domingo, 13 de noviembre de 2022

 


Antonio Piñero
JESÚS DE NAZARET. El hombre de las cien caras (I)
Madrid, 2012, Edaf.



“«En el mismo instante en que la Virgen santa pronunciaba estas palabras y se humillaba, el Verbo de Dios penetró en ella por la oreja. La naturaleza íntima de su cuerpo animado fue santificada con todos sus sentidos y sus doce miembros, y quedó purificada como el oro en el crisol. Ella devino un templo santo, inmaculado, y la morada de la divinidad (del Verbo). En el mismo momento comenzó el embarazo de la santa Virgen. Porque cuando el ángel trajo la buena nueva a María, era el 15 de nisán, es decir, el 6 de abril, miércoles, a las nueve de la mañana.»
(Evangelio armenio de la infancia 5, 9)”
Carlos García Gual
LA SECTA DEL PERRO (II)
Diógenes Laercio
VIDAS DE FILÓSOFOS CÍNICOS (II) 
Madrid, 2002, Alianza Editorial.


“Me interesa subrayar lo que tuvo de específico el cinismo como forma de pensar crítico, subversivo —pero no porque piense, como alguien dijo en el siglo XIX, que sea «una filosofía del proletariado» ni mucho menos—, y revulsivo, frente al idealismo platónico y la retórica convencional. Un pensamiento que se expresa ante todo a través de las anécdotas, los gestos y los chistes, que quiere provocar mediante la risa y el sarcasmo, que reduce la vida a mínimos y propone un ascetismo hacia lo animal como camino a la «virtud», surgido en el momento de madurez de la civilización helénica como negación de los refinamientos de la civilización, no deja de ser sorprendente y atractivo, y tal vez hasta un punto actual. Esas páginas reivindican también el buen nombre de Diógenes Laercio, aficionado a los chismes como buen erudito, que acertó al transmitirnos esa visión caricaturesca de unos filósofos que pronto fueron caricatura y que buscaron ese lado cómico e irónico de la crítica, para sus sátiras y sus rechazos. Las anécdotas que cuenta este sagaz compilador del siglo III d. C. son anécdotas estupendas y justamente famosas, reales o inventadas mucho antes. Nunca la anécdota cobró tanto sentido, y nunca un pensamiento se expresó tan claramente mediante las anécdotas; son como petardos que el terrorismo intelectual del cínico coloca al pie de los monumentales sistemas ideológicos, quiebros ágiles contra la seriedad fantasmal de la opinión dominante, muecas un tanto de payaso, oportunas e inteligentes para desenmascarar esa aparatosa seriedad de las ideas solemnes y las convenciones cívicas.” (pp. 12-13)
[La cita pertenece al prólogo de Garlos García Gual.]
José Ortega y Gasset
PRÓLOGO PARA ALEMANES (III)
Madrid, 1958, Taurus.



“El término «conciencia» debe ser enviado al lazareto. Pretendía ser el nombre de lo positivo, lo dado, lo puesto por sí y no por nuestro pensamiento, pero ha resultado ser todo lo contrario: una mera hipótesis, una explicación aventurada, una construcción de nuestra divina fantasía. Lo que verdadera y auténticamente hay no es «conciencia» y en ella las «ideas» de las cosas, sino que hay un hombre que existe en un contorno de cosas, en una circunstancia que existe también. Ciertamente, no se puede prescindir de que el hombre existe porque entonces desaparecen las cosas, pero tampoco puedo prescindir de las cosas porque entonces desaparece el hombre. Pero esta inseparabilidad de ambos elementos es falseada si se la interpreta unilateralmente, como un depender las cosas del hombre —eso sería la «conciencia»—. Lo que verdaderamente hay y es dado es la coexistencia mía con las cosas, ese absoluto acontecimiento: un yo en sus circunstancias.” (p. 72)
[Las cursivas pertenecen al texto.]

“«Entre nosotros el caso es muy diverso: el español que pretenda huir de las preocupaciones nacionales será hecho prisionero de ellas diez veces al día y acabará por comprender que para un hombre nacido entre el Bidasoa y Gibraltar es España el problema primero, plenario y perentorio.»” (p. 81; Ortega explicita que se cita a sí mismo de la lectura dada en 1910 sobre La pedagogía social como programa político.)
Carlos García Gual
LA SECTA DEL PERRO (I)
Diógenes Laercio
VIDAS DE FILÓSOFOS CÍNICOS (I)
Madrid, 2002, Alianza Editorial.


