Hesíodo
LOS TRABAJOS Y LOS DÍAS. TEOGONÍA. EL ESCUDO DE HERACLES
Barcelona, 1972, Iberia.
"Tampoco
Zeus reprimió su furor y, como se le llenasen de cólera las entrañas, desplegó
todo su poder: fue siempre hacia adelante, relampagueando desde el cielo y el
Olimpo; los rayos salían uno tras otro de su robusta mano, junto con el trueno
y el relámpago, propagando por doquiera la sagrada llama. La vivificante
Tierra, al quemarse, crujía toda ella, y la gran selva crepitaba fuertemente
asimismo bajo la acción del fuego. Abrasábase todo el suelo, y hervían las
corrientes del Océano y el estéril ponto; un vapor sofocante rodeaba a los
Titanes hijos del suelo; la llama inmensa subía al divino éter y el intenso
fulgor de los rayos y el fuego cegaba los ojos de los más esforzados. Pronto el
vastísimo incendió invadió el Caos. Hubo un instante en que, a juzgar por el
espectáculo que los ojos contemplaban y el estrépito que los ojos percibían, hubiérase
dicho que el cielo iba a chocar contra la tierra. Sólo si aquél se desplomara
sobre ésta, hubiérase producido un estruendo semejante. ¡Tan terrible era el
ruido que producían los dioses empeñados en aquel combate! Entre tanto,
intervinieron los vientos, haciendo retemblar el suelo bajo tempestades de
polvo, que se mezclaban a los truenos, relámpagos y rayos, armas del gran Zeus;
y llevando, de uno a otro campo, el fragor y el vocerío. Un horrísono clamor
acabó por alzarse del furioso combate, sin que menguara la fuerza de ambos
bandos y se prodigaran las respectivas hazañas. Hubo un momento en que súbitamente,
declinó la violencia, después de acometerse nuevamente todos con igual empeño y
de sostener sin desfallecer otro encarnizado choque” (pp. 118-119)
[El
texto pertenece a La Teogonía, y narra la lucha entre los Titanes y los dioses
Olímpicos.]