lunes, 30 de septiembre de 2019

Peter Novick
JUDÍOS, ¿VERGUENZA O VICTIMISMO? (VI)
El Holocausto en la vida americana
Madrid, 2007, Marcial Pons.



“En una encuesta sobre el conocimiento público de la Segunda Guerra Mundial, el 97% de los encuestados sabía qué era el Holocausto. Una cifra considerablemente superior a la de los que podían identificar Pearl Harbor o la de los que sabían que Estados Unidos había arrojado una bomba atómica sobre Japón, y mucho mayor que el 49% que sabía que la Unión Soviética luchó junto a los estadounidenses durante la guerra. Pero ¿qué significa «conocer lo que fue el Holocausto» para esa parte de la población -más de un tercio, según una encuesta reciente- que o bien no sabía que tuvo lugar durante la Segunda Guerra Mundial o bien «sabía» que no ocurrió en ese período?. Esta última conclusión no desalentó a la directora temporal del Museo del Holocausto de Washington, que declaró a a un reportero: «¿Acaso le sorprende eso en un país que no sabe dónde está México?» (citaba una encuesta de Gallup que descubrió que casi la mitad de los estadounidenses no podía situar México en un mapa). En cierto modo es una réplica bastante justa: probablemente, ni siquiera la mayoría de los estadounidenses con carrera universitaria podría decir muchas cosas coherentes sobre la Revolución Americana o la Guerra Civil de Estados Unidos. Pero plantea una cuestión (imposible de responder): ¿cuántos estadounidenses tienen un conocimiento del Holocausto que vaya más allá de una serie de frases televisivas sentenciosas e inconexas? Sólo podemos contestar: algunos.” (p. 253)

domingo, 29 de septiembre de 2019



Peter Novick
JUDÍOS, ¿VERGUENZA O VICTIMISMO? (V)
El Holocausto en la vida americana
Madrid, 2007, Marcial Pons.



“Quizá lo más enervante de todo para los armenios -dado lo dispuesto que había estado el Congreso de Estados Unidos a lanzar proclamas y a destinar fondos a conmemorar el Holocausto- fuera que los diplomáticos israelíes y destacados activistas judíos estadounidenses se unieran para derrotar una resolución de esa cámara que conmemoraba el genocidio armenio. Destacadas organizaciones judías, que en principio proyectaban apoyar la resolución, dieron marcha atrás y guardaron silencio en respuesta a las exhortaciones de Israel. Un veterano dirigente judío explicó lo que motivó sus presiones contra la resolución: «Muchos sostienen que el Holocausto fue simplemente un acontecimiento terrible, ni único ni singular. Comparar... la situación de los armenios [en 1915] con los judíos de Europa entre 1933 y 1939 es una peligrosa invitación al revisionismo sobre el Holocausto... Si los judíos dicen que cualquier acontecimiento terrible... es un genocidio, ¿por qué habría de creer el mundo que el Holocausto es particular?».” (p. 213)

“Los negros […] no tenían mucho interés en establecer comparaciones con otros lugares del mundo. Se quejaban de que en Estados Unidos el grupo que, con mucha diferencia, tenía más privilegios, estaba utilizando crímenes cometidos en Europa para superar otros cometidos en Estados Unidos y utilizarlos contra el grupo que, con igual diferencia, era el más desfavorecido. El resentimiento se agudizó cuando, en las décadas posteriores, fue reduciéndose la preocupación por los sufrimientos de los negros y aumentando el interés por el dolor de los judíos. La principal afrenta simbólica fue que mientras que los judíos tenían un museo sufragado con fondos federales que rendía homenaje a su condición de víctimas, las propuestas de establecer un museo de la experiencia negra nunca llegaron al Congreso. Los negros eran muy conscientes de la ironía, también señalada por algunos analistas judíos. La riqueza y la influencia política de los judíos estadounidenses fueron los factores que les capacitaron para colocar en el Mall de Washington un monumento a su debilidad y vulnerabilidad. Los que seguían siendo débiles y vulnerables -los oprimidos aquí y no en otro lugar- carecían de medios para llevar a buen término esa empresa.” (p. 215)

“...la propia idea de unicidad es fatua, ya que cualquier acontecimiento -una guerra, una revolución, un genocidio- tiene rasgos relevantes que comparte con otros hechos con los que podría compararse y rasgos que le diferencian de los demás. Sólo podría decirse que un acontecimiento es único -y no ciertos rasgos del mismo- recurriendo a la manipulación, es decir, seleccionando deliberadamente uno o varios elementos distintivos del mismo y trivializando o barriendo bajo la alfombra lo que comparte con otros acontecimientos con los que podría compararse.” (p. 216)



viernes, 27 de septiembre de 2019


Félix J. Palma
EL MAPA DEL TIEMPO (I)
Sevilla, 2009, Algaida.



