Félix J. Palma
EL GRAN TIMO DE LAS HADAS (II)
Barcelona, 2024, Destino.
“La Tierra, el planeta donde hace millones de años un puñado de moléculas orgánicas decidieron combinarse para provocar la vida, al igual que sucedió en muchos rincones del universo, se mece en una negrura infinita punteada de estrellas, un jardín de prodigios donde no monta guardia ningún dios (a menos que queráis que yo adopte ese nombre). Pero sumerjámonos en su atmósfera, el manto de oxígeno que lo arropa, a ver qué se cuece allí abajo, que aquí no tiene pinta de que vaya a pasar gran cosa. A medida que descendemos, los curvados rayos del sol empiezan a estirarse, el pavoroso negro va mudando en un hermosos azul celeste y el tiempo solo alcanza a medir lo fugaz. Tras atravesar el algodón de las nubes y algunas bandadas de aves, la esponjosa cabellera verde que cubre la superficie se va desenredando en bosques, montañas y lagos. Y cuanto más bajamos, más se aprecian las señales de ocupación del hombre, la especie dominante: los retales pardos y amarillos de sus cultivos, las venas de hierro de sus ferrocarriles y los desordenados amasijos de ladrillo y cristal donde se apretuja” (p. 387)