“«Trasmutar los valores» fue el viejo lema del cínico Diógenes. Pero, en un mundo de pacotilla, ¿para qué subvertir los valores? ¿Para qué esforzarse en troquelar de nuevo las monedas, si la galopante inflación —ética y política— anula pronto los efectos de cualquier falsificación? Tal vez una característica del cinismo moderno sea la renuncia al escándalo con que el cínico antiguo, con su personalidad agresiva, se enfrentaba, en solitario, a la sociedad de su entorno. Pues, a estas alturas, escandalizar a la sociedad actual, he ahí algo que parece imposible. Vivimos en una sociedad abierta y permisiva, que cuenta con implacables medios para marginar al provocador y ahogar cualquier protesta inconveniente con ayuda de los medios de comunicación. Hay un cinismo difuso y universal, pero bien solapado. Son muchos los cínicos, pero van sin el viejo manto y sin alforja, disimulados y consentidos. Como ya en Grecia, el cinismo que abomina de la civilización es una planta tardía de la cultura saciada de convencionalidad y retórica; su afán por la naturaleza y su desprecio por la urbanidad es un fenómeno urbano. Su feroz y ejemplar individualismo es una respuesta a la alienante represión general del «progreso».” (pp. 9-10)
[La cita pertenece al prólogo de Garlos García Gual.]

José Ortega y Gasset
PRÓLOGO PARA ALEMANES (II)
Madrid, 1958, Taurus.


“El patriotismo, precisamente porque consiste en aceptar sin condiciones toda la tradición de un pueblo —como aceptamos, queriéndolo o no, todo nuestro pretérito personal, aun aquellos actos de que hoy nos arrepentimos—, está obligado constantemente a destilar el pasado y proyectar hacia el futuro sólo lo mejor. En la dimensión del porvenir el patriotismo es lo contrario de lo que es en la dimensión del pretérito.” (pp. 52-53 )

“La vida sin verdad no es vivible. De tal modo, pues, la verdad existe, que es algo recíproco con el hombre. Sin hombre no hay verdad, pero, viceversa, sin verdad no hay hombre. Este puede definirse como el ser que necesita absolutamente la verdad y, al revés, la verdad es lo único que esencialmente necesita el hombre, su única necesidad incondicional. Todas las demás, incluso comer, son necesarias bajo la condición de que haya verdad, esto es, de que tenga sentido vivir. Zoológicamente habría, pues, que clasificar al hombre, más que como carnívoro, como Wahrheitsfresser (verdávoro).” (pp. 54-55)

Peter Cameron
FIN DE SEMANA (II)
Barcelona, 2018, Libros del Asteroide.


“Él le había hablado de Dios, aunque nunca antes lo había mencionado ni volvió a hacerlo después. Le dijo que necesitaba fe. Una fe. Alguna clase de fe. De otro modo, era demasiado fácil soltar la vida. Tenías que inventarte un dios en el que pudieras creer y luego creer en él. Tenías que creer que en tu vida había algo presente que podía salvarte. No tenías que saber necesariamente qué era, pero tenías que sentir que existía. Tenías que encontrar aquello de la vida que te procuraba deleite y aferrarte a ello. No podías escapar o perderlo de vista. Tenías que desarrollar garras con las que asirlo.” (pp. 151-152)
José Ortega y Gasset
PRÓLOGO PARA ALEMANES (I)
Madrid, 1958, Taurus.


