lunes, 22 de agosto de 2022

 


Luciano Canfora
UNA PROFESIÓN PELIGROSA (III)
La vida cotidiana de los filósofos griegos
Barcelona, 2002, Anagrama. 
 


“Sin embargo, lo que distingue el antiguo descubrimiento sofístico -la «invención de los dioses»- de la científica predicación epicúrea acerca de la inexistencia de las penas ultraterrenas es la diversa eficacia ética de sus puntos de vista. Epicuro y sus seguidores se ubican en los antípodas de la indiferencia ética de los sofistas, o al menos algunos de ellos. Para Epicuro y su escuela, la revelación de la simple verdad según la cual la muerte es el final de todo y no existen «segundos tiempos» que nos esperan, implica una ética del todo terrenal y por tanto más austera. Todo el partido se juega aquí y no existe un después que imponga normas de comportamiento. Hay que hacer el bien no por razones exteriores sino porque debes hacerlo aquí como fuente de tu felicidad aquí. El punto culminante de esta elevada ética laica es que el bien es la fuente de la felicidad y el bienestar: el altruismo -dicho en el lenguaje de los utilitaristas ingleses- aparece como la forma suprema y no perniciosa del «egoísmo».” (pp. 151-152)
[Las cursivas pertenecen al texto.]

Kazuo Ishiguro
PÁLIDA LUZ EN LAS COLINAS
Barcelona, 2017, Anagrama. 


“—Ogata-San, —Shigeo Matsuda había levantado el tono de voz y adoptó un aire de autoridad—, Ogata-San, lo único que siento es que no haya venido usted una hora antes. Entonces podría explicárselo mucho mejor. Ahora no hay tiempo para hablar de todo eso. Pero déjeme decirle una cosa. Sí, creía en todo lo que escribí en ese artículo y aún sigo creyéndolo. En su época, a los niños japoneses se les enseñaban cosas horribles. Se les enseñaban mentiras muy peligrosas. Y lo que es peor, se les enseñaba a no ver y a no hacer preguntas, y por este motivo el país se vio inmerso en el peor infierno de toda su historia.
—Perdimos la guerra —replicó Ogata-San—, pero no es razón para que tengamos que imitar las costumbres del enemigo. Perdimos la guerra porque nos faltaron armas y tanques, no porque nuestro pueblo fuese cobarde o porque nuestra cultura no tuviese fundamento. Shigeo, no te haces idea de cuánto trabajamos hombres como yo y hombres como el Dr. Endo, al que también insultas en tu artículo. Nuestra más profunda preocupación fue siempre este país, y trabajamos muy duro para conservar y transmitir los más justos valores.
—De eso no cabe duda. No dudo de que fuesen hombres honestos y se afanaran en su trabajo. Eso nunca lo he cuestionado ni por un instante. Lo que ocurre es que enfocaron sus energías en una dirección errónea, en una dirección diabólica. Ustedes no eran conscientes de ello, pero me temo que ésa es la verdad. Ahora todo forma ya parte del pasado, y lo único que nos queda es estar agradecidos.
—Es increíble, Shigeo. ¿De verdad estás convencido de lo que dices? ¿Quién te ha enseñado a hablar de ese modo?
—Ogata-San, sea sincero consigo mismo. En lo más profundo de su corazón, sabe que estoy diciendo la verdad. Para ser justos, digamos que no se le puede culpar por las consecuencias de actos de los que usted mismo no era consciente. Entonces, muy pocos hombres llegaron a intuir adonde nos conduciría todo aquello, y a esos hombres se les encarceló por decir lo que pensaban. Pero ahora, ahora están libres y nos conducirán a un nuevo amanecer.
—¿Un nuevo amanecer? ¿Pero qué tonterías estás diciendo?
—Es hora de irme. Siento no tener más tiempo para seguir hablando.
—¿Qué ocurre, Shigeo? ¿Cómo puedes hablar así? Es evidente que no tienes idea de los esfuerzos y la dedicación que pusieron en su trabajo hombres como el Dr. Endo.¿Cómo puedes hablar de aquella época si no eras más que un niño? ¿Cómo puedes saber lo que dimos y lo que conseguimos?
—Pues ocurre que sí conozco muy bien algunos aspectos de su carrera, como por ejemplo, los cinco profesores del Nishizaka que fueron despedidos y encarcelados en abril de 1938, si no me equivoco. Pero ahora, esos hombres están libres y nos ayudarán a conseguir un nuevo amanecer. Ahora le ruego que me disculpe.” (pp. 162-163)

Luciano Canfora
UNA PROFESIÓN PELIGROSA (II)
La vida cotidiana de los filósofos griegos
Barcelona, 2002, Anagrama.

