miércoles, 2 de noviembre de 2022

Joshua Cohen
LOS NETANYAHU (II)
Madrid, 2022, De Conatus.



“—Y es más —siguió diciendo Netanyahu—. Esta idea de que los judíos y la Historia son de alguna forma anatema entre sí debe de ser una de las ideas menos radicales que han tenido los judíos, si incluimos en esa categoría el cristianismo y el marxismo. Ni siquiera es radical en un contexto cristiano, donde es común la creencia en cosas como la reencarnación. Hay hombres que dan clases en esta universidad ahora mismo —hoy he conocido a uno, justo antes de venir aquí, cuando he impartido su clase de estudios bíblicos— que creen en cosas como el alumbramiento virginal... Pero no quiero hablar mal de él... Les aseguro que esas creencias no son más extravagantes que las que profesan algunos de mis profesores de la Universidad Hebrea, que creen haber identificado el año exacto de la Creación y las localizaciones exactas del Jardín del Edén, el Monte Sinaí, el Monte Horeb, Sodoma, Gomorra y el río de fuego que discurre seis días y descansa el séptimo, el Sambatión. Conozco arqueólogos que han organizado expediciones para excavar el reino mítico de los Jázaros y que presentan peticiones regularmente al gobierno israelí para que presione al Vaticano para devolver el Arca de la Alianza. He tenido colegas que afirmaban haber encontrado las Diez Tribus Perdidas entre los drusos, los samaritanos, los kurdos, los pastunes, los etíopes, los cachemires y los indios lenape, y otros colegas que afirmaban que los judíos originales eran los africanos a los que llevaron a América como esclavos, y que la gente blanca que hoy se llama judía está involucrada en una conspiración para negarle a esa gente negra su verdadera herencia. He trabajado con académicos supuestamente reputados que pensaban que sólo los cometas podían explicar que se abrieran las aguas del Mar Rojo; que el diluvio de Noé sólo lo pudo causar un terremoto, o bien la radiación electromagnética procedente de Júpiter y Saturno, que alteró la órbita y la inclinación axial de la tierra. Que a los judíos europeos no los deportaron y los exterminaron; sólo los secuestraron los extraterrestres y los transportaron al pasado, al Antiguo Egipto, a Mesopotamia y Mesoamérica, donde los obligaron a divulgar las misteriosas técnicas de la construcción de pirámides: esta era la tesis de un excompañero mío de clase, que más adelante la revisó y anunció que los extraterrestres eran los mismos judíos. La Historia de todos los pueblos también es la Historia de su locura, y cuanto más se convierte la ciencia en religión, más tiene que fingir la religión que es una ciencia, desesperada por encontrar todas las explicaciones lógicas. Vista bajo esa luz, mi tesis sobre la reticencia judía a la Historia no puede ser más cuerda.” (pp. 210-212)