miércoles, 4 de diciembre de 2024

Michael Connelly
LA CAJA NEGRA
Barcelona, 2012, RBA.



“-Papá, ¿por qué te hiciste policía?
   Durante un segundo, Bosch no supo qué responder a aquella pregunta formulada de buenas a primeras.
  -Por muchas razones.
  -¿Como cuáles?
  Bosch guardó silencio un instante para poner sus pensamientos en orden. Era la segunda vez en una semana que Maddie le hacía esa pregunta. Se daba cuenta de que para ella era importante.
  -Lo más fácil sería decir que quería servir y proteger, como dice el lema. Pero me lo estás preguntando tú, así que voy a decirte la verdad. No me hice policía porque tuviera el deseo de servir y proteger a los demás. Cuando ahora lo pienso, me doy cuenta de que en realidad quería protegerme y servirme a mí mismo.
  -¿Qué quieres decir?
  -Bueno, por aquel entonces acababa de volver de la guerra de Vietnam, y a los tipos como yo, ya me entiendes, a los antiguos soldados que habíamos estado allí, no nos aceptaban demasiado. Y los que menos nos aceptaban eran los que tenían nuestra misma edad.
(…)
  -Me acuerdo de que al volver no sabía muy bien qué hacer. Me puse a estudiar en el City College, en Vermont. En clase conocí a una chica, y empezamos a vernos y tal. No le dije donde había estado, en Vietnam, ya me entiendes, porque sabía que entonces habría problemas.
  -¿La chica no vio ese tatuaje que llevas?
(...)
  -No, porque tampoco habíamos llegado tan lejos. Nunca me había quitado la camisa en su presencia. Pero un día estábamos paseando por el parque después de clase y ella, de pronto, me preguntó por qué era siempre tan callado y reservado... Y, no sé bien por qué, pensé que había llegado el momento de contárselo todo, de decirle la verdad. Pensaba que lo entendería, no sé si me explico.
  -Pero no lo aceptó.
  -No lo aceptó. Le dije que, bueno, durante los últimos años había estado en el ejército, y ella al momento me preguntó si quería decir que había estado en Vietnam. Le dije que sí.
  -¿Y ella qué dijo entonces?
  -No dijo nada. Hizo una especie de paso de baile, como de bailarina de ballet, y se marchó de mi lado. Sin decir palabra.” (pp. 274-276)