“Merrick pertenecía a esa clase de lectores que lograban olvidar con terrible facilidad que había una mano moviendo la cruceta de los personajes que bailaban en esos teatritos que eran las novelas. Durante su infancia, él también había sido un lector así. Pero un día decidió ser escritor y desde ese momento le resultó imposible sumergirse en las historias de los libros con aquel inocente abandono: había comprendido que los actos e impresiones de los personajes no les pertenecían. Todas sus acciones y pensamientos respondían en realidad al dictado de un ser superior, de alguien que, en la soledad de una habitación, manipulaba las piezas que él mismo había dispuesto sobre el tablero, generalmente con un terrible desafecto que no se correspondía con las emociones que pretendía provocar en los lectores. Las novelas no eran pedazos de vida, sino artefactos más o menos regulados cuya función era reproducir pedazos de vidas, pero unas vidas irreales, perfeccionadas, donde los tiempos muertos y los actos infructuosos y vanos que construyen cualquier existencia habían sido sustituidos por episodios emocionantes y significativos. A veces, Wells añoraba esa manera de leer despreocupada de la infancia pero, tras aquella mirada entre bambalinas, ya solo podía leer así haciendo un gran esfuerzo de sugestión. Una vez escribías tu primera historia, no había marcha atrás. Te habías convertido en un embaucador, e inevitablemente solo podías mostrar recelo ante los demás embaucadores.” (p. 178)

“A través de la ventanita del coche, contempló la circundante oscuridad, que empezaba a flamear bajo el empuje del día. Del mismo modo que el tejido de una chaqueta se desgasta en los codos, también la noche comenzaba a dehilacharse por una de las esquinas del cielo, cuya negrura se iba tornando lentamente de un azul cada vez menos oscuro, hasta que un lívido resplandor comenzó a esculpir parsiomoniosamente el mundo.” (p. 236)


Élmer Mendoza
BALAS DE PLATA
Barcelona, 2008, Tusquets.



“Era Briseño: Acelera, no le hagan necropsia, que Balística y el forense trabajen rápido. ¿Qué sucede? Así lo quiere su padre, el ingeniero Canizales, ex de la Secretaría de Agricultura, me acaba de llamar el procurador Bracamontes para pedirme que seamos expeditos y entreguemos el cuerpo en cuanto aparezca la familia. ¿Aunque tenga toda la facha de ser un asesinato? No importa, tómalo como si fuera muerte natural. Okey. Pasó la orden a Montaño y a los técnicos que se lo tomaron con naturalidad. En sus departamentos podía pasar y pasaba cualquier cosa. Solamente terminarían de levantar las huellas dactilares.” (pp. 25-26)

“En la puerta de la casa más cercana una mujer observaba. ¿Cómo amaneció? Con esta sorpresa, ¿oiga no piensan acabar con la violencia?; yo escucho a los políticos, a los policías, a los soldados prometiendo cosas, pero los encobijados no acaban, todos dicen que van a terminar con la violencia y es pura baba de perico, ¿adónde vamos a llegar?; vea nomás lo que le hicieron a este pobre muchacho, ¿qué culpa tenía? ¿Usted fue la que llamó a la Jefatura? Ni loca, ahí luego la traen a una en sus vueltas que termina por no tener ni para los camiones para ir a declarar, en este país la justicia está en manos de los delincuentes y mientras ustedes, los del Gobierno, se hagan de la vista gorda, vamos a seguir igual. ¿A qué hora vio el cadáver? Como a las siete, la que lo vio primero fue Artemisa, esa gordita de la blusa floreada y pelo largo, me gritó para que saliera; ella fue la que llamó. ¿Escuchó algo? Un disparo, pero como hay tantos, nunca creí que lo hubieran hecho frente a mi casa, y a un muchacho tan joven, pobre madre. ¿Alguien de su familia vio algo? Nadie, todos tienen el sueño pesado y mi esposo no vino a dormir. No quisiera estar en sus zapatos cuando llegue. ¿Y usted quién es para decir eso?, mire, cabrón, con mi marido no se meta, ya quisiera tener un pelo de él, y esta es su casa y puede llegar cuando quiera y a la hora que quiera, que para eso tiene vieja que lo espere, ¿me oyó?, y ahora lárguese. ¿Dónde estaba Gris Toledo? Le marcó de nuevo. Nada. Ella sabía cómo tratar a viejas histéricas.” (pp. 160-161)






