jueves, 23 de mayo de 2019


Yuval Noah Harari
HOMO DEUS. BREVE HISTORIA DEL MAÑANA (II)
Barcelona, 2017, Debate.



“Para ilustrar este problema, considere el lector el caso de Santino, un chimpancé macho del zoo de Furuvik, en Suecia. Para mitigar el aburrimiento en su recinto, Santino desarrolló una emocionante afición: lanzar piedras a los visitantes. En sí mismo, no se trata de un hecho insólito. Los chimpancés airados suelen lanzar piedras, palos e incluso excrementos. Sin embargo, Santino planificaba sus movimientos con antelación. A primera hora de la mañana, mucho antes de que el zoo abriera sus puertas al público, Santino ya había reunido proyectiles y los había colocado en un montón, sin mostrar ningún indicio visible de enfado. Guías y visitantes pronto aprendieron a estar atentos a Santino, en especial cuando lo veían de pie junto a su montón de piedras, de manera que este tenía cada vez mayores dificultades en encontrar blancos.  
   En mayo de 2010, Santino respondió con una nueva estrategia. A primera hora de la mañana cogía balas de paja de su dormitorio y las colocaba cerca de la pared del recinto, donde se suelen reunir los visitantes para observar a los chimpancés. Después recogía piedras y las escondía bajo la paja. Aproximadamente una hora después, cuando los primeros visitantes se acercaban, Santino aparentaba indiferencia, sin mostrar indicios de irritación o agresividad. Solo cuando las víctimas se hallaban a una distancia adecuada, Santino cogía de golpe las piedras de donde las tenía escondidas y bombardeaba a los atemorizados humanos, que se dispersaban en todas direcciones. En el verano de 2012, Santino aceleró la carrera armamentista al esconder piedras no solo bajo las balas de paja, sino también en troncos de árboles, edificaciones y cualquier otro lugar adecuado.  
   Pero ni siquiera Santino satisfizo a los escépticos. ¿Cómo podemos estar seguros de que a las siete de la mañana, cuando sale para recoger piedras, Santino está imaginando cuánto se divertirá bombardeando a los visitantes humanos a mediodía? ¿No será que Santino está impulsado por algún algoritmo no consciente, al igual que la joven ardilla que esconde nueces «para el invierno» aunque aún no haya vivido ningún invierno?” (pp. 145-146)


Asunción Díaz
DRAMATIS PERSONAE
Madrid, 2019, Vitruvio.



“En un día entero, en sólo un día,
se puede amar, temer, arrepentirse,
llorar, y al fin entregarse.
A lo que pase, a lo que sea.
Sea pues, la vida.

Cerca o lejos de cada uno,
de la premeditación.
¡Qué pobre resulta la premeditación!
La premeditación frente a la llama
que arde y arde, de amor.

Olvídate, amigo, sólo nos queda
sonreír, sonreír y alegrarse de estar
vivo y contar si puedes un cuento
o llorar de tanto amor, de tanto
que sólo puede, si puede, dejarse llevar...”
[La cita pertenece al poema TITANIA; p. 35)



“¿Sufrirá el océano
cuando de la corriente
del río, una gota
(por cualquier causa)
quede a merced
de piedras y lodazales?”
[La cita pertenece al poema INQUIETUD O PADRE; p. 49)

Yuval Noah Harari
HOMO DEUS. BREVE HISTORIA DEL MAÑANA (I)
Barcelona, 2017, Debate.


“En Perú, Haití, Filipinas y Ghana (países en vías de desarrollo con pobreza e inestabilidad política), cada año se suicida una tasa inferior a cinco de cada 100.000 personas. En países ricos y pacíficos como Suiza, Francia, Japón y Nueva Zelanda, anualmente se quitan la vida una tasa superior a diez de cada 100.000 personas. En 1985, la mayoría de los surcoreanos eran pobres, no tenían estudios, estaban apegados a las tradiciones y vivían en una dictadura autoritaria. En la actualidad, Corea del Sur es una potencia económica destacada, sus ciudadanos figuran entre los mejor educados del mundo, y cuenta con un régimen estable y comparativamente democrático y liberal. Pero mientras que en 1985 nueve de cada 100.000 surcoreanos se quitaban la vida, hoy en día la tasa anual de suicidios del país es de 36 de cada 100.000.” (p. 45)

Elmore Leonard
MISTER PARADISE
Madrid, 2008, Alianza Editorial.



