lunes, 25 de marzo de 2019



Edward Bulwer Lytton
LA RAZA FUTURA
https://archive.org



“En una sociedad de tal norma moral, en que no hay crímenes, ni tristezas, de las cuales la tragedia pueda extraer elementos de piedad y de compasión, ni vicios manifiestos o tonterías, sobre los cuales la comedia pueda ejercitar su sátira divertida, no hay oportunidad de producir un Shakespeare o un Moliére.”  

Texto original, tomado de http://www.gutenberg.org: “and where a society attains to a moral standard, in which there are no crimes and no sorrows from which tragedy can extract its aliment of pity and sorrow, no salient vices or follies on which comedy can lavish its mirthful satire, it has lost the chance of producing a Shakespeare, or a Moliere, or a Mrs. Beecher Stowe.”
[Ignoro por qué se omite a Beecher Stowe en la traducción al español.]
Cixin Liu
EL FIN DE LA MUERTE (II)
Barcelona, 2018, Penguin Random House.



“Cuenta la leyenda que el maestro Batuo, fundador del monasterio de Shaolin, meditó frente a una pared durante diez años hasta que su sombra quedó grabada en la piedra.” (p. 203)

“Érase una vez un reino llamado el Reino sin Cuentos. 
   Aquel reino no tenía cuentos. No tener cuentos es algo bueno para un reino, porque sus habitantes son más felices. Y es que los cuentos implican contratiempos y desgracias. 
   El Reino sin Cuentos tenía un rey sabio, una reina bondadosa, unos ministros justos y capaces y unos campesinos trabajadores y honestos. La vida en el reino era tan apacible como la superficie de un espejo: ayer era igual que hoy, hoy era igual que mañana, el año pasado era igual que este año, y este año era igual que el año próximo. Nunca había historias que contar.” (p. 384)

Blaise Pascal
PENSAMIENTOS



“Certainement s'il la connaissait il n'aurait pas établi cette maxime, la plus générale de toutes celles qui sont parmi les hommes, que chacun suive les moeurs de son pays. L'éclat de la véritable équité aurait assujetti tous les peuples. Et les législateurs n'auraient pas pris pour modèle, au lieu de cette justice constante, les fantaisies et les caprices des perses et allemands. On la verrait plantée par tous les états du monde, et dans tous les temps, au lieu qu'on ne voit rien de juste ou d'injuste qui ne change de qualité en changeant de climat, trois degrés d'élévation du pôle renversent toute la jurisprudence, un méridien décide de la vérité. En peu d'années de possession les lois fondamentales changent, le droit a ses époques, l'entrée de Saturne au Lion nous marque l'origine d'un tel crime. Plaisante justice qu'une rivière borne. Vérité au-deçà des Pyrénées, erreur au-delà.
  Ils confessent que la justice n'est pas dans ces coutumes, mais qu'elle réside dans les lois naturelles communes en tout pays. Certainement ils le soutien draient opiniâtrement si la témérité du hasard qui a semé les lois humaines en avait rencontré au moins une qui fût universelle. Mais la plaisanterie est telle que le caprice des hommes s'est si bien diversifié qu'il n'y en a point.
  Le larcin, l'inceste, le meurtre des enfants et des pères, tout a eu sa place entre les actions vertueuses. Se peut-il rien de plus plaisant qu'un homme ait droit de me tuer parce qu'il demeure au-delà de l'eau et que son prince a querelle contre le mien, quoique je n'en aie aucune avec lui. Il y a sans doute des lois naturelles, mais cette belle raison corrompue a tout corrompu (...)”

