José Manuel Sánchez-Ron
CINCEL, MARTILLO Y PIEDRA (III)
Historia de la ciencia en España (siglos XIX y XX)
Madrid, 1999, Taurus.
“Y añadía [Santiago Ramón y Cajal] más adelante: «Los regeneradores del 98 sólo fuimos leídos por nosotros mismos: al modo de los sermones, las austeras predicaciones políticas edifican tan sólo a los convencidos. ¡La masa permanece inerte!».
(…)
Para Cajal, los remedios contra los males que aquejaban a España, y que se habían manifestado en la derrota [contra EE.UU en 1898] consistían en: «Renunciar para siempre a nuestro matonismo, a nuestra creencia de que somos la nación más guerrera del mundo. Renunciar también a nuestra ilusión de tomar por progreso real lo que no es más que un reflejo de la civilización extranjera: de creer que tenemos estadistas, literatos, científicos y militares; cuando salvo cual excepción, no tenemos más que casi estadistas, casi literatos, casi sabios y casi militares.» Había, añadía, que «prescindir de la ilusión de creer que la raza latina debe gobernarse como la sajona o someterse a las mismas leyes o métodos políticos. La raza latina, particularmente la hispana, es muy poco apropiada para el ejercicio de las libertades modernas; indisciplinada, novelera, fanfarrona, indócil, su carencia casi absoluta de sentido político la condena a una tutoría constante.»
Mala lectura tienen estos párrafos, propios de la más negra tradición del pensamiento crítico español, aquélla que se complacía en mirar hacia otro lado cuando se trataba de buscar -y ver- aspectos positivos, insistiendo en negaciones y limitaciones.” (pp. 172-173)
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Para Cajal, los remedios contra los males que aquejaban a España, y que se habían manifestado en la derrota [contra EE.UU en 1898] consistían en: «Renunciar para siempre a nuestro matonismo, a nuestra creencia de que somos la nación más guerrera del mundo. Renunciar también a nuestra ilusión de tomar por progreso real lo que no es más que un reflejo de la civilización extranjera: de creer que tenemos estadistas, literatos, científicos y militares; cuando salvo cual excepción, no tenemos más que casi estadistas, casi literatos, casi sabios y casi militares.» Había, añadía, que «prescindir de la ilusión de creer que la raza latina debe gobernarse como la sajona o someterse a las mismas leyes o métodos políticos. La raza latina, particularmente la hispana, es muy poco apropiada para el ejercicio de las libertades modernas; indisciplinada, novelera, fanfarrona, indócil, su carencia casi absoluta de sentido político la condena a una tutoría constante.»
Mala lectura tienen estos párrafos, propios de la más negra tradición del pensamiento crítico español, aquélla que se complacía en mirar hacia otro lado cuando se trataba de buscar -y ver- aspectos positivos, insistiendo en negaciones y limitaciones.” (pp. 172-173)