Peter Novick
JUDÍOS, ¿VERGUENZA O VICTIMISMO? (IV)
El Holocausto en la vida americana
Madrid, 2007, Marcial Pons. 



“El año 1945 no sólo trajo consigo la revelación absoluta de los horrores de los campos de exterminio, sino otro horror adicional. Entre los estadounidenses, Hiroshima tuvo un impacto mucho mayor, y más duradero, por razones perfectamente sensatas y en absoluto relacionadas con la «atrocidología comparada». Si el Holocausto representaba la era que acababa de terminar, Hiroshima como símbolo de la devastación nuclear, definía el presenta y el futuro. A diferencia del Holocausto, Hiroshima sí parecía conllevar lecciones urgentes para los estadounidenses, lo cual convertía en vergonzoso el hecho de apartar la vista. Para muchos, entre ellos destacados sacerdotes, al contemplar las imágenes de los muertos y mutilados de Hiroshima la lección que se extraía era: «Dios, perdónanos». Para casi todos los estadounidenses la lección era: «Dios, podríamos ser nosotros».” (pp. 126-127) 
 
“Elliot Cohen, director de Commentary, crítico la película Crossfire [Encrucijada de odios], de 1947, que trataba de la muerte de un judío a manos de un soldado antisemita. Según él, habría sido mejor que los productores encontraran un «personaje humano más vigoroso para su judío, que la típica y eterna víctima indefensa de la fuerza bruta».
       «La exhibición de sadismo y de carnicería no causa inmediatamente repugnancia y rechazo. Por el contrario, puede convertir en familiar y acostumbrado lo prohibido y lo horrible, vinculando las emociones ocultas con la acción abierta... Más de un observador atento cree que las espantosas y penosas imágenes de los noticiarios de Buchenwald suscitaron emociones muy ambiguas; el hecho de ver cadáveres de judíos amontonados como carne de matanza abarataba la vida judía».” (pp. 138-139)

“La esperanza de vida de las memorias en nuestra sociedad parece muy reducida. Cuando las circunstancias vitales cambian con la velocidad que lo hacen actualmente, muy pocas memorias pueden conectar con un estado inalterable. En ningún lugar esto es más cierto que en Estados Unidos, esa nación tristemente famosa por su dedicación al «ahora» y su carácter amnésico. […] A algunos de mis colegas les sigue chocando que los nuevos alumnos no sepan nada de cuestiones de «historia
antigua»  como la Guerra de Vietnam o el caso Watergate. Reconocen -a regañadientes porque les hace sentirse viejos- que esas cosas ocurrieron antes de que nacieran esos alumnos, pero replican que los padres de esos muchachos sí las vivieron; «¡deben de haberles hablado de ellas!». Quizá los padres lo hicieran, pero sus hijos no escucharon (como suelen hacer). Estamos muy lejos de la concepción tradicional de la transmisión de memorias colectivas, por no hablar de las que duran durante siglos.” (p. 290)



John P. Meier
UN JUDÍO MARGINAL. NUEVA VISIÓN DEL JESÚS HISTÓRICO (I)
(Tomo II / 1; 2ª parte: Juan y Jesús. El reino de Dios)
Estella, 2001, Verbo Divino.



“La historia habla de otros grandes líderes y pensadores religiosos, cuya personalidad carismática y poderoso verbo los hicieron más conocidos que su coherencia lógica. Un historiador puede preguntarse si grandes filósofos como Epicteto o Spinoza fueron siempre coherentes en sus afirmaciones sobre Dios; pero también puede plantearse la misma cuestión con respecto a las declaraciones de Jesús sobre el reino. Además, la tendencia de la mentalidad occidental moderna a considerar las cosas desde la coherencia lógica puede ser válida al enjuiciar los escritos sistemáticos de un Spinoza; pero […] está fuera de lugar en el caso de un predicador judío itinerante y taumaturgo del siglo I. Nuestra preocupación por el principio de no contradicción seguramente habría suscitado una sonrisa de extrañeza en Jesús y sus oyentes.” (pp. 535-536)
Peter Novick
JUDÍOS, ¿VERGUENZA O VICTIMISMO? (III)
El Holocausto en la vida americana
Madrid, 2007, Marcial Pons.


