domingo, 12 de diciembre de 2021

Andrea Andreu
PANZA DE BURRO (I)
Sevilla, 2021, Barrett.



“A cas Isora se comía puro revoltillo. Arroz amarillo con muslos en salsa con pescado salado con papas con güevos y papas con cebollas, reutilizados de las papas guisadas del día anterior, con rancho con potaje de berros con papas con carne, todo junto. A cas Isora se comía puro revoltillo, pero ese día no, ese día solo había potaje coles. La luz de la calle entraba por la ventanita de la cocina de Chela a través de una cortinita de cuadros blancos y rojos y cada tanto se escuchaba al Sinson que le ladraba a los coches que subían, uno cada mil años, por el barrio parriba. El potaje de coles ya estaba sobre la mesa echando humasera. A mí no me gustaba nada el potaje coles y menos si tenía gofio por encima. Pero a Isora le encantaba y si ella le echaba gofio por encima, yo también. A cas Chela no era igual que a cas abuela, había que comérselo todo, no se podía dejar ni lo más mínimo de una uña, había que raspar el fondillo del plato, y si dejábamos un poquito sin comer iba Chela detrás con la cuchara a empurrárnoslo por la boca padentro frío mismo como estaba y daba estampidos con la mano abierta sobre la mesa de tea que sonaban como un terremoto y decía de aquí no se mueve nadien hoy hasta que se coma esto y a mí ni me pernuncien. Chela siempre le ponía a Isora un plato más pequeño que el mío porque decía que Isora comía pol los ojos y que había que controlarla porque si no se le desbarajustaba el hambre. Isora se acabó el potaje rápido rápido, y luego empezó a mirarme a mí cómo me comía el mío. Yo tenía la cara toda regañada de comer esa pasta fría y amasucada en la que se había convertido el potaje después de echarle tanto y tanto gofio para que no supiese a nada, y tenía que beber agua todo el rato porque si no me enyugaba.” (pp. 103-104)