miércoles, 25 de junio de 2025

Adam Schaff
HISTORIA Y VERDAD (II)
México D.F., 1982, Grijalbo.



“En su trabajo, el historiador no parte de los hechos, sino de los materiales históricos, de las fuentes, en el más amplio sentido del término, con cuya ayuda construye lo que denominamos los hechos históricos. Los construye en la medida, en que selecciona los materiales disponibles en función de un determinado criterio de valor y en la medida en que los articula confiriéndoles la forma de acontecimientos históricos. Así, a pesar de las apariencias y de las convicciones difundidas, los hechos no son un punto de partida, sino un punto culminante, un resultado. Por consiguiente, nada hay de sorprendente en que los mismos materiales, semejantes en esto a una materia prima, a una sustancia bruta, sirvan para construcciones diferentes. Y aquí es donde intervienen toda la gama de las manifestaciones del factor subjetivo: desde el factor efectivo del sujeto sobre la sociedad hasta las más diversas determinaciones sociales.
   La cosa se complica aún más cuando se considera que el estudio y el conocimiento histórico sólo pueden tener por objeto, no los hechos particulares captados por separado, sino los procesos históricos captados en su totalidad. Lo que denominamos un “hecho”, en el sentido de acontecimiento histórico concreto, es el producto de una abstracción especulativa: un fragmento de la realidad histórica es aislado, desligado de sus múltiples correlaciones e interdependencias con el proceso histórico. Cuando un historiador afirma que parte de tales hechos, su afirmación no es ilusoria; incluso aunque lo piense subjetivamente, como buen historiador procede de otro modo. En efecto, el estudio y el conocimiento histórico siempre tienen por objeto un proceso histórico en su totalidad, aunque captemos este objeto a través del estudio de los fragmentos de esta totalidad. Nuestro caso es una simple ilustración de un problema más amplio, el de la relación entre la totalidad y la parte: la parte puede ser comprendida solamente en el marco de la totalidad y ésta es accesible al conocimiento sólo por medio de sus partes. Cuanto más competente es un historiador, mejor puede llevar a cabo esta tarea; cuanto más consciente es el historiador de las implicaciones metodológicas de la relación existente entre la totalidad y la parte, más fáciles para él la realización de esa tarea.” (pp. 370-371)