“La Segunda Guerra Mundial era la «guerra buena», que había enfrentado a las fuerzas de la decencia humana con el régimen más criminal que el mundo hubiera conocido nunca. El aura virtuosa de los Aliados se extendía a nuestros socios soviéticos, principales protagonistas de la derrota de Alemania y los que más pérdidas habían sufrido. Durante la guerra, la prensa retrataba a la Unión Soviética en términos elogiosos: aunque estaba claro que en muchos sentidos no era como Estados Unidos, seguía siendo uno de los «nuestros», y contrastaba no sólo moral sino moralmente con «ellos». 
   Todo esto cambió con increíble velocidad después de 1945. Los rusos dejaron de ser aliados indispensables para transformarse en enemigos implacables, mientras que los alemanes experimentaban un cambio en sentido inverso. En 1945 los estadounidenses habían ovacionado a las fuerzas soviéticas que reducían Berlín a escombros; en 1948 organizaban el puente aéreo que defendía a los «aguerridos berlineses» de la amenaza soviética. La apoteosis del mal -la encarnación de la depravación sin límites- se había reubicado y había que movilizar a la opinión pública para que aceptara la nueva visión del mundo. Los símbolos que reforzaban la antigua concepción ya no eran funcionales. En realidad, ahora eran tremendamente disfuncionales y recordaban a los estadounidenses lo poco que hacía que nuestros aliados habían sido considerados monstruos.” (pp. 101-102)

Peter Novick
JUDÍOS, ¿VERGUENZA O VICTIMISMO? (II)
El Holocausto en la vida americana
Madrid, 2007, Marcial Pons.


“Hablar de «los judíos estadounidenses» como una sola entidad es torcerse desde el principio. Todavía más engañoso resulta hablar, como hacen muchos en relación con esos años, de la «comunidad judía estadounidense». La utilización de la palabra «comunidad» se ha convertido en algo habitual en las últimas décadas, pero es un término creativo: una aspiración o una exhortación, no una descripción. Desde finales de la década de 1960 se puede decir que la inmensa mayoría de los judíos de Estados Unidos están unidos en su apoyo a Israel, y esto ha producido, si no una «comunidad», por lo menos algo que sí se parece levemente a la unidad. Sin embargo, a comienzos de los años cuarenta no había ninguna creencia común que uniera a «los judíos de Estados Unidos», que, además, presentaban una diversidad social bastante más considerable de la que tendrían posteriormente.” (p. 44)

“Con frecuencia, la vinculación que se establece es de índole sobrenatural. Para muchos judíos tradicionales, tanto el Holocausto como el nacimiento de Israel eran (como todo lo demás) parte del plan divino y, quizá, de otra manera, augurios del día de la redención. Hoy en día, la mayoría de los judíos menos tradicionales rechaza esta perspectiva junto con la idea de que Israel era -o que lo fuera cualquier otra cosa- una compensación divina por el Holocausto. Sin embargo, la idea de que hay algún tipo de vínculo o nexo causal sigue estando muy difundida.” (p. 84)

“Desde el comienzo del régimen de Hitler, Ben Gurión, guiado por lo que su biógrafo califica de «su filosofía del... desastre benéfico», había insistido en que «nos interesa utilizar a Hitler... para construir nuestro país»; «cuanto peor sea la desgracia, mayor será la fuerza del sionismo». En octubre de 1942 le dijo a la Ejecutiva Sionista: «El desastre es fuerza si se canaliza en una dirección constructiva; el secreto del sionismo radica en saber canalizar nuestro desastre, no hacia el desaliento y la degradación, como en la diáspora, sino para lograr una fuente de creatividad y aprovechamiento.»” (p. 93)






Antonio Colinas
LA SIMIENTE ENTERRADA: un viaje a China (II)
Madrid, 2008, Siruela.