 

 “Resulta probablemente ilusorio el propósito de conciliar o recomponer las relaciones entre moral individual y moral política. No se puede negar que, en este campo, se han llevado a cabo toda clase de tentativas orientadas en esa dirección, ni que se haya buscado en numerosas ocasiones la fórmula definitiva para resolver ese conflicto. Al contrario, la experiencia que tenemos a nuestras espaldas, documentada por los testimonios historiográficos que han llegado hasta nosotros, es tan vasta y su carácter resulta a tal punto repetitivo que nos induce a pensar que esa fórmula de conciliación no existe. Parece que, invariablemente, cada vez que un intelectual pasa a la actividad política directa -cambio de roles infrecuente pero no imposible, como muestran el emperador Claudio, el cardenal Bellarmino, Robespierre y Lenin- su estatura moral deja de ser la misma.   
  La política es un arte demasiado alto y arriesgado -por el sólo hecho de que en función de ella algunos se vuelven árbitros del destino de todos los demás- como para no comportar, para quien se aventura en ella un precio muy elevado.” (p.85)
[Las cursivas pertenecen a la cita.]

Emanuel Swedenborg
DEL CIELO Y DEL INFIERNO (II)
Madrid, 2002, Siruela. 
 


“Algunas personas creen que es difícil vivir una vida orientada hacia el cielo, lo que se denomina una «vida espiritual», porque han oído que debemos renunciar al mundo y abandonar los deseos del cuerpo y la carne y «vivir espiritualmente». Todos entienden que eso consiste en despreciar los asuntos mundanos, especialmente los referidos al dinero y al prestigio, vivir en constante meditación devota sobre Dios, la salvación y la vida eterna, y dedicar la vida entera a al oración y la lectura de la Palabra y la literatura religiosa. Piensan que esto es renunciar al mundo y vivir para el espíritu y no para la carne. Sin embargo, la realidad es muy distinta, como he aprendido de mi abundante experiencia y conversación con los ángeles. En realidad, quienes renuncian al mundo y viven para el espíritu de esa manera adoptan una vida lúgubre, una vida que no está abierta a la alegría celestial, puesto que nuestra vida permanece con nosotros después de la muerte. No, si queremos aceptar la vida del cielo, debemos por todos los medios vivir en el mundo y participar en sus deberes y asuntos. De esta manera, aceptamos la vida espiritual por medio de nuestra vida civil y moral; no hay ninguna otra forma de que la vida espiritual pueda formarse en nosotros, ninguna otra manera de que nuestros espíritus puedan ser preparados para el cielo. Y esto es así porque vivir una vida interior sin vivir al mismo tiempo una vida exterior es como vivir en una casa que no tiene cimientos, en la que gradualmente se abren grietas, y que se va desmoronando hasta que se derrumba.” (p. 457)
Hugh Thomas
LA TRATA DE ESCLAVOS
Barcelona, 1998, Planeta. 
 


