martes, 2 de abril de 2019

Platón
LA REPÚBLICA O EL ESTADO (II)
Madrid, 1988, Espasa-Calpe.


“–Al verlos, ¿no dirás que esto es lo mismo que cuando un esclavo calvo y de menguada estatura que acaba de verse libre de las cadenas y de los grillos, que ha reunido un poco de dinero, y que, después de limpiarse en el baño y de vestirse con un traje nuevo, va a casarse con la hija de su amo, reducida a esta cruel extremidad por la pobreza y abandono en que se halla?
–La comparación es exacta.
–¿Qué hijos saldrán de semejante matrimonio? Indudablemente hijos contrahechos y degenerados.
–Así debe ser.” (p. 190; Libro sexto.)

“–Con las demás cualidades del alma sucede poco más o menos como con las del cuerpo; cuando no se han obtenido de la naturaleza, se adquieren mediante la educación y la cultura. Pero respecto a la facultad de saber, como es de una naturaleza más divina, jamás pierde su virtud; se hace solamente útil o inútil, ventajosa o perjudicial, según la dirección que se le da. ¿No has observado hasta dónde llevan su sagacidad esos hombres conocidos con el nombre de embaucadores? ¿Con qué penetración su alma ruin discierne todo lo que les interesa? Su vista no está ni debilitada ni turbada, y como la obligan a servir como instrumento de su malicia, son tanto más maléficos cuanto son más sutiles y perspicaces.
–Esa observación es exacta.” (p. 209; Libro séptimo.)

“–Sin embargo, estos usureros ávidos, preocupados con su negocio y sin reparar en los que han arruinado, continúan prestando con un interés exorbitante y enriqueciéndose, abriendo brechas terribles en el patrimonio de sus muchas víctimas y multiplicando por este medio en el Estado la raza de los zánganos y de los pobres.” (p. 241; Libro octavo.)