sábado, 4 de junio de 2016

Nathanael West
EL DÍA DE LA LANGOSTA
Madrid, 2008, Planeta.



“Las lágrimas sólo les sirven a los que todavía tienen esperanzas. Cuando acaban de llorar, se sienten mejor. Pero los que, como Homer, no esperan nada, y cuya angustia es básica y permanente, nada bueno consiguen con llorar. Nada cambia para ellos. Normalmente lo saben, pero no pueden evitar las lágrimas.” (p. 85)
[Como curiosidad, hay que decir que el citado Homer, cuyo nombre completo es Homer Simpson, es el personaje que inspiró a a Matt Groening para su famosa serie de animación. Aparte de la homonimia, ambos personajes son radicalmente antitéticos.] 

 
“Se pasaba las noches en las diferentes iglesias de Hollywood, dibujando a los fieles. Visitó la «Iglesia Física de Cristo», donde se alcanzaba la santidad mediante el uso constante de cilicios y pesas sobre el pecho; la «Iglesia Invisible», donde adivinaban el porvenir y pedían a los muertos que encontrasen objetos perdidos; el «Tabernáculo del Tercer Adviento», donde una mujer vestida de hombre predicaba la «Cruzada contra la Sal»; y el «Templo Moderno», bajo cuyo techo de cristal y cromo enseñaban la «Respiración Cerebral, el Secreto de los Aztecas».” (p. 151)

“Volver al útero: qué manera tan perfecta de escapar. Mucho mejor que la religión o el arte o las islas de los mares del Sur. Allí se estaba tan caliente y a gusto, y la alimentación era automática. Un hotel perfecto. No era de extrañar que el recuerdo de aquel alojamiento persistiera en la sangre y los nervios de todo el mundo. Estaba oscuro, sí, pero qué tibia, qué agradable oscuridad. Nada que ver con una tumba. No era de extrañar que uno luchase tan desesperadamente para que no lo echasen de allí cuando acababan los nueve meses del contrato de arrendamiento.” (p. 198)