“La condición del hombre es, en verdad, estupefaciente. No le es dada e impuesta la forma de su vida como le es dada e impuesta al astro y al árbol la forma de su ser. El hombre tiene que elegirse en todo instante la suya. Es, por fuerza, libre. Pero esa libertad de elección consiste en que el hombre se siente íntimamente requerido a elegir lo mejor y qué sea lo mejor no es ya cosa entregada al arbitrio del hombre. Entre las muchas cosas que en cada instante podemos hacer, podemos ser, hay siempre una que se nos presenta como la que tenemos que hacer, tenemos que ser; en suma, con el carácter de necesaria. Esto es lo mejor. Nuestra libertad para ser esto o lo otro no nos liberta de la necesidad. Al contrario, nos complica más con ella. La necesidad cósmica consiste en que el astro no puede eludir su trayectoria. Pero, en cambio, ésta le es regalada, no tiene que hacérsela él. Su conducta —su ser— le llega ya decidida y, por muy grande que sea y muy ardiente, va el astro, como un niño, dormido en la cuna de diamante de su órbita. El pobre ser humano, por el contrario, se encuentra colocado en una posición dificilísima. Porque es como si se le dijera: «si quieres realmente ser tienes necesariamente que adoptar una muy determinada forma de vida. Ahora: tú puedes, si quieres, no adoptarla y decidir ser otra cosa que lo que tienes que ser. Mas entonces, sábelo, te quedas sin ser nada, porque no puedes ser verdaderamente sino el que tienes que ser, tu auténtico ser». La necesidad humana es el terrible imperativo de autenticidad. Quien libérrimamente no lo cumple, falsifica su vida, la desvive, se suicida. Resulta, pues, que se nos invita a lo que se nos obliga. Se nos deja en libertad de aceptar la necesidad. ¡Qué cortesía la del cruel destino! Nos dice como la severa autoridad aldeana dice en El alcalde de Zalamea, de Calderón, al noble y frívolo violador de doncellas:

«Con muchísimo respeto
os he de ahorcar ¡vive Dios!» ” (pp. 35-37)

[Las cursivas pertenecen al texto.]

miércoles, 2 de noviembre de 2022


 

Peter Cameron
FIN DE SEMANA (I)
Barcelona, 2018, Libros del Asteroide.



“No le gustaba especialmente el mar y, sobre todo, no le gustaba cómo se comportaban los norteamericanos cuando se congregaban cerca de él. Siempre intentaban parecer sensuales y decadentes, dos cosas para las que, en su opinión, los norteamericanos no estaban bien dotados.” (p. 63)


Fernando Fernán-Gómez
LAS BICICLETAS SON PARA EL VERANO
Madrid, 1990, Espasa-Calpe.


“LUIS.- Yo no creí que papá tuviera tantos libros. ¿Y es verdad que era escritor?
DOÑA DOLORES.-No, Luisito. Tu padre nunca ha sido escritor. ¿Quién te ha dicho eso?
LUIS.- No sé… Me parece que os lo he oído decir a vosotros.
DOÑA DOLORES.- No. Lo que pasa es que de joven le gustaba escribir… Yo no sé lo que escribiría… Poesías, novelas… No sé… Pero, según me ha contado, no las acababa nunca.
LUIS.- ¿Y a ti nunca te escribió una poesía?
DOÑA DOLORES.- ¿A mí? No… Lo que hacía eran coplas… Unas coplas muy chistosas. Y un amigo suyo las cantaba con una bandurria.
LUIS.- ¿Y cómo eran?
DOÑA DOLORES.- No me acuerdo, hijo. Pero decían muchas picardías. Luego, cuando estábamos recién casados, empezó a escribir una función… Pero no la acabó nunca.
LUIS.- No sé por qué no la acabó, porque ser escritor es muy bonito.
DOÑA DOLORES.- Creo que no se gana una gorda con eso. Todos andan por ahí dando sablazos.
LUIS.- Eso no tiene que ver para que sea bonito.
DOÑA DOLORES.- ¿Sabes lo que le pasaba a papá con eso de escribir? Yo no se lo he dicho nunca… Tampoco se lo digas tú.
LUIS.- No, mamá. ¿Qué le pasaba?
DOÑA DOLORES.- Que sabía poco. Para escribir novelas o funciones, hay que saber mucho. Hay que haber estudiado.
LUIS.- Pero papá ha estudiado.
DOÑA DOLORES.- ¡Bah! Las cuatro reglas, como yo. Lo que pasa es que él tiene más memoria. En los únicos sitios que enseñan de verdad es en los colegios de curas, y ésos son carísimos. Tu padre, ya lo sabes, no pudo ir más que a la escuela nacional. Y allí no se aprende.
LUIS.- Me parece que no tienes razón, mamá. Bueno, que no tienes razón en todo. Hay colegios que no son de curas y que enseñan mucho. Ahora el mejor que hay es el Instituto Escuela, y no son curas.
DOÑA DOLORES.- Pero será también carísimo.
LUIS.- Sí, eso sí. Creo que sí.
DOÑA DOLORES.- ¿Lo ves? El caso es que tu padre un día, en una época en que nos iban muy mal las cosas, Manolita era muy pequeña y tú estabas a punto de nacer, cogió todos los librotes y los metió en un baúl…
LUIS.- ¿En ése de arriba?
DOÑA DOLORES.- Sí. Y luego cogió todos sus papeles y los quemó. Y se echó a la calle a buscar otro empleo para las horas libres. Y desde entonces empezó a irnos un poco mejor.
LUIS.- Pues a mí una de las cosas que más me gustaría ser es escritor.
DOÑA DOLORES.- Cuando acabes el Bachillerato y saques unas oposiciones, piensa en eso. De momento, estudia la Física. (Lo ha dicho acariciando con ternura a su hijo).
LUIS.- Si la estudio, mamá.” (pp. 98-99)

