sábado, 26 de octubre de 2019

Margaret Atwood
EL CUENTO DE LA CRIADA (II)
Barcelona, 2017, Salamandra. 

 
“En la esquina existe una tienda llamada Pergaminos Espirituales. Es un santuario: hay Pergaminos Espirituales en el centro de cada ciudad, en cada suburbio, o eso dicen. Deben de producir pingües beneficios. 
  El escaparate de Pergaminos Espirituales es de cristal inastillable. Detrás de él se ven varias hileras de máquinas impresoras; estas máquinas se conocen con el nombre de Rollos Sagrados, pero sólo entre nosotras, porque es un nombre irrespetuoso, un mote. Lo que imprimen las máquinas son plegarias, rollos y más rollos que nunca terminan de salir. Los pedidos se hacen por Compufono; un día, por casualidad, oí que la Esposa del Comandante lo hacía. El hecho de pedir plegarias a Pergaminos Espirituales es una muestra de piedad y lealtad al régimen, de modo que, naturalmente, las Esposas de los Comandantes lo hacen muy a menudo. Beneficia las carreras de sus esposos. 
  Existen cinco tipos diferentes de plegarias: para la salud, la riqueza, una muerte, un nacimiento, un pecado. Escoges la que quieres, marcas el número de tu cuenta para que te carguen el importe, y luego indicas la cantidad de copias que deseas de la plegaria. 
  Mientras imprimen las plegarias, las máquinas hablan; si quieres, puedes entrar y escuchar sus voces inexpresivas y metálicas que repiten la misma cantinela una y otra vez. Cuando las plegarias han sido pronunciadas e impresas, el papel vuelve a entrar por otra ranura y se recicla para un nuevo uso. En el interior del edificio no hay nadie: las máquinas funcionan solas. Desde afuera no se oyen; sólo llega un murmullo, un canturreo, como el de una devota multitud arrodillada. Cada máquina tiene pintado al costado un ojo dorado, flanqueado por dos pequeñas alas del mismo color.” (pp. 233-234)