domingo, 24 de marzo de 2019

Chester Himes
ALGODÓN EN HARLEM / CUANDO EL CALOR ARRECIA (I)
Barcelona, 1980, Mundo Actual de Ediciones.



“En el «Cotton Club», la pista de baile se encontraba sobre una plataforma, a nivel de la superficie de las mesas, y servía también como escenario para las atracciones. En la parte trasera, unas encortinadas puertas daban paso a los camerinos.
(…)
  El piano sonaba frenéticamente, el saxofón gemía con ritmo afrodisíaco, el contrabajo latía de forma sugestiva, la trompeta sonaba imperiosa y la guitarra suplicaba. Un foco provisto de filtro azul y colocado por encima de las cabezas de los clientes bañaba con su luz el casi desnudo cuerpo de Billie, que bailaba en torno a una bala de algodón. Su figura se estremecía y sus caderas se agitaban como si estuviera haciendo el amor. De vez en cuando, su cuerpo era recorrido por espasmos, tras los cuales se tiraba convulsivamente sobre la bala de algodón. Frotaba el vientre contra ella, luego se volvía y hacía lo mismo con las nalgas, provocando en sus desnudos pechos un extático temblor. Tenía los rojos labios separados, como si jadease, y sus blancos dientes brillaban bajo la azulada luz. Billie creaba la completa ilusión de estar siendo seducida por una bala de algodón.
  Entre el público reinaba un absoluto silencio. Las mujeres miraban a la bailarina con brillantes ojos llenos de avidez y envidia. Los hombres la contemplaban palpitantes de deseo, con los párpados entornados para ocultar sus pensamientos. La danza se hizo más rápida y el auditorio se estremeció. Billie, con loco deseo, se echó sobre el algodón. Las mujeres del público se vieron sacudidas por un incontrolable espasmo. En el local, la lujuria crecía como la levadura.
  El número estaba llegando a su clímax. Billie contorsionaba el cuerpo y movía las caderas con estremecedora rapidez. Rodeó completamente la bala de algodón y luego, de cara al público, se abrió de brazos y, dando una última sacudida de caderas, gritó:
  —¡Oh, papá algodón!
  Bruscamente las luces se encendieron y el público estalló en frenéticos aplausos. El suave y voluptuoso cuerpo de Billie estaba cubierto de sudor y brillaba como la materialización de un sueño libertino.” (pp. 259-260)

[La cita pertenece a la novela Algodón en Harlem.]