domingo, 25 de enero de 2015


Yasmina Khadra
EL ATENTADO
Madrid, 2006. Alianza Editorial.


“Ni la emoción ni el pavor casan bien con la sangre fría. Cuando el horror golpea, lo primero que alcanza siempre es el corazón.” (p. 20)

“Creemos que sabemos, y entonces bajamos la guardia y hacemos como si todo fuera sobre ruedas. Con el tiempo, acabamos dejando de prestar la debida atención a las cosas. Nos confiamos. ¿Qué más se puede pedir? La vida nos sonríe, la suerte también. Se ama y se es amado. Nuestros sueños marcan la pauta de la realidad. Todo nos sale a pedir de boca... Luego, sin previo aviso, el cielo se nos viene encima. Y cuando ya está todo patas arriba, nos damos cuenta de que la vida, toda la vida -con sus altibajos, sus penas y sus alegrías, sus promesas y desengaños-, pende de un hilo tan inconsistente e imperceptible como el de una telaraña. De repente, el menor ruido nos espanta, y ya no conseguimos creer en nada. Lo único que deseamos es cerrar los ojos y no volver a pensar.” (pp. 68-69)

[La cursiva pertenece a la cita.]

“Sólo una vez habló de morir. Fue junto a un lago suizo mientras el horizonte crepuscular se las daba de obra maestra de la pintura: «No te sobreviviría un minuto», me confesó. «Para mí eres el mundo. Me siento morir cada vez que te pierdo de vista.» Aquella noche estaba deslumbrante con su vestido blanco. Los hombres sentados a nuestro alrededor en la terraza del restaurante se la comían con los ojos. El lago parecía inspirarse en su lozanía para dar lustre a la noche...” (pp. 72-73)

"Mi padre me decía: «Miente quien te cuente que existe una sinfonía mayor que el hálito que te anima, pues en el fondo odia lo mejor que hay en ti, que es la posibilidad de sacar provecho a cada instante de tu vida. Si partes del principio de que tu peor enemigo es aquel que intenta sembrar el odio en tu corazón, ya tienes media felicidad ganada. No tendrás más que tender la mano para coger lo demás. Y recuerda bien esto: no hay nada, absolutamente nada por encima de tu vida... Y tu vida no está por encima de la de los demás».
No lo he olvidado
Lo he convertido incluso en mi lema, convencido de que cuando los hombres se hayan adherido a esta lógica habrán alcanzado por fin la madurez." (p. 92)

“En Jerusalén, la gente, por superstición, se muestra muy prudente por la mañana: se cree que lo primero que se hace y dice al levantarse determina el resto del día.” (p. 144)