Stephen King
LA SANGRE MANDA (II)
Barcelona, 2020, Plaza y Janés.
“El tío Henry permanece inmóvil, con los ojos y la boca abiertos; las manos que en otro tiempo arreglaron la bicicleta de Holly cuando chocó contra la cerca de la casa de los Wilson yacen ahora flácidas entre sus piernas separadas. Bajo el pantalón se advierte el bulto del pañal para la incontinencia. Antes era un hombre rubicundo. Ahora está pálido. Antes era un hombre robusto, ahora la ropa le cuelga en torno al cuerpo. Y la carne se le afloja como un viejo calcetín que ha perdido el elástico.
Holly le coge una mano. Es solo carne con dedos. Entrelaza sus dedos con los de él y le da un apretón, con la esperanza de que se lo devuelva, pero no lo hace. Pronto será hora de marcharse, y ella se alegra de que así sea. Le crea un sentimiento de culpa, pero es lo que hay. Ese no es su tío; lo ha sustituido una enorme marioneta de ventrílocuo sin ventrílocuo que aporte el habla. El ventrílocuo se ha marchado de la ciudad y ya no volverá.” (pp. 361-362)
[La cita pertenece al relato La sangre manda.]