lunes, 14 de septiembre de 2015


Jared Diamond
ARMAS, GÉRMENES Y ACERO (I)
Barcelona, 2007, Random House Mondadori.



“En las islas Chatham, situadas a 800 kilómetros al este de Nueva Zelanda, siglos de independencia llegaron a un fin brutal para el pueblo morioiri en diciembre de 1835. El 19 de noviembre de ese año llegó un barco que transportaba a 500 maoríes provistos de armas de fuego, palos y hachas, a los que siguieron el 5 de diciembre 400 maoríes más. Grupos de maoríes comenzaron a recorrer los asentamientos de los morioris, anunciando que los morioris eran ahora sus esclavos y matando a quienes ponían objeciones. Una resistencia organizada por parte de los morioris podría haber derrotado con todo a los maoríes, cuya proporción con respecto a los habitantes de las islas era de uno a dos. Sin embargo, los morioris tenían una tradición de resolver las disputas pacíficamente. Decidieron en una junta no responder a los ataques, sino ofrecer la paz, la amistad y la división de los recursos.
   Antes de que los morioris pudieran presentar aquella oferta, los maoríes atacaron en masa. En el transcurso de los días siguientes, mataron a cientos de morioris, cocinaron y devoraron muchos de sus cuerpos y esclavizaron a todos los demás, matando a la mayoría de ellos también en los años siguientes según su antojo.” (p. 63)

“Idéntica importancia en las guerras de conquista tuvieron los gérmenes que evolucionaron en las sociedades humanas con los animales domésticos. Enfermedades infecciosas como la viruela, el sarampión y la gripe surgieron como gérmenes especializados del ser humano, derivados de mutaciones de gérmenes ancestrales muy parecidos que habían infectado a los animales. Los humanos que domesticaron los animales fueron los primeros que cayeron víctimas de los gérmenes recién evolucionados, pero esos humanos desarrollaron después una resistencia importante a las nuevas enfermedades. Cuando aquellas personas parcialmente inmunes entraron en contacto con otras que no habían estado expuestas previamente a los gérmenes, el resultado fueron epidemias en las que murió hasta el 99 por ciento de la población expuesta previamente. Los gérmenes adquiridos así, en última instancia de los animales domésticos, desempeñaron un papel decisivo en la conquista por los europeos de los indígenas de América, Australia, África austral y Oceanía.” (pp. 104-105)

"Un ejemplo clásico es la aparición del melanismo industrial en las mariposas nocturnas de Gran Bretaña: tipos más oscuros de estas mariposas se fueron haciendo más comunes que las más pálidas conforme el ambiente se iba haciendo más sucio en el siglo XIX, porque las mariposas nocturnas de color oscuro que descansaran en un árbol lleno de suciedad tenían más probabilidades de escapar de los predadores que aquellas cuyo color pálido contrastaba con el polvo negro.” (pp. 143-144)