Hans Magnus Enzensberger
MIGAJAS POLÍTICAS (II)
Barcelona, 1985, Anagrama.
“Un poder policial que se exhiba en la calle, de manera brutal y sin tapujos, tiene siempre una acción polarizante; empuja a millones de personas a la oposición y provoca conflictos profundos y duraderos. Su lógica es la de la guerra civil latente. Los nuevos métodos «científicos» del control social, por el contrario, apuntan a la integración; son demasiado clínicos, demasiado incruentos como para despertar fuertes sentimientos masivos, como el odio y la solidaridad.” (p. 83)
“-Pese a todo -apunté-, el conjunto se mueve todavía.
-Sí, pero, ¿por qué? Porque aquellos que intervienen en el tránsito no se atienen a las reglamentaciones. La estricta observancia del código de circulación sería el fin de la circulación. En todas las grandes ciudades germano-occidentales, de un 55 a un 60% de todos los casos de aparcamiento o parada de un vehículo son ilegales. La regla sólo puede ser mantenida al precio de su infracción continua. La anarquía evita el caos. Y si esto reza para la conducción de vehículos, puedo imaginarme entonces muy vívidamente cómo será en el caso de la política. No, señor canciller, en verdad que no es usted alguien a quien envidiar.” (p. 91)
“El mensaje más importante de la sección económíca, repetido involuntariamente día tras día, reza: allí donde se trata de dinero, nada se le ha perdido a la democracia.” (p. 103)
“Los únicos que siempre tienen razón cuando protestan contra la riqueza son los pobres. Su crítica es inequívoca, y sólo puede ser refutada por la práctica. Pero ésta no va encaminada a acabar con la riqueza, sino con la pobreza.” (p. 168)
“El concepto de normalidad es una bazofia terminológica, una masa con consistencia de gachas, que se endurece en las manos, pero que permanece viscosa y se desintegra en cuanto uno se la acerca con un instrumento cortante. De nada vale abordarla de manera definida. La normalidad se le despedaza a uno, sólo se puede tomar a cucharadas.” (p. 189)
MIGAJAS POLÍTICAS (II)
Barcelona, 1985, Anagrama.
“Un poder policial que se exhiba en la calle, de manera brutal y sin tapujos, tiene siempre una acción polarizante; empuja a millones de personas a la oposición y provoca conflictos profundos y duraderos. Su lógica es la de la guerra civil latente. Los nuevos métodos «científicos» del control social, por el contrario, apuntan a la integración; son demasiado clínicos, demasiado incruentos como para despertar fuertes sentimientos masivos, como el odio y la solidaridad.” (p. 83)
“-Pese a todo -apunté-, el conjunto se mueve todavía.
-Sí, pero, ¿por qué? Porque aquellos que intervienen en el tránsito no se atienen a las reglamentaciones. La estricta observancia del código de circulación sería el fin de la circulación. En todas las grandes ciudades germano-occidentales, de un 55 a un 60% de todos los casos de aparcamiento o parada de un vehículo son ilegales. La regla sólo puede ser mantenida al precio de su infracción continua. La anarquía evita el caos. Y si esto reza para la conducción de vehículos, puedo imaginarme entonces muy vívidamente cómo será en el caso de la política. No, señor canciller, en verdad que no es usted alguien a quien envidiar.” (p. 91)
“El mensaje más importante de la sección económíca, repetido involuntariamente día tras día, reza: allí donde se trata de dinero, nada se le ha perdido a la democracia.” (p. 103)
“Los únicos que siempre tienen razón cuando protestan contra la riqueza son los pobres. Su crítica es inequívoca, y sólo puede ser refutada por la práctica. Pero ésta no va encaminada a acabar con la riqueza, sino con la pobreza.” (p. 168)
“El concepto de normalidad es una bazofia terminológica, una masa con consistencia de gachas, que se endurece en las manos, pero que permanece viscosa y se desintegra en cuanto uno se la acerca con un instrumento cortante. De nada vale abordarla de manera definida. La normalidad se le despedaza a uno, sólo se puede tomar a cucharadas.” (p. 189)