[Pascal, Les Pensées, Paris, 1896, P. Lethielleux, Libreur-Éditeur;pagina 70. Tomado, a su vez, de http://maxencecaron.fr/wp-content/uploads/2010/09/Pensees-de-Pascal.pdf ]


“Con toda seguridad, si la hubiese conocido, no hubiera establecido esta máxima, la más general de todas las que corren entre los hombres: que cada uno siga las costumbres de su país; el brillo de la verdadera equidad habría subyugado a todos los pueblos, y los legisladores no habrían tomado como modelo, en lugar de esta justicia constante, las fantasías y los caprichos de los persas y de los alemanes. La veríamos implantada por todos los Estados del mundo y en todos los tiempos, en lugar de contemplar que nada hay justo o injusto que no cambie de cualidad cambiando de clima. Tres grados de elevación hacia el polo echan por tierra toda la jurisprudencia; un meridiano decide de la verdad; a los pocos años de ser poseídas, las leyes fundamentales cambian; el derecho tiene sus épocas; la entrada de Saturno en Leo nos indica el origen de tal crimen. ¡Valiente justicia la que está limitada por un río! Verdad aquende el Pirineo, error allende.
  Conceden que la justicia no se halla en estas costumbres, sino que reside en las leyes naturales conocidas en todo el país. Seguramente lo sostendrían tercamente, si la temeridad del azar, que ha sembrado las leyes humanas, hubiese encontrado por lo menos una que fuera universal; pero la broma es tal que el capricho de los hombres le ha diversificado tanto que no hay ninguna que lo sea.
  El latrocinio, el incesto, el asesinato de hijos y de padres, todo ha sido reconocido entre las acciones virtuosas. ¿Puede haber nada más gracioso que el que un hombre tenga derecho de matarme porque viva allende el vado y su príncipe esté querellado con el mío, aunque yo no lo esté con él?
  Hay sin duda leyes naturales; pero esta espléndida razón corrompida lo ha corrompido todo (...)”

[Blaise Pascal, Pensamientos, Espasa Calpe, 1940, sección IV-294. Tomado, a su vez, de http://www.cervantesvirtual.com]


Chester Himes
ALGODÓN EN HARLEM / CUANDO EL CALOR ARRECIA (II)
Barcelona, 1980, Mundo Actual de Ediciones.


“—Eres mi amigo, sí o no? —preguntó el gigante.
  Tenía una voz que chirriaba como un serrucho cuando muerde un nudo de la madera.
  —Con lo grandullón que eres, ¿para qué necesitas un amigo? —dijo, bromeando, el enano.
  —Contesta a mi pregunta —insistió el gigante.
  Era un negro albino, de piel lechosa, con ojos rosados, labios estropeados, orejas de coliflor y un pelo espeso, crespo, de color cremoso. Llevaba una blanca camisa de vaquero, pantalones negros mugrientos ceñidos a la cintura con un trozo de cuerda de cáñamo, y calzaba zapatos azules de lona con suela de goma.
  El enano compuso una expresión de hipócrita solicitud. Se arremangó el brazo y lanzó una ojeada a la esfera luminosa de su reloj de pulsera. Era la una y veintidós minutos de la mañana. Lanzó un leve suspiro de alivio. No había por qué apresurarse.
  Era jorobeta, con la piel de un amarillo sucio, algo más oscura que la del albino. Tenía una cara ratonil y en ella brillaban inquietos, fugaces, dos ojos como negros abalorios. Pero el hombre iba muy bien vestido: terno hecho a la medida, bien cortado por un sastre caro, de fino hilo y color azulado; zapatos con puntera de seda y un sombrero panamá negro con una cinta color naranja.
  Su mirada huidiza se fijó un instante en el nudo de la cuerda de cáñamo que ceñía la cintura del gigante, justo a nivel de sus ojos. El hombrachón tenía cuatro veces su tamaño, pero esto no intimidaba al jorobeta. Para éste, el gigante no era más que uno de los muchos mandangosos que acudían a él para sus dosis cotidianas de C, H o de morisqueta.” (pp. 285-286)

