Elmore
Leonard
HOMBRE / QUE VIENE VALDEZ (I)
Madrid, Valdemar, 2015.
“Ese era el problema con el señor Méndez cuando trabajaba para él. De lejos nunca adivinabas que era mexicano. Nunca vestía como ellos, todo de blanco como si hicieran la ropa con sábanas. Habitualmente no se comportaba como ellos. Solo que su cara, con aquellos ojos como teñidos de tabaco y aquel bigote caído, siempre era igual y nunca sabías lo que estaba pensando. Cuando te miraba era como si supiera algo que no te iba a decir, o se estuviera riendo de ti, dijera lo que dijera. Entonces es cuando te dabas cuenta de que era mexicano.” (p. 24)
“Fue estando allí parado cuando vi por primera vez de cerca a John Russell.
Imaginen la canana cruzada sobre su pecho con el sol destellando en los cartuchos que llenaban casi todas las presillas. Imaginen un sombrero de ala rígida, sembrado de manchas, que llevaba casi a la manera india, es decir, sin doblez ni echado a uno u otro lado, salvo que el ala estaba un poco levantada y tenía un pequeño pliegue en la corona.
Imaginen su cara medio en sombra bajo el sombrero. Primero solo veías lo oscura que era. Oscura como sus brazos con las mangas remangadas por encima del codo. Oscura –lo juro– como las caras de los dos indios montaña blanca. Luego veías lo largo que llevaba el pelo, casi tapándole las orejas, y lo bien afeitada que parecía su cara. En ese momento barruntabas que era más para aquellos apaches que un amigo o un jefe. Quiero decir que podía tener lazos de sangre con ellos, se llamara como se llamara, y nadie en el mundo hubiera apostado a que no los tenía.” (pp. 24-25)
[Las citas pertenecen a la novela HOMBRE.]
HOMBRE / QUE VIENE VALDEZ (I)
Madrid, Valdemar, 2015.
“Ese era el problema con el señor Méndez cuando trabajaba para él. De lejos nunca adivinabas que era mexicano. Nunca vestía como ellos, todo de blanco como si hicieran la ropa con sábanas. Habitualmente no se comportaba como ellos. Solo que su cara, con aquellos ojos como teñidos de tabaco y aquel bigote caído, siempre era igual y nunca sabías lo que estaba pensando. Cuando te miraba era como si supiera algo que no te iba a decir, o se estuviera riendo de ti, dijera lo que dijera. Entonces es cuando te dabas cuenta de que era mexicano.” (p. 24)
“Fue estando allí parado cuando vi por primera vez de cerca a John Russell.
Imaginen la canana cruzada sobre su pecho con el sol destellando en los cartuchos que llenaban casi todas las presillas. Imaginen un sombrero de ala rígida, sembrado de manchas, que llevaba casi a la manera india, es decir, sin doblez ni echado a uno u otro lado, salvo que el ala estaba un poco levantada y tenía un pequeño pliegue en la corona.
Imaginen su cara medio en sombra bajo el sombrero. Primero solo veías lo oscura que era. Oscura como sus brazos con las mangas remangadas por encima del codo. Oscura –lo juro– como las caras de los dos indios montaña blanca. Luego veías lo largo que llevaba el pelo, casi tapándole las orejas, y lo bien afeitada que parecía su cara. En ese momento barruntabas que era más para aquellos apaches que un amigo o un jefe. Quiero decir que podía tener lazos de sangre con ellos, se llamara como se llamara, y nadie en el mundo hubiera apostado a que no los tenía.” (pp. 24-25)
[Las citas pertenecen a la novela HOMBRE.]