“Este aire húmedo y contaminado, febril de Xi'an me hizo pensar en la llamada «niebla amarilla», una gigantesca nube tóxica que, según los estudiosos de la atmósfera, contiene cenizas, sulfatos, ácidos y gases en suspensión, además de otras partículas. Se extiende sobre el sudoeste de Asia y afecta a varios países, pero con los ciclones se desplaza con facilidad de unos a otros. Una nube contaminadora que, al contrario de los gases del efecto invernadero, provoca enfriamiento y aridez en la tierra; una nube que tiene sus epicentros en las grandes zonas industriales de Shanghai, Calcuta, Bombay, Delhi, y en otras de Corea o de Tailandia. La «niebla amarilla» puede llegar a alcanzar los tres kilómetros de espesor. Esta especie de «sombrilla» de suciedad disminuye notablemente la llegada de la luz solar y afecta a la fotosíntesis de las plantas y, en cnsecuencia, a la agricultura y a la salud humanas. No debe insistir aquí en otras posibles consecuencias escalofriantes.” (p. 115)

“Cuando Goethe le daba a Eckermann, su secretario, su opinión sobre la poesía china se quedaba sólo en lo más epidérmico de ésta, por no decir que se equivocaba de lleno, como tantas otras personas que no comprenden su sentido simbólico. Goethe ignora la sustancia del poema chino y habla, con ironía, a la ligera, de «pececillos dorados», de «estanques», de «pajarillos que pían» y de la «luna», sin saber que estos engañosos elementos no conforman una estética de lo superficial, sino una simbología. El mundo -incluido el elemental que aparece en tantos poemas chinos- es demasiado claro para que lo entendiese el «gran alemán».” (p. 149)

viernes, 13 de septiembre de 2019

Peter Novick
JUDÍOS, ¿VERGUENZA O VICTIMISMO? El Holocausto en la vida americana (I)
Madrid, 2007, Marcial Pons.



"¿Qué diferencia realmente a los judíos de Estados Unidos de sus conciudadanos? ¿En qué puede asentarse una identidad judía diferenciada en Estados Unidos? En estos tiempos, los judíos estadounidenses no pueden definir su carácter judío amparándose en creencias religiosas específicamente judías, ya que la mayoría no tiene creencias que puedan denominarse así. No pueden definirlo en función de rasgos culturales específicamente judíos, ya que la mayoría tampoco los tiene. En ocasiones se dice que los judíos estadounidenses están unidos por su sionismo, pero, si lo tienen, es escaso y abstracto: la mayoría nunca ha visitado Israel; la mayoría coopera poco con ese país y sabe aún menos de él. En cualquier caso, en los últimos años las políticas israelíes han escandalizado alternativamente a laicos y religiosos, halcones y palomas, lo cual no es una base muy satisfactoria para la unidad. Lo que los judíos estadounidenses tienen en común es la conciencia de que, si no hubiera sido por la emigración de sus padres o (más frecuentemente) de sus abuelos o bisabuelos, habrían corrido la misma suerte que los judíos de Europa. Dentro de una comunidad judía estadounidense cada vez más diversa y dividida, este hecho se ha convertido en la base histórica de un lema repetido sin cesar pero empíricamente dudoso: «Somos uno»." (p. 19)
[Las cursivas pertenecen al texto.]


Julián Díez y Fernando Ángel Moreno
HISTORIA Y ANTOLOGÍA DE LA CIENCIA FICCIÓN ESPAÑOLA
Madrid, 2014, Cátedra.



“La especie humana perecía. Miles de siglos antes de que extinto el Sol, congelado el planeta, fuese la Tierra inhabitable, ya el hombre, nostálgico de reposo perenne en este perenne flujo y reflujo de la substancia universal, había acabado. La Tierra estaba desierta.
   Los hombres eran muertos. Poco a poco los mató el hastío de las bienandanzas que la ciencia, la industria y el arte realizaron al trocar en realidad presente el ensueño de pensadores prehistóricos. 

