lunes, 22 de abril de 2013

Luciano G. Egido
CUENTOS DEL LEJANO OESTE
Barcelona, 2003, Tusquets.


“Antes de trasladarlo a un pueblo de la provincia de Zamora, don Manuel Bueno, nuestro cura párroco, no creía en Dios; pero les hacía creer a sus feligreses que creía para no desesperarlos más de lo que estaban. Sus feligreses tampoco creían; pero le hacían ver que creían para que él creyera que lo necesitaban.” (p. 51) 
[La cita pertenece al cuento titulado Fe, esperanza y caridad.]

<<Padre, me acuso de acostarme con usted.>> Al otro lado de la rejilla del confesionario se oyó un rebullir de reglas y contrariedades. <<¿Te arrepientes, hija?>> <<Sí, padre.>> <<Pero ¿te arrepientes de verdad? Ya sabes que Dios Nuestro Señor lo ve todo y a Él no puedes engañarle como a mí.>> <<Sí, padre.>> <<Piénsatelo bien antes de decirlo.>> <<Sí, padre.>> En la oscuridad del confesionario se ahogaron unos resoplidos de resignación. <<Ego te absolvo a pecatis tuis y no te olvides de volver la semana que viene.>>” (p. 63) 
[La cita pertenece al cuento titulado Confesión.]

“Su primer no lo pronunció a los dos años, con una seguridad y una terquedad suicidas. Desde entonces el no se le hizo habitual en la boca, con una inverosímil fidelidad a sí mismo que no se concedió un solo fallo. Les dijo no a los padres, a la familia, a los amigos, a la escuela, al pueblo, a la religión, al trabajo, al amor, a la patria, a la guerra, a la memoria, al porvenir, por supuesto a los hijos, a la esperanza, a la resignación y al dolor. Un día se encontró a la muerte y también se le enfrentó con un no contundente; pero no le sirvió de nada, con gran sorpresa por su parte.” (p. 65) 
[La cita pertenece al cuento titulado Genio y figura.]