“Aun pasadas las dos de la madrugada, el «valle», ese espacio de tierra baja de Harlem, al este de la Séptima Avenida, era como una sartén del infierno. El calor brotaba del pavimento, bullendo desde el asfalto, y la presión atmosférica volvía a empujarlo hacia la tierra como la tapa de una olla.
  La gente de color se cocía en sus atestados cuartos, en las calles, en las tascas, en los burdeles; sazonados con vicio, enfermedad y crimen.
  Efluvios de hedores cálidos ascendían de la sartén, y flotaba en el aire quieto y bochornoso, a la altura de los tejados, el olor de la chamuscada barbacoa, del pelo frito, de los humos de escape, de la basura que se pudre, de los perfumes baratos, de los cuerpos sudorosos y sucios, de los edificios ruinosos, de los excrementos de los perros, de las ratas y de los gatos, de whisky y vómito; de, en fin, todos los hedores de la pobreza.” (p. 315)

[Las citas pertenecen a la novela Cuando el calor arrecia.]
Platón
EL BANQUETE / FEDÓN (II)
Barcelona, 1987, Planeta.


“Por último, todos los que son sección de macho, persiguen a los machos, y mientras son muchachos, como lonchas de macho que son, aman a los varones y se complacen en acostarse y en enlazarse con ellos; éstos son precisamente los mejores entre los niños y los adolescentes, porque son en realidad los más viriles por naturaleza. Algunos, en cambio, afirman que son unos desvergonzados. Se equivocan, pues no hacen esto por desvergüenza, sino por valentía, virilidad y hombría, porque sienten predilección por lo que es semejante a ellos. Y hay una gran prueba de que es así: cuando llegan al término de su desarrollo, son los de tal condición los únicos que resultan viriles en la política. Mas una vez que llegan a adultos, aman a su vez a los mancebos, y si piensan en casarse y tener hijos, no es por natural impulso, sino por obligación legal; les basta con pasarse la vida en mutua compañía sin contraer matrimonio. Y ciertamente el que es de tal índole se hace «pederasta», amante de los mancebos, y «filerasta», amigo del amante, porque siente apego a lo que le es connatural.” (p. 29)
[La cita pertenece al diálogo El banquete.]

domingo, 24 de marzo de 2019

Erich Fromm
EL ARTE DE AMAR
Barcelona, 1982, Paidós.



“La tierra prometida (la tierra es siempre un símbolo materno) se describe como «plena de leche y miel». La leche es el símbolo del primer aspecto del amor, el de cuidado y afirmación. La miel simboliza la dulzura de la vida, el amor por ella y la felicidad de estar vivo. La mayoría de las madres son capaces de dar «leche», pero sólo unas pocas pueden dar «miel» también. Para estar en condiciones de dar miel, una madre debe ser no sólo una «buena madre», sino una persona feliz -y no son muchas las que logran alcanzar esa meta-. No hay peligro de exagerar el efecto sobre el niño. El amor de la madre a la vida es tan contagioso como su ansiedad. Ambas actitudes ejercen un profundo efecto sobre la personalidad total del niño; indudablemente, es posible distinguir, entre los niños -y los adultos- los que sólo recibieron «leche» y los que recibieron «leche y miel».” (p. 55)

“Para el hombre moderno, sin embargo, es tan difícil practicar la paciencia como la disciplina y la concentración. Todo nuestro sistema industrial alienta precisamente lo contrario: la rapidez. Todas nuestras máquinas están diseñadas para lograr rapidez: el coche y el aeroplano nos llevan rápidamente a destino -y cuanto más rápido mejor-. La máquina que puede producir la misma cantidad en la mitad del tiempo es muy superior a la más antigua y lenta. Naturalmente, hay para ello importantes razones económicas. Pero, al igual que en tantos otros aspectos, los valores humanos están determinados por los valores económicos. Lo que es bueno para las máquinas debe serlo para el hombre -así dice la lógica-. El hombre moderno piensa que pierde algo -tiempo- cuando no actúa con rapidez; sin embargo, no sabe qué hacer con el tiempo que gana -salvo matarlo-.” (p. 107)

“La concentración es, con mucho, más difícil de practicar en nuestra cultura, en la que todo parece estar en contra de la capacidad de concentrarse.” (p. 109)

Chester Himes
ALGODÓN EN HARLEM / CUANDO EL CALOR ARRECIA (I)
Barcelona, 1980, Mundo Actual de Ediciones.



