miércoles, 13 de noviembre de 2019

H. G. Wells
UNA UTOPÍA MODERNA (II)
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“El desarrollo casi catastrófico de las nuevas maquinarias, el descubrimiento de materiales nuevos y la aparición de nuevas posibilidades sociales, gracias a las investigaciones organizadas de la ciencia material, han proporcionado facilidades enormes y sin precedente al espíritu de innovación. El viejo orden local está roto o a punto de romperse de un extremo a otro de la tierra; en todas partes los hombres bracean en medio del naufragio de sus convicciones arrastradas por la inundación, y, llenos de estupefacción, aún no se dan clara cuenta de lo que ha pasado. Las viejas ortodoxias locales de jerarquía y de preeminencia, las distracciones y las ocupaciones desde hace tanto tiempo aceptadas, el viejo ritual de conducta en las importantes pequeñas cosas de la vida diaria, y el viejo ritual del pensamiento en las cosas que alimentan la discusión, están despedazados, diseminados o mezclados de una manera discorde, usos y costumbres confundidos, sin que ninguna práctica universal de la tolerancia, ninguna aceptación cortés de las desigualdades, ningún acuerdo más amplio los haya reemplazado aún. Por eso reina soberanamente sobre la tierra y en la sociedad moderna una confusión antipática. Los unos son intolerantes para con los otros; todo contacto provoca las comparaciones, las agresiones, las persecuciones, las defecciones, y las gentes más sutiles y finas se ven atormentadas excesivamente por el sentimiento de que se las observe siempre con antipatía y frecuentemente con hostilidad. Vivir sin apartarse hasta cierto punto, de la masa, es imposible, y ese apartamiento se halla exactamente en proporción con la superioridad individual que se posea.” (Capítulo segundo: “Acerca de las libertades”; apartado 2)