Elmore Leonard
MISTER PARADISE
Madrid, 2008, Alianza Editorial.
“Delsa miró al encargado, en el suelo, y pensó que su trabajo siempre sería igual. Mediaba el mes de abril y el encargado hacía ¿el número cien en la lista de homicidios? Por ahí debía andar. Si las cosas se calentaban con el verano, quizá alcanzaran los cuatrocientos homicidios del año anterior. Delsa llevaba así ocho de los diecisiete años desde que ingresó en la Policía de Detroit, donde empezó trabajando en un coche patrulla en la Comisaría Séptima y pasó luego a Delitos Violentos antes de llegar a Homicidios. En menos de ocho años se retiraría con la mitad del sueldo. Para entonces tendría cuarenta y cinco años. ¿Y luego qué? Seguridad privada. Había estudiado Introducción al derecho en Wayne, pero fue aplazando el momento de entrar en la facultad y ahora ya no le gustaban los abogados. Sabía investigar un homicidio, ir retirando una a una las capas del caso hasta descubrir quién era quién, quiénes mentían y quiénes decían cosas que podían serle útiles, y al fin daba con el sospechoso; y cuando sabía que tenía cogido por los huevos al arrogante tipejo que en ningún momento llegó a creer que pudieran pillarlo, entonces le presentaba las pruebas, lo miraba cara a cara y veía cómo su expresión chulesca se desvanecía al saber que se enfrentaba a veinticinco años de prisión o a toda una vida sin posibilidad de obtener la condicional. No había nada como ese momento.” (pp. 297-298)
MISTER PARADISE
Madrid, 2008, Alianza Editorial.
“Delsa miró al encargado, en el suelo, y pensó que su trabajo siempre sería igual. Mediaba el mes de abril y el encargado hacía ¿el número cien en la lista de homicidios? Por ahí debía andar. Si las cosas se calentaban con el verano, quizá alcanzaran los cuatrocientos homicidios del año anterior. Delsa llevaba así ocho de los diecisiete años desde que ingresó en la Policía de Detroit, donde empezó trabajando en un coche patrulla en la Comisaría Séptima y pasó luego a Delitos Violentos antes de llegar a Homicidios. En menos de ocho años se retiraría con la mitad del sueldo. Para entonces tendría cuarenta y cinco años. ¿Y luego qué? Seguridad privada. Había estudiado Introducción al derecho en Wayne, pero fue aplazando el momento de entrar en la facultad y ahora ya no le gustaban los abogados. Sabía investigar un homicidio, ir retirando una a una las capas del caso hasta descubrir quién era quién, quiénes mentían y quiénes decían cosas que podían serle útiles, y al fin daba con el sospechoso; y cuando sabía que tenía cogido por los huevos al arrogante tipejo que en ningún momento llegó a creer que pudieran pillarlo, entonces le presentaba las pruebas, lo miraba cara a cara y veía cómo su expresión chulesca se desvanecía al saber que se enfrentaba a veinticinco años de prisión o a toda una vida sin posibilidad de obtener la condicional. No había nada como ese momento.” (pp. 297-298)