  Poco a poco, predicado y afirmado el generoso altruismo, fueron desapareciendo del trato humano la ambición, la envidia, la crueldad, la ira, los celos, la codicia. Y los hombres, sojuzgadas las fuerzas de la Naturaleza, dueños del complicado tecnicismo del arte, amándose todos, trabajadores todos y fuertes todos, vivían, sin odios y sin pasiones, sin el ensueño de la esperanza y sin la voluptuosidad del desconsuelo, dichosos en la Naturaleza y en el arte. De este modo, transcurrieron cuatro, seis, diez siglos. Inactivos, quieto el pensamiento y sosegados los músculos, fiado todo el trabajo terrestre a la maquinaria triunfadora, paseábanse los felices humanos hora tras hora, día tras día, año tras año, siempre igual, sin esperanzas de mudación, por sus ciudades y por sus campos. Ni la Naturaleza en sus paisajes, de todos conocidos, ni el arte en sus obras maestras, por todos admiradas, lograban despertar en nadie un nuevo estremecimiento estético.
   La vida se había simplificado. No había derecho porque no había deber, no había deber porque no había coacción, no había justicia porque no había iniquidad, no había verdad porque no había error, no había belleza porque no había fealdad...
  Desaparecidos los irreductibles antagonismos que en las viejas sociedades dieron nacimiento a las ideas absolutas, las ideas absolutas —Verdad, Belleza, Justicia— eran desconocidas de las nuevas generaciones. ¿Cómo pudiera conocer la luz quien nunca hubiese conocido las sombras? ¿Cómo pudiera conocer el movimiento quien nunca hubiese conocido el reposo? ¿Cómo pudiera conocer el placer quien nunca hubiese conocido el dolor?
  Así, mientras el dolor —que es error, que es fealdad, que es injusticia— se desintegraba de la vida, la vida se reducía de sus antiguos grandiosos límites: y así —por paradoja extraordinaria— la amplia y fecundadora ley del progreso tornábase en deprimente ley de ruina y acabamiento. La tierra se despoblaba. Cansada e inactiva, la especie humana desaparecía de siglo en siglo.
   Y llegó un momento supremo en que solo un hombre sobrevivió a la humanidad muerta.” (pp. 147-148)

[El texto pertenece al relato de Azorín, El fin del mundo, publicado en 1901.]


Antonio Colinas
LA SIMIENTE ENTERRADA: un viaje a China (I)
Madrid, 2008, Siruela.



“Se le recuerda también a Mao sentado en una escalera de la biblioteca devorando libros y más libros, preferentemente los de los poetas clásicos chinos y persas. Devorador de libros como Lenin, que se llevaba los libros de las bibliotecas en cestos al campo. Ellos entraron en las lecturas, pero ¿las lecturas entraron en ellos? Suele resonar mucho en las biografías de los grandes dirigentes la música eterna de los versos, pero podía más en ellos aquella otra música -irrefrenable- del instinto atávico que desea «cambiar» el mundo al precio que sea: el afán de proyectar la psique sobre los otros, más allá del lógico y loable afán de justicia que persiguen los seres humanos.” (p. 30)

“A unos pocos metros de las grandes avenidas con rascacielos, un viejo jardinero recoge en su arcaico carromato, con su escobón hecho de matojos, las hojas caídas. Como en el siglo pasado, o como hace muchos siglos. Y, viéndolo, recuerdo haber leído en algún viejo texto que, a veces, los chinos, por simples razones estéticas, gustaban de no recoger del todo las hojas de sus árboles: las dejaban un tiempo sobre el suelo o las escalinatas como simple expresión de lo bello que moría.” (p. 43)

Noam Chomsky
¿QUIÉN DOMINA EL MUNDO? (II)
Barcelona, 2016, Ediciones B.



“Los líderes chinos se dan cuenta de que las rutas de comercio marítimo de su país están llenas de potencias hostiles, desde Japón hasta el estrecho de Malaca y más allá, respaldadas por una abrumadora fuerza militar estadounidense. En consecuencia, China está procediendo a expandirse hacia el oeste con amplias inversiones y cuidadosos movimientos hacia la integración. En parte, estos hechos se enmarcan en la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), de la que forman parte Rusia y los Estados de Asia central, y pronto la India y Pakistán; Irán es uno de los observadores, un estatus que se le negó a Estados Unidos, al que también se le pidió que desmantelara todas sus bases militares en la región. China está construyendo una versión modernizada de las viejas rutas de la seda con la intención no solo de integrar la región bajo su influencia, sino también de alcanzar Europa y las zonas productoras de petróleo de Oriente Próximo. Está dedicando enormes sumas a la creación de un sistema energético y comercial integrado en Asia, con muchos ferrocarriles de alta velocidad y oleoductos.” (p. 303)

jueves, 5 de septiembre de 2019



Noam Chomsky
¿QUIÉN DOMINA EL MUNDO? (I)
Barcelona, 2016, Ediciones B.