“Delsa miró al encargado, en el suelo, y pensó que su trabajo siempre sería igual. Mediaba el mes de abril y el encargado hacía ¿el número cien en la lista de homicidios? Por ahí debía andar. Si las cosas se calentaban con el verano, quizá alcanzaran los cuatrocientos homicidios del año anterior. Delsa llevaba así ocho de los diecisiete años desde que ingresó en la Policía de Detroit, donde empezó trabajando en un coche patrulla en la Comisaría Séptima y pasó luego a Delitos Violentos antes de llegar a Homicidios. En menos de ocho años se retiraría con la mitad del sueldo. Para entonces tendría cuarenta y cinco años. ¿Y luego qué? Seguridad privada. Había estudiado Introducción al derecho en Wayne, pero fue aplazando el momento de entrar en la facultad y ahora ya no le gustaban los abogados. Sabía investigar un homicidio, ir retirando una a una las capas del caso hasta descubrir quién era quién, quiénes mentían y quiénes decían cosas que podían serle útiles, y al fin daba con el sospechoso; y cuando sabía que tenía cogido por los huevos al arrogante tipejo que en ningún momento llegó a creer que pudieran pillarlo, entonces le presentaba las pruebas, lo miraba cara a cara y veía cómo su expresión chulesca se desvanecía al saber que se enfrentaba a veinticinco años de prisión o a toda una vida sin posibilidad de obtener la condicional. No había nada como ese momento.” (pp. 297-298)

Dennis Lehane
SHUTTER ISLAND
Barcelona, 2007, Círculo de Lectores.


“—En Dachau se nos rindieron los guardias de asalto de la SS —dijo Teddy—. Quinientos hombres. Había periodistas, pero ellos también habían visto los cadáveres apilados en la estación de tren. Podían oler justo lo mismo que nosotros olíamos. Nos miraron, y vimos que querían que hiciéramos lo que acabamos haciendo. Y nosotros, evidentemente, deseábamos hacerlo. Así que ejecutamos a todos y cada uno de esos malditos alemanes. Los desarmamos, los obligamos a apoyarse en la pared y los ejecutamos. Ametrallamos a más de trescientos tipos a la vez. Luego nos dedicamos a caminar entre las hileras y a meterle un tiro en la cabeza a cualquiera que todavía respirara. Fue uno de los peores crímenes de guerra de todos los tiempos, ¿no crees? Pero, Chuck, era lo mínimo que podíamos hacer. Los jodidos periodistas no paraban de aplaudir. Los prisioneros estaban tan contentos que se les saltaban las lágrimas. Así que les entregamos unos cuantos guardias de asalto y los hicieron pedazos. Al final del día habíamos eliminado quinientas almas de la faz de la tierra. Los asesinamos a todos. No fue en defensa propia, ni en el fragor de una batalla. Fue un homicidio. Y con todo, la situación estaba muy clara, puesto que se merecían algo mucho peor. Hasta aquí muy bien, pero... ¿cómo puede vivir alguien con ese peso? ¿Cómo puedes explicarles a tus padres, a tu mujer y a tus hijos que has hecho una cosa así? ¿Que has ejecutado a gente desarmada? ¿Que has matado niños? Niños con pistolas y uniformes, pero niños de todas formas. La respuesta es... que no puedes contárselo. Nunca lo comprenderían, porque lo que has hecho ha sido por una buena razón, pero a la vez está mal hecho. Y nunca lo olvidas.” (p. 134)
Elmore Leonard
HOMBRE / QUE VIENE VALDEZ (II)
Madrid, Valdemar, 2015.



“Mírenlo de nuevo como él se vio a sí mismo aquella noche. Su nombre era Roberto Eladio Valdez, nacido el 23 de julio de 1854, en un poblado de edificios de adobe en la sierra de San Pedro, donde el valle se extendía hasta las Galiuro. Su padre fue granjero hasta que se trasladaron a Tucson para trabajar con una compañía de transporte y envió a sus hijos a la escuela de la misión. Roberto Eladio Valdez, nacido de padres mexicanos en el Territorio de Arizona de los Estados Unidos, un chico que vivió en el desierto y conoció a muchos que fueron asesinados por los apaches, un chico que creció hasta hacerse hombre en el desierto y las montañas, que finalmente trabajó para el ejército guiando rastreadores apaches cuando los hostiles atacaron San Carlos y continuaron asaltando granjas, y finalmente lo dejó y decidió que ya era hora de trabajar la tierra o para una compañía de diligencias, como hacían la mayoría de los hombres, y hacerlo antes de que fuera demasiado tarde. Roberto Eladio Valdez trabajaba para Hatch & Hodges y le sentaron en el maletero con la escopeta porque era bueno disparando. Pidió un trabajo al comité municipal de Lanoria, le nombraron alguacil a tiempo parcial y le colocaron una escopeta en las manos porque era bueno disparando y porque era tranquilo y porque le gustaba a todo el mundo o al menos todos los soportaban, porque era uno de los buenos ciudadanos que se mantenía limpio y aseado, incluso llevaba un cuello de la camisa almidonado y traje cuando el resto iba en mangas de camisa, y jamás bebía demasiado o insultaba. Recuerden, ese era el Bob Valdez que conocía su sitio, y el que buscaba una vida normal y un hogar y una familia.” (pp. 293-294)
[La cita pertenecen a la novela QUE VIENE VALDEZ.]

