lunes, 20 de febrero de 2017

Rosa Montero
LA CARNE
Barcelona, 2016, Alfaguara.



“-Ser maldito es saber que tu discurso no puede tener eco, porque no hay oídos que lleguen a entenderte. En esto se parece a la locura -soltó de repente Soledad-. Ser maldito es no coincidir con tu tiempo, con tu clase, con tu entorno, con tu lengua, con la cultura a la que se supone que perteneces. Ser maldito es desear ser como los demás pero no poder. Y querer que te quieran pero sólo producir miedo o quizá risa. Ser maldito es no soportar la vida y sobre todo no soportarte a ti mismo.
    Todo el mundo estaba de pie, en silencio, mirándola. Seguramente estaban pensando: a qué viene ahora todo esto. Eso también era propio de los malditos. Provocar incomodidad con su mera presencia.” (p. 24)

“Odiaba que le plantearan esa cuestión, porque cuando respondía no, ese no tan irreversible ya a su edad, ese no que significaba no sólo que no tenía hijos, sino que ya no los tendría jamás y que por consiguiente tampoco tendría nietos; ese no que la marcaba como mujer no madre y que la lanzaba a la playa de los desheredados, como un resto sucio de tormenta marina, porque los prejuicios sociales eran inamovibles en ese punto y toda hembra sin hijos seguía siendo vista como una rareza, una tragedia, mujer incompleta, media persona;” (pp. 106-107)