“En el «Cotton Club», la pista de baile se encontraba sobre una plataforma, a nivel de la superficie de las mesas, y servía también como escenario para las atracciones. En la parte trasera, unas encortinadas puertas daban paso a los camerinos.
(…)
  El piano sonaba frenéticamente, el saxofón gemía con ritmo afrodisíaco, el contrabajo latía de forma sugestiva, la trompeta sonaba imperiosa y la guitarra suplicaba. Un foco provisto de filtro azul y colocado por encima de las cabezas de los clientes bañaba con su luz el casi desnudo cuerpo de Billie, que bailaba en torno a una bala de algodón. Su figura se estremecía y sus caderas se agitaban como si estuviera haciendo el amor. De vez en cuando, su cuerpo era recorrido por espasmos, tras los cuales se tiraba convulsivamente sobre la bala de algodón. Frotaba el vientre contra ella, luego se volvía y hacía lo mismo con las nalgas, provocando en sus desnudos pechos un extático temblor. Tenía los rojos labios separados, como si jadease, y sus blancos dientes brillaban bajo la azulada luz. Billie creaba la completa ilusión de estar siendo seducida por una bala de algodón.
  Entre el público reinaba un absoluto silencio. Las mujeres miraban a la bailarina con brillantes ojos llenos de avidez y envidia. Los hombres la contemplaban palpitantes de deseo, con los párpados entornados para ocultar sus pensamientos. La danza se hizo más rápida y el auditorio se estremeció. Billie, con loco deseo, se echó sobre el algodón. Las mujeres del público se vieron sacudidas por un incontrolable espasmo. En el local, la lujuria crecía como la levadura.
  El número estaba llegando a su clímax. Billie contorsionaba el cuerpo y movía las caderas con estremecedora rapidez. Rodeó completamente la bala de algodón y luego, de cara al público, se abrió de brazos y, dando una última sacudida de caderas, gritó:
  —¡Oh, papá algodón!
  Bruscamente las luces se encendieron y el público estalló en frenéticos aplausos. El suave y voluptuoso cuerpo de Billie estaba cubierto de sudor y brillaba como la materialización de un sueño libertino.” (pp. 259-260)

[La cita pertenece a la novela Algodón en Harlem.]

Platón
EL BANQUETE / FEDÓN (I)
Barcelona, 1987, Planeta.



“—Oh Sócrates, todo lo demás me parece que está bien dicho, pero lo relativo al alma produce en los hombres grandes dudas por el recelo que tienen de que, una vez que se separe del cuerpo, ya no exista en ninguna parte, sino que se destruya y perezca en el mismo día en que el hombre muera, y que tan pronto como se separe del cuerpo y de él salga, disipándose como un soplo o como el humo se marche en un vuelo y ya no exista en ninguna parte. Pues, si verdaderamente estuviera en alguna parte ella sola, concentrada en sí misma y liberada de esos males que hace un momento expusiste, habría una grande y hermosa esperanza, oh Sócrates, de que es verdad lo que tú dices. Pero tal vez requiera una justificación y una demostración no pequeña eso de que existe el alma cuando el hombre ha muerto, y tiene capacidad de obrar y entendimiento.” (p. 93)

“—Y además —repuso Cebes interrumpiéndole—, según ese argumento, Sócrates, que tú sueles con tanta frecuencia repetir, de que el aprender no es sino el recordar, resulta también, si dicho argumento no es falso, que es necesario que nosotros hayamos aprendido en un tiempo anterior lo que ahora recordamos. Mas esto es imposible, a no ser que existiera nuestra alma en alguna parte antes de llegar a estar en esta figura humana. De suerte que también según esto parece que el alma es algo inmortal.” (p. 97)

[Las citas pertenecen al diálogo Fedón.]
Pío Baroja
ZALACAÍN EL AVENTURERO
Madrid, 1995, Espasa Calpe.



