EL PROGRESO DEL PEREGRINO
www.iglesiareformada.com
“Esta noche
he soñado que tinieblas espantosas se difundían por todo el cielo, al mismo
tiempo que se sucedían tales y tan terribles relámpagos y truenos, que me pusieron
en la mayor agonía. Vi también que las nubes chocaban violentamente unas contra
otras, agitadas por un impetuoso huracán. Vi un hombre, sentado en una nube, acompañado
de millares y millares de seres celestiales, todos en llamas de fuego; los cielos
parecía que estaban ardiendo como un horno, y al mismo tiempo oí la voz de una terrible
trompeta, que decía: «Levantaos, muertos, y venid a juicio»; en el mismo
momento vi que las rocas se hendían, se abrieron los sepulcros y salieron los
muertos en ellos encerrados, unos levantando muy contentos los ojos al cielo, y
otros, avergonzados, buscando esconderse debajo de las montañas. Entonces vi al
hombre de la nube abriendo el libro y mandando que todos se aproximasen a él;
pero a una respetuosa distancia, cual suele haber entre el juez y los reos que
por él van a ser juzgados, pues de la nube salía fuego que no permitía a
ninguno acercarse a ella. En seguida oí al hombre de la nube que intimaba a sus
servidores: «Recoged la cizaña, la paja y la hojarasca, y arrojadlo todo al
lago ardiendo». Y en el mismo instante, precisamente cerca de donde yo me
hallaba, se abrió el abismo, de cuya boca salían con horrible ruido nubes
espantosas de humo y carbones encendidos. Luego volvió a decir: «Allegad mi
trigo en el alfolí»; y entonces muchos fueron arrebatados por las nubes, pero
yo quedé donde estaba. En esto yo buscaba donde esconderme; pero no me era
posible, porque los ojos del hombre de la nube estaban fijos en mí; entonces
mis pecados se amontonaron en mi memoria y mi conciencia me acusaba por todas
partes, y con esto me desperté.” (cap. V)