Kazuo Ishiguro
UN ARTISTA DEL MUNDO FLOTANTE (II)
Barcelona,1989, Anagrama.
“Me imagino que todos los grupos de alumnos tienen un cabecilla, alguien a quien el profesor escoge por su capacidad y que sirve de ejemplo a los demás. Y este alumno, por ser el que mejor comprende las ideas de su profesor, tiende, como fue el caso de Sasaki, a convertirse en el principal intérprete de esas ideas frente a los alumnos menos capacitados o con menos experiencia. Sin embargo, también es este mismo alumno el que antes aprecia las deficiencias de su maestro y el que antes adopta opiniones distintas de las suyas. En teoría, un buen profesor aceptará que esto ocurra y hasta se alegrará de que así sea, ya que será señal de que el alumno ha madurado gracias a sus enseñanzas. Sin embargo, en la práctica, pueden surgir sentimientos muy complejos. Y a veces, cuando uno se esfuerza mucho por formar a un buen alumno, no es raro que al ver madurar ese talento nos parezca un acto de traición, lo cual puede dar lugar a situaciones difíciles.” (p. 152)