“Contó el tal viejo varias historias de la guerra carlista anterior. Una de ellas era verdaderamente odiosa y cobarde. Una vez cerca de un río, yendo con la partida, se encontraron con diez o doce soldados jovencitos que lavaban sus camisas en el agua.
  —A bayonetazos acabamos con todos —dijo el hombre sonriendo; luego añadió hipócritamente:
  —Dios nos lo habrá perdonado.
  Durante la cena, el repulsivo viejo estuvo contando hazañas por el estilo. Aquel tipo miserable y siniestro era fanático, violento y cobarde, se recreaba contando sus fechorías, manifestaba crueldad bastante para disimular su cobardía, tosquedad para darla como franqueza y ruindad para darle el carácter de habilidad. Tenía la doble bestialidad de ser católico y de ser carlista.
  Este desagradable y antipático personaje se puso después a clasificar los batallones carlistas según su valor: primero eran los navarros, como era natural, siendo él navarro; luego los castellanos, después los alaveses, luego los guipuzcoanos y, al último, los vizcaínos.
  Por el curso de la conversación, se veía que había allá un ambiente de odios terribles: navarros, vascongados, alaveses, aragoneses y castellanos se odiaban a muerte. Todo ese fondo cabileño que duerme en el instinto provincial español estaba despierto. Unos se reprochaban a otros el ser cobardes, granujas y ladrones.” (pp. 172-173)

jueves, 14 de marzo de 2019

Pietro Citati 
EL MAL ABSOLUTO (II) 
Barcelona, 2006, Galaxia Gutenberg. 


“No amar a Dickens es pecado mortal; quien no lo ama, no ama tampoco la novela y no comprende que el arte del siglo XIX tal vez alcanzó su culminación cuando mezcló la risa loca con el más impertérrito descenso a las tinieblas.” (p. 232) 

“Dickens tenía una intensa necesidad de Londres, de aquella «inmensa linterna mágica» de la que surgen todos sus personajes. Cuando vivía en Lausana, en Génova o en el campo inglés, frecuentemente se le atascaba la pluma sobre el papel y sus personajes, cuando no estaban rodeados por el bullicio de la gente, parecían proclives al estancamiento. Pero bastaba con que se subiese a una diligencia, se aproximase a la ciudad, bajase en uno de aquellos alojamientos que tantas veces había descrito, cruzase un mercado, viese el rostro de un camarero, un banquero o un vagabundo, vislumbrase las luces de gas que iluminaban los comercios, bajase las escaleras del Támesis, para que la pluma se reanimase. Como Rimbaud y Dostoievski, se daba «baños de multitud»: recorría las calles de noche, sumergiéndose entre la gente en movimiento continuo, cargándose de la electricidad de las grandes multitudes y perdiendo los propios espectros entre aquellos espectros vivientes, o atravesaba la desierta ciudad dormida. Londres era para él una madre edípica, odiosa e inmensamente amada: no tenía colores, era gélida, negra, tétrica; sin embargo, sólo en aquel laberinto podían alimentarse sus sueños, sólo en aquel amasijo de deshechos y de fango su mirada encontraba, como Baudelaire, los codiciados tesoros de la fantasía.” (p. 249) 

“Quien conoce la noche conoce también el mal. Dickens creía en el mal, en el helado, inexorable mal absoluto; lo sentía disperso por las calles de Londres o Birmingham, concentrado en lugares privilegiados, en el techo de una estancia donde alguien había cometido un delito o en una húmeda habitación abandonada, o en el lívido rayo que penetra por el agujero de una contraventana; y lo recogía en figuras inolvidables. Desde joven sabía que la tétrica furia sádica que se agazapa en el corazón de los hombres se desencadena sobre todo contra los niños, como si el mundo quisiera golpear su propia parte más tierna e indefensa, y así ofenderse mejor a sí mismo. No hay pecado más grande, como aprendió de él Dostoiesvki.” (p. 257)
VISNÚ PURANA (Historia de Visnú) 
Madrid, 1986, Miraguano. 
(Reproducción de la edición de 1928, perteneciente 
a la “Biblioteca de Teosofía y Orientalismo” de la 
editorial barcelonesa B. Bauzá.) 