“Los más vulgares apologistas de los crímenes de Estados Unidos e Israel explican solemnemente que, mientras que los árabes matan civiles a propósito, Estados Unidos e Israel, como son sociedades democráticas, no pretenden hacerlo. Las muertes que provocan son accidentales, de ahí que no alcancen el nivel de depravación moral de sus adversarios. Esa fue, por ejemplo, la posición del Alto Tribunal de Justicia de Israel cuando recientemente autorizó el severo castigo colectivo del pueblo de Gaza privándolo de electricidad (y, por tanto, también de agua, servicios de saneamiento y otros aspectos básicos de la vida civilizada). Esa misma línea de defensa se usa para disculpar algunos de los pecadillos pasados de Washington, como el ataque con misiles que en 1998 destruyó la planta farmacéutica de al-Shifa en Sudán. El ataque terminó por provocar la muerte de decenas de miles de personas, pero, por lo visto, sin la intención de matarlas, de ahí que no fuera un crimen del orden de las muertes intencionadas.  
   En otras palabras, podemos distinguir tres categorías de crímenes: asesinato con intención, asesinato accidental y asesinato con premeditación pero sin intención específica. Por lo general las atrocidades de Israel y Estados Unidos se encuadran en esta tercera categoría. Así pues, cuando Israel destruye la red eléctrica de Gaza o levanta barreras que impiden viajar en Cisjordania, no tiene la intención expresa de matar a gente en particular que morirá por el agua contaminada o en ambulancias que no pueden llegar a los hospitales. Y cuando Bill Clinton ordenó el bombardeo de la planta de al-Shifa, era obvio que eso conduciría a una catástrofe humanitaria. Human Rights Watch informó de ello de inmediato y proporcionó detalles; no obstante, Clinton y sus asesores no pretendían matar a personas concretas entre aquellos que inevitablemente morirían cuando se destruyeron la mitad de los suministros farmacéuticos en un país pobre de África que no podía reponerlos. Ellos y sus defensores pensaban en los africanos como nosotros en las hormigas que aplastamos al caminar por una calle. Somos conscientes, si nos molestamos en pensarlo, de que es probable que ocurra, pero no pretendemos matarlas porque no merecen tanta consideración. Huelga decir que es muy diferente la consideración de los ataques comparables de arabushim en zonas habitadas por seres humanos.” (pp. 44-45)

L. Pauwels y J. Bergier
LA REBELIÓN DE LOS BRUJOS
Barcelona, 1973, Plaza & Janés.


 
“Echemos un nuevo vistazo a nuestro propio tiempo. ¡Cuán poco espacio ocupa la pasión del saber! ¡Y qué extensión más grande el afán y la necesidad de saber hacer! Nuestro mundo técnico seguiría su marcha ascensional durante años, durante siglos, aunque toda nuestra ciencia se detuviese mañana en el punto alcanzado, y aunque se olvidasen los principios generales. La ciencia intervino muy tardíamente en la técnica, y no sin encontrar resistencia, pues la impaciencia del hacer tolera mal los engorros del saber. Desde luego, el conocimiento de las leyes de la Naturaleza permite actuar sobre ésta. La ciencia delegó sus poderes en los prácticos, en ingenieros científicamente instruidos. Pero la acción sobre la Naturaleza demuestra, a veces, que aquel conocimiento es falso, o insuficiente, o más sencillamente, indiferente. El inventor no pertenece al mundo de las leyes, sino al de los actos. No es una mente ilustrada. Es una mente inflamada por la voluntad de poder inmediato. Su fuego interior le impulsa a triunfar, con independencia de que la Ciencia considere realizable o irrealizable su proyecto. […] La imagen del «gran sabio», que resplandeció durante un siglo, está perdiendo consistencia. El gran sabio pertenece a una especie cada día más rara. Arrastrado por la ola, o, más estúpidamente, por los deberes administrativos, este tipo de hombre, que se entregó a una vocación casi religiosa en favor de la inteligencia pura, justamente orgulloso de su saber, absorto en ideas generales, preocupado por las consecuencias de su trabajo, está quedando anticuado. Por otra parte, es significativo que, en la actualidad, se sustituya la palabra «sabio» por la de «investigador». Lo cual no es efecto de la modestia. Lo que ocurre es que el «investigador» pertenece ya a otra raza, más estrechamente especializada y orientada por entero hacia el saber hacer.” (pp. 244-245)