José Manuel Sánchez-Ron
CINCEL, MARTILLO Y PIEDRA (III)
Historia de la ciencia en España (siglos XIX y XX)
Madrid, 1999, Taurus.



“Y añadía [Santiago Ramón y Cajal] más adelante: «Los regeneradores del 98 sólo fuimos leídos por nosotros mismos: al modo de los sermones, las austeras predicaciones políticas edifican tan sólo a los convencidos. ¡La masa permanece inerte!».
(…)
   Para Cajal, los remedios contra los males que aquejaban a España, y que se habían manifestado en la derrota [contra EE.UU en 1898] consistían en: «Renunciar para siempre a nuestro matonismo, a nuestra creencia de que somos la nación más guerrera del mundo. Renunciar también a nuestra ilusión de tomar por progreso real lo que no es más que un reflejo de la civilización extranjera: de creer que tenemos estadistas, literatos, científicos y militares; cuando salvo cual excepción, no tenemos más que casi estadistas, casi literatos, casi sabios y casi militares.» Había, añadía, que «prescindir de la ilusión de creer que la raza latina debe gobernarse como la sajona o someterse a las mismas leyes o métodos políticos. La raza latina, particularmente la hispana, es muy poco apropiada para el ejercicio de las libertades modernas; indisciplinada, novelera, fanfarrona, indócil, su carencia casi absoluta de sentido político la condena a una tutoría constante.»
   Mala lectura tienen estos párrafos, propios de la más negra tradición del pensamiento crítico español, aquélla que se complacía en mirar hacia otro lado cuando se trataba de buscar -y ver- aspectos positivos, insistiendo en negaciones y limitaciones.” (pp. 172-173)
Joshua Cohen
LOS NETANYAHU (II)
Madrid, 2022, De Conatus.



“—Y es más —siguió diciendo Netanyahu—. Esta idea de que los judíos y la Historia son de alguna forma anatema entre sí debe de ser una de las ideas menos radicales que han tenido los judíos, si incluimos en esa categoría el cristianismo y el marxismo. Ni siquiera es radical en un contexto cristiano, donde es común la creencia en cosas como la reencarnación. Hay hombres que dan clases en esta universidad ahora mismo —hoy he conocido a uno, justo antes de venir aquí, cuando he impartido su clase de estudios bíblicos— que creen en cosas como el alumbramiento virginal... Pero no quiero hablar mal de él... Les aseguro que esas creencias no son más extravagantes que las que profesan algunos de mis profesores de la Universidad Hebrea, que creen haber identificado el año exacto de la Creación y las localizaciones exactas del Jardín del Edén, el Monte Sinaí, el Monte Horeb, Sodoma, Gomorra y el río de fuego que discurre seis días y descansa el séptimo, el Sambatión. Conozco arqueólogos que han organizado expediciones para excavar el reino mítico de los Jázaros y que presentan peticiones regularmente al gobierno israelí para que presione al Vaticano para devolver el Arca de la Alianza. He tenido colegas que afirmaban haber encontrado las Diez Tribus Perdidas entre los drusos, los samaritanos, los kurdos, los pastunes, los etíopes, los cachemires y los indios lenape, y otros colegas que afirmaban que los judíos originales eran los africanos a los que llevaron a América como esclavos, y que la gente blanca que hoy se llama judía está involucrada en una conspiración para negarle a esa gente negra su verdadera herencia. He trabajado con académicos supuestamente reputados que pensaban que sólo los cometas podían explicar que se abrieran las aguas del Mar Rojo; que el diluvio de Noé sólo lo pudo causar un terremoto, o bien la radiación electromagnética procedente de Júpiter y Saturno, que alteró la órbita y la inclinación axial de la tierra. Que a los judíos europeos no los deportaron y los exterminaron; sólo los secuestraron los extraterrestres y los transportaron al pasado, al Antiguo Egipto, a Mesopotamia y Mesoamérica, donde los obligaron a divulgar las misteriosas técnicas de la construcción de pirámides: esta era la tesis de un excompañero mío de clase, que más adelante la revisó y anunció que los extraterrestres eran los mismos judíos. La Historia de todos los pueblos también es la Historia de su locura, y cuanto más se convierte la ciencia en religión, más tiene que fingir la religión que es una ciencia, desesperada por encontrar todas las explicaciones lógicas. Vista bajo esa luz, mi tesis sobre la reticencia judía a la Historia no puede ser más cuerda.” (pp. 210-212)