“El ignorante que no se apercibe de que la naturaleza del mundo es la de la sabiduría, y lo juzga solamente como un objeto que ha caído bajo sus sentidos, se ha perdido en el océano de la ignorancia espiritual.” (p. 23) 

“Donde hay energía hay prosperidad, y la prosperidad descansa en la energía. ¿Cómo, pues, pueden tener energía los que han sido abandonados por la prosperidad? Sin valor y sin fuerza, se convierten en objeto del desprecio general.” (p. 38)

domingo, 10 de marzo de 2019

Cixin Liu 
EL FIN DE LA MUERTE (I) 
Barcelona, 2018, Penguin Random House. 


“Una nueva tecnología puede transformar la sociedad, pero cuando esta se encuentra en pañales son muy pocas las personas capaces de ver todo su potencial. El ordenador sirve como ejemplo, ya que cuando fue inventado era una mera herramienta que aumentaba la eficiencia, lo cual llevó a algunas personas a pensar que cinco ordenadores bastarían para el mundo entero. Ocurría igual con la hibernación artificial: Antes de ser una realidad, la gente tan solo pensaba que ofrecería una oportunidad para que los pacientes con enfermedades terminales encontraran una cura en el futuro. Al ir más allá, la gente se daría cuenta de que la técnica resultaba útil para los viajes interestelares. Pero al observarla a través del prisma de la sociología, era posible darse cuenta de que su aparición constituía un cambio radical para la civilización humana. 
   Todo se basaba en una única idea: «El mañana será mejor.»” (p. 85)
Deepak Chopra 
SINCRODESTINO 
Madrid, 2008, Punto de Lectura. 


“Toda creatividad se basa en saltos cuánticos e incertidumbre. Las ideas verdaderamente novedosas surgen del sustrato colectivo de información en momentos especiales. Estas ideas no se originan en el afortunado individuo, sino en la conciencia colectiva. Por eso es frecuente que dos o más personas realicen descubrimientos científicos significativos al mismo tiempo. Las ideas circulan en el inconsciente colectivo y las mentes preparadas están listas para traducir esa información. Ésta es la naturaleza del genio; ser capaz de comprender lo conocible aun cuando nadie más reconozca que está ahí. En un momento, la innovación o la idea creativa no existe y al siguiente es parte de nuestro mundo consciente. Mientras tanto, ¿en dónde estuvo? En el ámbito virtual, en el nivel del espíritu universal donde todo es potencial. En ocasiones, este potencial genera algo previsible; otras, algo nuevo, pero en este reino ya existen todas las posibilidades.” (p. 65) 

“La intención genera coincidencias; esta es la razón por la que, cuando pensamos en algo, ocurre. La intención es la razón por la cual algunas personas tienen remisiones espontáneas o se curan solas. La intención organiza toda la creatividad del Universo; nosotros, como seres humanos somos capaces de crear cambios positivos en nuestra vida a través de la intención. ¿Por qué entonces perdemos esa habilidad? La habilidad se pierde cuando la imagen de uno mismo eclipsa al ser, cuando sacrificamos nuestro ser verdadero a favor del ego. […] La intención funciona aprovechando las fuerzas creativas inherentes al Universo. Así como tenemos nuestra creatividad personal, el Universo también manifiesta creatividad. 
 El Universo está vivo y consciente, y responde a nuestras intenciones cuando mantenemos la relación íntima con él y lo vemos no como algo separado, sino como una prolongación de nuestro cuerpo.” (pp. 90-91)