Richard Dawkins
EL RELOJERO CIEGO
Barcelona, 1989, Labor.
“Nuestros cerebros fueron diseñados para comprender la caza y la recolección, el aparcamiento y la reproducción: un mundo de objetos de tamaño medio moviéndose en tres dimensiones con una velocidad moderada. Estamos mal equipados para comprender lo muy pequeño y lo muy grande; cosas cuya duración se mide en picosegundos o en gigaaños; partículas que no tienen posición; fuerzas y campos que no podemos ver o tocar, que conocemos sólo porque afectan a las cosas que podemos ver o tocar. Pensamos que la física es compleja porque nos resulta difícil de entender y porque los libros de física están llenos de complejos cálculos matemáticos. Pero los objetos que estudian los físicos son básicamente, y a pesar de todo, objetos simples. Son nubes de gases o pequeñas partículas, o conjuntos de materia uniforme como los cristales, con patrones atómicos repetidos prácticamente de manera infinita. No tienen, de acuerdo con los patrones biológicos, partes complejas. Incluso los grandes objetos físicos como las estrellas están formados por un conjunto de elementos bastante limitado, ordenados más o menos al azar. El comportamiento de los objetos físicos, no biológicos, es tan simple que es posible usar el lenguaje matemático existente para describirlo, y es por ello por lo que los libros de física están llenos de cálculos.” (p. 2)
“Si uno pasea arriba y abajo por una playa pedregosa, observará que las piedras no están ordenadas al azar. Las piedras más pequeñas tienden a encontrarse en zonas segregadas que discurren a lo largo de la playa, mientras que las más grandes están en zonas o franjas diferentes. Las piedras han sido clasificadas, ordenadas, seleccionadas. Una tribu que viviese cerca de la costa podría maravillarse ante esta prueba de clasificación u ordenamiento del mundo, y podría desarrollar un mito para explicarlo, atribuyéndolo, quizás, a un Gran Espíritu celestial con una mente ordenada y un gran sentido del orden. Podríamos sonreír con indiferencia ante esta idea supersticiosa, y explicar que, en realidad, el ordenamiento se debe a las fuerzas ciegas de la física, en este caso, la acción de las olas. Las olas no tienen ninguna finalidad, ni intención, ni una mente ordenada, no tienen mente. Simplemente, empujan las piedras con energía, y según éstas sean grandes o pequeñas responderán de manera diferente a este ira tratamiento, de manera que terminen a diferentes niveles de la playa. A partir de un gran desorden se origina un poco de orden, sin que lo planifique ninguna mente.” (p. 33)
“El fallo del argumento descansa en la inferencia de que, debido a que la vida se ha originado aquí, no puede ser demasiado improbable. Se observará que contiene implícita la hipótesis de que cualquier cosa que suceda en la Tierra es probable que haya ocurrido en cualquier otra parte del universo, y esto resume la cuestión. En otras palabras, esa clase de argumento estadístico, de que debe de haber vida en cualquier lugar del universo porque hay vida aquí, da por sentada la tesis que se está tratando de probar. Ello no significa que la conclusión de que existe vida en el resto del universo sea necesariamente errónea.” (p. 109)
[La cursiva pertenece al texto.]
“La mente humana es una fábrica inveterada de analogías. Nos sentimos compulsivamente atraídos a ver un significado en ligeras similitudes entre procesos muy diferentes. […] El científico que triunfa y el loco extravagante están separados por la calidad de sus inspiraciones. Pero sospecho que, en la práctica, esto equivale a una diferencia, que no reside tanto en la capacidad de observar analogías como en la de rechazar las absurdas y perseguir las útiles.” (p. 149)
EL RELOJERO CIEGO
Barcelona, 1989, Labor.
“Nuestros cerebros fueron diseñados para comprender la caza y la recolección, el aparcamiento y la reproducción: un mundo de objetos de tamaño medio moviéndose en tres dimensiones con una velocidad moderada. Estamos mal equipados para comprender lo muy pequeño y lo muy grande; cosas cuya duración se mide en picosegundos o en gigaaños; partículas que no tienen posición; fuerzas y campos que no podemos ver o tocar, que conocemos sólo porque afectan a las cosas que podemos ver o tocar. Pensamos que la física es compleja porque nos resulta difícil de entender y porque los libros de física están llenos de complejos cálculos matemáticos. Pero los objetos que estudian los físicos son básicamente, y a pesar de todo, objetos simples. Son nubes de gases o pequeñas partículas, o conjuntos de materia uniforme como los cristales, con patrones atómicos repetidos prácticamente de manera infinita. No tienen, de acuerdo con los patrones biológicos, partes complejas. Incluso los grandes objetos físicos como las estrellas están formados por un conjunto de elementos bastante limitado, ordenados más o menos al azar. El comportamiento de los objetos físicos, no biológicos, es tan simple que es posible usar el lenguaje matemático existente para describirlo, y es por ello por lo que los libros de física están llenos de cálculos.” (p. 2)
“Si uno pasea arriba y abajo por una playa pedregosa, observará que las piedras no están ordenadas al azar. Las piedras más pequeñas tienden a encontrarse en zonas segregadas que discurren a lo largo de la playa, mientras que las más grandes están en zonas o franjas diferentes. Las piedras han sido clasificadas, ordenadas, seleccionadas. Una tribu que viviese cerca de la costa podría maravillarse ante esta prueba de clasificación u ordenamiento del mundo, y podría desarrollar un mito para explicarlo, atribuyéndolo, quizás, a un Gran Espíritu celestial con una mente ordenada y un gran sentido del orden. Podríamos sonreír con indiferencia ante esta idea supersticiosa, y explicar que, en realidad, el ordenamiento se debe a las fuerzas ciegas de la física, en este caso, la acción de las olas. Las olas no tienen ninguna finalidad, ni intención, ni una mente ordenada, no tienen mente. Simplemente, empujan las piedras con energía, y según éstas sean grandes o pequeñas responderán de manera diferente a este ira tratamiento, de manera que terminen a diferentes niveles de la playa. A partir de un gran desorden se origina un poco de orden, sin que lo planifique ninguna mente.” (p. 33)
“El fallo del argumento descansa en la inferencia de que, debido a que la vida se ha originado aquí, no puede ser demasiado improbable. Se observará que contiene implícita la hipótesis de que cualquier cosa que suceda en la Tierra es probable que haya ocurrido en cualquier otra parte del universo, y esto resume la cuestión. En otras palabras, esa clase de argumento estadístico, de que debe de haber vida en cualquier lugar del universo porque hay vida aquí, da por sentada la tesis que se está tratando de probar. Ello no significa que la conclusión de que existe vida en el resto del universo sea necesariamente errónea.” (p. 109)
[La cursiva pertenece al texto.]
“La mente humana es una fábrica inveterada de analogías. Nos sentimos compulsivamente atraídos a ver un significado en ligeras similitudes entre procesos muy diferentes. […] El científico que triunfa y el loco extravagante están separados por la calidad de sus inspiraciones. Pero sospecho que, en la práctica, esto equivale a una diferencia, que no reside tanto en la capacidad de observar analogías como en la de rechazar las absurdas y perseguir las útiles.” (p. 149)