Voltaire
TRATADO SOBRE LA TOLERANCIA (III)
Barcelona, 2010, Diario Público.
TRATADO SOBRE LA TOLERANCIA (III)
Barcelona, 2010, Diario Público.
“La naturaleza dice a todos los hombres: os he hecho nacer a todos débiles e ignorantes, para vegetar unos minutos sobre la tierra y para abonarla con vuestros cadáveres. Puesto que sois débiles, socorreos; puesto que sois ignorantes, ilustraos y toleraos. Aunque todos fueseis de la misma opinión, cosa que desde luego no ocurrirá jamás, aunque no hubiese más que un solo hombre de una opinión contraria, deberíais perdonarle: porque soy yo quien lo hace pensar como piensa. Os he dado brazos para cultivar la tierra, y un pequeño destello de razón para guiaros; he puesto en vuestros corazones un germen de compasión para que os ayudéis los unos a los otros a soportar la vida. No ahoguéis ese germen, no lo corrompáis, sabed que es divino, y no sustituyáis la voz de la naturaleza por los miserables furores de la escuela.
Soy yo sola la que todavía os uno a pesar vuestro por vuestras necesidades mutuas, en medio incluso de vuestras crueles guerras emprendidas tan a la ligera, teatro eterno de las equivocaciones, los azares y las desgracias. Soy yo sola la que, en una nación, detiene las funestas secuelas de la división interminable entre la nobleza y la magistratura, entre esas dos corporaciones y la del clero, entre los burgueses incluso y el agricultor. Ignoran todos los límites de sus derechos; pero, a la larga, todos ellos escuchan a pesar suyo mi voz que habla a su corazón. Sólo yo conservo la equidad en los tribunales, donde sin mí todo sería entregado a la indecisión y a los caprichos, en medio de un confuso montón de leyes hechas con frecuencia al azar y para una necesidad pasajera, diferentes entre sí de provincia a provincia, de ciudad a ciudad, y casi siempre contradictorias entre sí en el mismo lugar. Sólo yo puedo inspirar la justicia, cuando las leyes no inspiran más que los pleitos. El que me escucha siempre juzga bien; y el que sólo busca conciliar opiniones que se contradicen es el que se extravía.” (pp. 192-193)
Soy yo sola la que todavía os uno a pesar vuestro por vuestras necesidades mutuas, en medio incluso de vuestras crueles guerras emprendidas tan a la ligera, teatro eterno de las equivocaciones, los azares y las desgracias. Soy yo sola la que, en una nación, detiene las funestas secuelas de la división interminable entre la nobleza y la magistratura, entre esas dos corporaciones y la del clero, entre los burgueses incluso y el agricultor. Ignoran todos los límites de sus derechos; pero, a la larga, todos ellos escuchan a pesar suyo mi voz que habla a su corazón. Sólo yo conservo la equidad en los tribunales, donde sin mí todo sería entregado a la indecisión y a los caprichos, en medio de un confuso montón de leyes hechas con frecuencia al azar y para una necesidad pasajera, diferentes entre sí de provincia a provincia, de ciudad a ciudad, y casi siempre contradictorias entre sí en el mismo lugar. Sólo yo puedo inspirar la justicia, cuando las leyes no inspiran más que los pleitos. El que me escucha siempre juzga bien; y el que sólo busca conciliar opiniones que se contradicen es el que se extravía.” (pp. 192-193)