Ulrich Beck
¿QUÉ ES LA GLOBALIZACIÓN? (III)
Barcelona, 1998, Paidós.



"Un nuevo pacto social debería partir de los siguiente. Nuestro trabajo ha llegado a ser tan productivo que cada vez necesitamos menos trabajo para producir más bienes y servicios. La integración material y social de los hombres por el trabajo remunerado continúa siendo tan importante como antes, aunque no del mismo modo. Propongo reflexionar acerca de si no sería posible valorar como segundo centro de integración y actividad, junto con el trabajo remunerado, el trabajo público y civil, en aquellos aspectos que signifique un compromiso cívico con el sociobiotipo de la sociedad, manifieste capacidad para la autoorganización y asimismo responda a intereses de proyectos políticos que no son suficientemente reconocidos por las instituciones." (p. 195)

“Tanto en los EE.UU. como en los países europeos comunitarios crece la preocupación por ese escenario social y político de brecha en aumento entre pobreza y riqueza en el interior de los países y entre países, escenario que plantea, al nivel más elevado de la economía y de la política, la necesidad de preguntarse: ¿cuánta pobreza puede soportar la democracia?” (p. 209)
Elmore Leonard
HOMBRE / QUE VIENE VALDEZ (I)
Madrid, Valdemar, 2015.


“Ese era el problema con el señor Méndez cuando trabajaba para él. De lejos nunca adivinabas que era mexicano. Nunca vestía como ellos, todo de blanco como si hicieran la ropa con sábanas. Habitualmente no se comportaba como ellos. Solo que su cara, con aquellos ojos como teñidos de tabaco y aquel bigote caído, siempre era igual y nunca sabías lo que estaba pensando. Cuando te miraba era como si supiera algo que no te iba a decir, o se estuviera riendo de ti, dijera lo que dijera. Entonces es cuando te dabas cuenta de que era mexicano.” (p. 24)

“Fue estando allí parado cuando vi por primera vez de cerca a John Russell.
    Imaginen la canana cruzada sobre su pecho con el sol destellando en los cartuchos que llenaban casi todas las presillas. Imaginen un sombrero de ala rígida, sembrado de manchas, que llevaba casi a la manera india, es decir, sin doblez ni echado a uno u otro lado, salvo que el ala estaba un poco levantada y tenía un pequeño pliegue en la corona.
    Imaginen su cara medio en sombra bajo el sombrero. Primero solo veías lo oscura que era. Oscura como sus brazos con las mangas remangadas por encima del codo. Oscura –lo juro– como las caras de los dos indios montaña blanca. Luego veías lo largo que llevaba el pelo, casi tapándole las orejas, y lo bien afeitada que parecía su cara. En ese momento barruntabas que era más para aquellos apaches que un amigo o un jefe. Quiero decir que podía tener lazos de sangre con ellos, se llamara como se llamara, y nadie en el mundo hubiera apostado a que no los tenía.” (pp. 24-25)

[Las citas pertenecen a la novela HOMBRE.]

Ulrich Beck
¿QUÉ ES LA GLOBALIZACIÓN? (II)
Barcelona, 1998, Paidós.



“El capitalismo destruye el trabajo. El paro ya no es un destino marginal: nos afecta potencialmente a todos, y también a la propia democracia como forma de vida. Pero el capitalismo global, al declararse exento de toda responsabilidad respecto al empleo y la democracia, está socavando en el fondo su propia legitimidad. (…) Hay que volver a cimentar el futuro de la democracia más allá de la sociedad del trabajo. (…) Lo que se ha presentado como un remedio –la flexibilización del mercado laboral– no ha hecho más que ocultar la terrible enfermedad del paro; no lo ha curado en absoluto. Al contrario, cada vez es mayor el paro, así como los casos de trabajos a tiempo parcial, las precarias relaciones contractuales y la por el momento aún tranquila reserva laboral. En otras palabras, que el volumen del trabajo remunerado está desapareciendo a marchas forzadas y nos estamos dirigiendo a toda velocidad hacia un capitalismo sin trabajo, y ello en todos los países posindustriales del planeta” (pp. 92-93).

“Contradiciendo a los profetas de la sociedad de la información, que predicen una gran abundancia de trabajos muy bien remunerados inclusive para personas con poca formación, la triste y desnuda realidad dice que numerosos puestos de trabajo en el sector del procesamiento de datos serán actividades rutinarias bastante mal retribuidas. La infantería de la economía de la información, escribe el economista y antiguo ministro de trabajo de la administración Clinton, Robert Reich, la constituyen hordas de trabajadores informáticos sentados en cuartos sin ventana ante terminales de ordenador conectadas a bancos de datos a escala mundial.” (p. 95)

Jean Giono
EL HÚSAR EN EL TEJADO
Barcelona, 1998, Anagrama.