José Manuel Sánchez-Ron
CINCEL, MARTILLO Y PIEDRA (II)
Historia de la ciencia en España (siglos XIX y XX)
Madrid, 1999, Taurus.


“Una consecuencia importante de la relación que estoy analizando se encuentra en que el desarrollo de la física se vio seriamente obstaculizado en naciones escasamente industrializadas. En el siglo pasado la «aplicabilidad [o rentabilidad] social» constituyó un elemento importante para la institucionalización de la física y de la química, lo que quiere decir también para que surgieran más físicos y químicos; en particular, físicos y químicos creativos. Y aquí entra ya España.
   Como veremos en este trabajo, el desarrollo de la física en España a lo largo del siglo XIX fue pobre. Prácticamente todos los investigadores que han considerado la situación de la ciencia española durante el siglo XIX han señalado repetidamente que existen razones de índole educativa (...) que ayudan a comprender tal situación. Ahora bien, en mi opinión se ha hecho demasiado hincapié en esta vertiente del problema, acaso porque la mayoría de los historiadores de la ciencia española no conocen muy bien la realidad de otras naciones, o porque han olvidado interesarse por las contribuciones de historiadores generales y de la economía. Deficiencias en el sistema educativo orientado a la ciencia se encuentran, a lo largo del siglo XIX, en muchos países, no sólo en España. En Gran Bretaña, por ejemplo. No pretendo decir que tales deficiencias sean comparables. No es necesario llegar a semejante extremo para sustentar el punto que estoy intentando resaltar. Aun en el caso de que en España se hubiesen superado con creces los vicios de la educación científica que se encuentran en otras naciones que contribuyeron de manera apreciable a la ciencia del siglo XIX, la diferencia entre los logros de las ciencias físico-químicas en España y en otras naciones es, comparativamente, mucho mayor que la correspondiente diferencia entre las carencias de los respectivos sistemas educativos. La explicación de esa diferencia relativa se encuentra, en mi opinión, en las respectivas capacidades industriales.” (p. 90)
Joshua Cohen
LOS NETANYAHU (I)
Madrid, 2022, De Conatus. 
 

“Había una moda por entonces, especialmente popular entre mis alumnos, de intentar averiguar cuántos de ellos podían meterse en una cabina telefónica; por una temporada, esta pareció contarse entre las preocupaciones más apremiantes de la Era Eisenhower: «Destruiremos el planeta con una guerra termonuclear?» competía con «¿Cuántos estudiantes podemos meter en esta cabina telefónica, este armario ropero, este embalaje de nevera?». Cada vez que se llevaba a cabo una de estas pruebas, aparecían fotógrafos y equipos de filmación y registraban su hilaridad hormonal para la tele, el cine y las páginas del anuario. Aquel esfuerzo persistente por parte de mis alumnos para acomodar todos los cuerpos jóvenes que pudieran en un espacio de dimensiones reducidas era un intento por exorcizar la confusa combinación de conformismo asfixiante y consumismo desenfrenado que constituía el signo de los tiempos. En la misma medida, sin embargo, también era una excusa para los tocamientos sexuales, como si se tratara de un ensayo general de la revolución que estaba por venir: no estoy tocando tetas por tocarlas, estoy intentando batir el récord mundial... de cuántos de mis amigos puedo meter en un paquete de Cracker Jack...” (p. 161)
José Manuel Sánchez-Ron
CINCEL, MARTILLO Y PIEDRA (I)
Historia de la ciencia en España (siglos XIX y XX)
Madrid, 1999, Taurus. 
 

“Aunque los extremos pocas veces son completamente representativos, conviene recordar lo que le ocurrió al Real Observatorio de Madrid. Transformado en cuartel por los franceses, su excelente telescopio Herschel fue desmontado para aprovechar su madera y su archivo saqueado para encender fuego en torno al cual las tropas francesas pudieran calentarse durante el invierno.” (p. 48)