían sobre mí, como los de las pesadillas o los cuadros surrealistas. Se movían, se agrandaban y acercaban y luego se alejaban. Ojos sin rostros. No recuerdo nada más. No sé cómo salí del escenario. No recuerdo si había otra escena en la obra en la que yo debía aparecer. Desde luego, no tengo la menor idea de cómo encendieron la lámpara.” (pp. 30-31)