“Luego de haberse convencido poco a poco de que no había ningún peligro, Angelo dejó su actitud vigilante y se puso a charlar con el muchacho, quien le dijo que allí podían considerarse felices, ya que en Marsella, en ciertas calles, los cadáveres apilados sobrepasaban la altura de las puertas de las tiendas. Aix también estaba devastada. Padecían allí una variedad de la epidemia realmente atroz. Al principio, los enfermos eran atacados de una especie de embriaguez que los hacía correr de un lado a otro vacilantes dando espantosos alaridos. Tenían los ojos brillantes y la voz ronca, y parecían rabiosos. Los amigos huían de los amigos. Se había visto a una madre perseguida por su hijo, a una hija perseguida por su madre, a jóvenes esposos que se daban caza. La ciudad semejaba un coto de caza lleno de jaurías. Al parecer, al fin habían decidido matar a los enfermos y, en lugar de enfermeros, quienes recorrían las calles eran ahora una especie de perreros armados de lazos y garrotes. Aviñón estaba igualmente en pleno delirio: los enfermos se arrojaban al Ródano, o se colgaban, o se degollaban con navajas, o se desgarraban las venas de las muñecas a mordiscos. En ciertos lugares los enfermos estaban tan quemados por la fiebre, que los cadáveres se volvían inmediatamente como yesca y se inflamaban de repente, por sí solos, así que soplaba un poco de aquel viento ardiente, y hasta nada más que por el exceso de sequedad. Por esta razón se había incendiado la ciudad de Die. Los enfermeros se veían obligados a llevar manoplas de cuero como los herreros. «Hay lugares del departamento del Drôme», siguió diciendo el muchacho, «en los que los pájaros han enloquecido. En todo caso, no muy lejos de aquí, al otro lado de las colinas, los caballos lo rechazan todo. Rechazan la avena, el agua, la caballeriza, los cuidados de la persona que los atiende habitualmente, aunque goce de buena salud. Se ha observado, por lo demás, que ese rechazo por parte del caballo constituye siempre una pésima señal para la persona o la casa rechazadas. La enfermedad no tardará en manifestarse, por más que aún no haya sido advertida. Y los perros; naturalmente, están los perros de los que han muerto, que vagan por todas partes, comen cadáveres y, en vez de diñarla, engordan y se vuelven arrogantes. No tienen ya ganas de ser perros e incluso cambian de fisonomía. ¡Lo que hay que ver! A algunos les ha crecido bigote, lo cual parece ridículo. Cuando se encuentran con la gente, no le ceden la acera, y si los amenazan, se encolerizan; se hacen respetar; su cabeza aumenta de tamaño. ¡Lo digo en serio!” (pp. 210-211)

Ulrich Beck
¿QUÉ ES LA GLOBALIZACIÓN? (I)
Barcelona, 1998, Paidós.


“También saltan a la vista las contradicciones del «capitalismo sin trabajo». Los directivos de las multinacionales ponen a salvo la gestión de sus negocios llevándoselos a la India del sur, pero envían a sus hijos a universidades europeas de renombre subvencionadas con dinero público. Ni se les pasa por la cabeza irse a vivir allí donde crean los puestos de trabajo y pagan muy pocos impuestos. Pero para sí mismos reclaman, naturalmente, derechos fundamentales políticos, sociales y civiles, cuya financiación pública torpedean. Frecuentan el teatro; disfrutan de la naturaleza y el campo, que tanto dinero cuesta conservar; y se lo pasan bomba en las metrópolis europeas aún relativamente libres de violencia y criminalidad. Sin embargo, con su política exclusivamente orientada a la generación de beneficios están contribuyendo a la vez al hundimiento de este modo de vida europeo. Pregunta: ¿dónde desearán vivir, ellos o sus hijos, cuando nadie financie ya los Estados democráticos de Europa?” (p. 22)

“«Entre los daños medioambientales resultantes del bienestar y los daños medioambientales resultantes de la pobreza», escribe Michael Zürn, «conviene hacer una precisión importante: mientras que muchas de las amenazas ecológicas condicionadas por la riqueza resultan de la exteriorización de los costes de producción, en el caso de los daños ecológicos condicionados por la pobreza se trata de autodaños de los pobres que tienen efectos secundarios también para los ricos. En otras palabras, que los daños medioambientales condicionados por la riqueza se reparten equitativamente por todo el planeta, mientras que los daños medioambientales condicionados por la pobreza se dan preferentemente en un lugar determinado y se internacionalizan sólo en forma de efectos secundarios que aparecen a medio plazo».” (p. 68)