viernes, 3 de julio de 2015

Slavoj Zizek
PRIMERO COMO TRAGEDIA, DESPUÉS COMO FARSA.
Madrid, 2011, Akal.


 
“Aunque las crisis sacuden la autocomplacencia de la gente, obligándola a cuestionar los fundamentos de sus propias vidas, la primera reacción espontánea es el pánico que conduce a un «regreso a lo básico». Pero las premisas básicas de la ideología dominante, lejos de ser puestas en duda, se ven reafirmadas incluso más violentamente.” (p. 23)

“Merece la pena subrayar otro hecho a menudo ignorado: actualmente, la igualdad entre blancos y negros se festeja como parte del sueño americano, y se considera un axioma ético-político evidente en sí mismo; pero en las décadas de 1920 y 1930, los comunistas estadounidenses eran la única fuerza que peleaba por la completa igualdad racial. Aquellos que afirman la existencia de un vínculo natural entre el capitalismo y la democracia están haciendo trampas con los hechos, de la misma manera que lo hace la Iglesia católica cuando se presenta a sí misma como la defensora «natural» de la democracia y de los derechos humanos contra la amenaza del totalitarismo; como si la realidad no fuera que la Iglesia aceptó la democracia solamente a finales del siglo XIX, dejando claro que prefería la monarquía y que estaba haciendo, a su pesar, una concesión a los nuevos tiempos.” (pp. 46-47)

[La cursiva pertenece a la cita.]

“Nuestra experiencia más elemental de subjetividad es la de la «riqueza de mi vida interior»: eso es lo que yo «realmente soy», en contraste con las determinaciones y responsabilidades simbólicas que asumo en la vida pública (como padre, profesor, etc.). Sobre esto, la primera lección del psicoanálisis es que la «riqueza de la vida interior» es fundamentalmente una falsedad: una pantalla, una falsa distancia cuya función es salvar mi apariencia, hacer palpable (accesible a mi narcisismo imaginario) mi verdadera identidad simbólica-social. Por ello, una de las maneras de practicar la crítica de la ideología es inventar estrategias para desenmascarar esta hipocresía de la «vida interior» y de sus emociones «sinceras». La experiencia que tenemos de nuestras vidas desde dentro, la historia que nos contamos a nosotros mismos sobre nosotros mismos para justificar lo que estamos haciendo es, por ello, una mentira; la verdad se encuentra, por el contrario, en el exterior, en lo que hacemos.” (p. 48)

“Para los nazis, los judíos eran un pueblo nómada/sin Estado/sin raíces, que corrompía a las comunidades dentro de las que vivía; como tal, desde una perspectiva nazi, un Estado de Israel era una posible solución; no sorprende que antes de decidir exterminarlos, los nazis jugaran con la idea de dar a los judíos una tierra para formar un Estado (con lugares que iban desde Madagascar hasta la propia Palestina). Para los actuales árabes antisionistas, por el contrario, el problema es el Estado de Israel, y algunos piden la destrucción de ese Estado y el regreso de los judíos a su condición de nómadas sin Estado.” (p. 87)

“La suerte de Victor Kravchenko –el diplomático soviético que, en 1944, desertó mientras estaba en Nueva York y luego escribió sus famosas memorias, I Chose Freedom– merece mencionarse aquí. Su libro, escrito en primera persona, fue el primer informe importante sobre los horrores del estalinismo, empezando con un detallado relato de la colectivización forzosa y del hambre en Ucrania, donde el propio Kravchenko –a principios de la década de los treinta todavía un verdadero creyente del sistema– participó en la imposición de la colectivización. La historia más conocida sobre Kravchenko acaba en 1949, cuando ganó en París un gran juicio contra sus acusadores soviéticos, quienes incluso habían llevado a su exmujer ante el tribunal para testificar sobre su corrupción y alcoholismo y dejar constancia de su violencia doméstica. Lo que no es tan conocido es que, inmediatamente después de su victoria, mientras estaba siendo ensalzado como un héroe de la Guerra Fría, Kravchenko se mostró profundamente preocupado por la anticomunista caza de brujas de McCarthy, y advirtió de que, utilizando semejantes métodos para combatir el estalinismo, Estados Unidos corría el riesgo de parecerse a su oponente. También se mostró crecientemente consciente de las injusticias de las democracias liberales, y su deseo por ver cambios en la sociedad occidental llegó a convertirse en casi una obsesión. Después de escribir una secuela mucho menos popular de su I Chose Freedom, significativamente titulada I Chose Justice, Kravchenko emprendió una cruzada para encontrar un nuevo modo de organizar la producción que fuera menos explotador. Esto le condujo a Bolivia, donde invirtió su dinero en organizar a los agricultores pobres en nuevos colectivos. Aplastado por el fracaso de estas empresas, se retiró a la soledad y finalmente se pegó un tiro en su casa de Nueva York. Su suicidio fue la consecuencia de su desesperación, no de algún chantaje del KGB; prueba de que su denuncia de la Unión Soviética había sido un genuino acto de protesta contra la injusticia.” (pp. 178-179)