domingo, 29 de septiembre de 2019


Peter Novick
JUDÍOS, ¿VERGUENZA O VICTIMISMO? (V)
El Holocausto en la vida americana
Madrid, 2007, Marcial Pons.



“Quizá lo más enervante de todo para los armenios -dado lo dispuesto que había estado el Congreso de Estados Unidos a lanzar proclamas y a destinar fondos a conmemorar el Holocausto- fuera que los diplomáticos israelíes y destacados activistas judíos estadounidenses se unieran para derrotar una resolución de esa cámara que conmemoraba el genocidio armenio. Destacadas organizaciones judías, que en principio proyectaban apoyar la resolución, dieron marcha atrás y guardaron silencio en respuesta a las exhortaciones de Israel. Un veterano dirigente judío explicó lo que motivó sus presiones contra la resolución: «Muchos sostienen que el Holocausto fue simplemente un acontecimiento terrible, ni único ni singular. Comparar... la situación de los armenios [en 1915] con los judíos de Europa entre 1933 y 1939 es una peligrosa invitación al revisionismo sobre el Holocausto... Si los judíos dicen que cualquier acontecimiento terrible... es un genocidio, ¿por qué habría de creer el mundo que el Holocausto es particular?».” (p. 213)

“Los negros […] no tenían mucho interés en establecer comparaciones con otros lugares del mundo. Se quejaban de que en Estados Unidos el grupo que, con mucha diferencia, tenía más privilegios, estaba utilizando crímenes cometidos en Europa para superar otros cometidos en Estados Unidos y utilizarlos contra el grupo que, con igual diferencia, era el más desfavorecido. El resentimiento se agudizó cuando, en las décadas posteriores, fue reduciéndose la preocupación por los sufrimientos de los negros y aumentando el interés por el dolor de los judíos. La principal afrenta simbólica fue que mientras que los judíos tenían un museo sufragado con fondos federales que rendía homenaje a su condición de víctimas, las propuestas de establecer un museo de la experiencia negra nunca llegaron al Congreso. Los negros eran muy conscientes de la ironía, también señalada por algunos analistas judíos. La riqueza y la influencia política de los judíos estadounidenses fueron los factores que les capacitaron para colocar en el Mall de Washington un monumento a su debilidad y vulnerabilidad. Los que seguían siendo débiles y vulnerables -los oprimidos aquí y no en otro lugar- carecían de medios para llevar a buen término esa empresa.” (p. 215)

“...la propia idea de unicidad es fatua, ya que cualquier acontecimiento -una guerra, una revolución, un genocidio- tiene rasgos relevantes que comparte con otros hechos con los que podría compararse y rasgos que le diferencian de los demás. Sólo podría decirse que un acontecimiento es único -y no ciertos rasgos del mismo- recurriendo a la manipulación, es decir, seleccionando deliberadamente uno o varios elementos distintivos del mismo y trivializando o barriendo bajo la alfombra lo que comparte con otros acontecimientos con los que podría compararse.” (p. 216)