“A partir del siglo XVI algunos sacerdotes y monjes criticaron que los europeos revivieran la esclavitud; algunos protestantes también se sintieron incómodos. La actitud piadosa de fray Pedro Claver en los muelles de Cartagena de Indias merece mayor reconocimiento; pero sus denuncias y las de otros cayeron en oídos sordos, y en cuanto países como Inglaterra empezaron a comerciar con africanos hubo poca oposición a ello, hasta el XVIII. El movimiento abolicionista que surgió entonces fue resultado, primero, de la difusión de ideas que aparecían en folletos y libros publicados sin censura, cosa que sólo era posible en Gran Bretaña y Estados Unidos, y, en menor medida, en Francia; en segundo lugar, se debió a la conversión al abolicionismo de una secta protestante, la de los cuáqueros, que habían participado en la trata y sabían perfectamente a lo que se enfrentaban. Es dudoso que la abolición hubiese triunfado cuando lo hizo de no ser por la capacidad que tenía el movimiento de los cuáqueros de organizar, primero a sus miembros y, luego, a quienes no lo eran.
  Con el tiempo el esforzado empeño de filántropos en Francia, Norteamérica y Gran Bretaña, y más tarde en España, Brasil y otros lugares, en la prensa, en el Parlamento y en la diplomacia, consiguió la abolición de la trata atlántica y de la esclavitud en las Américas; esto preparó el terreno para el inicio, al menos, de la abolición de la esclavitud y de la trata en África. La experiencia de lo ocurrido entre 1808 y 1860 sugiere que el fin de la trata fue producto, no de que «la esclavitud como medio de producción obstaculizó el crecimiento agrario e industrial», como manifestó el historiador francés Claude Meillassoux, sino de la obra de varias personas, entre ellas, la de escritores como Montesquieu, que fue esencial. Los héroes fueron Thomas Clarkson y Wilberforce, en Gran Bretaña; Benezet y Moses Brown, en Estados Unidos, y Benjamin Constant y otros amigos y parientes de madame de Staël, en Francia. La eficacia del primer gobierno de Louis Philippe, sobre todo su ministro de Marina, conde Argout, demostró que un dirigente resuelto puede conseguir mucho. No debemos olvidar a Isidoro Antillón, que habló por primera vez contra la trata en 1802 y que quizá fue asesinado por manifestar su opinión en Cádiz en 1811, como también deben tener su lugar en el panteón otros abolicionistas hispanos, entre ellos Labra y Vizcarrando. En su visita al Parlamento británico en 1995, Nelson Mandela recordó a Wilberforce, pero pudo haber mencionado a otros, por no hablar de la flota británica en África occidental. En Brasil, la oposición de dom Pedro a la trata fue continua y deberíamos retener los nombres de varios políticos (culminando con Soares de Souza), en Angola.” (p. 791)


Luciano Canfora
UNA PROFESIÓN PELIGROSA (I)
La vida cotidiana de los filósofos griegos
Barcelona, 2002, Anagrama. 



“Lo que buscaba en los viajes que emprendió lo encontraría al fin dentro de sí mismo. Tras pasar por Megara se dirigió a Cirene, floreciente colonia griega en suelo libio, donde visitó al matemático Teodoro, maestro de Teeteto. Después fue a Italia, donde frecuentó a los pitagóricos Filolao y Eurito. Finalmente a Egipto, aunque muy poco sabemos acerca de este viaje, que fue quizás el más importante de todos. Nos sentimos tentados a pensar que cuanto dice en el Timeo acerca de Solón y del conocimiento que de éste obtuvo sobre los ancestrales mitos de Egipto es un modo críptico de reflejar su experiencia, aunque esto no sea más que una conjetura. En cualquier caso, no es inverosímil imaginar una iniciación de Platón en Egipto. Sin duda allí habría aprendido mucho en materias que lo fascinaban, como la matemática y la astronomía: secretos de unas ciencias y de un pensamiento que se negó a divulgar, como es propio de un iniciado. De allí surge quizás el recurso de hablar de la experiencia egipcia a través de la «máscara» de Solón, y el singular artificio según el cual los sacerdotes egipcios habrían contado al viejo Solón la historia de la Atlántida, que parece una manera mítica de dilatar indefinidamente la noción de tiempo. Pero podría ser asímismo la metáfora de otros conceptos y de otras «verdades» veladas por aquella evocación histórica imposible de verificar. ¡El propio narrador reconoce que se trata de la historia de unos acontecimientos y lugares cuyas huellas se han perdido por completo! Una realidad que aconteció en un tiempo muy remoto, que no ha dejado trazas visibles pero de la cual los grandes sabios –es decir, los sacerdotes egipcios- guardan recuerdos que transmiten a un «elegido», Solón en este caso.” (pp. 63-64)

Emanuel Swedenborg
DEL CIELO Y DEL INFIERNO (I)
Madrid, 2002, Siruela.



“Se me ha enseñado en el cielo que los antiguos habitantes de nuestro planeta, que eran hombres celestiales, pensaban sobre la base de las correspondencias reales, y que los fenómenos naturales del mundo que se presentaban a su vista les servían como medio para pensar de esa manera. Por eso aquellos tiempos recibieron el nombre de Edad de Oro. Los autores clásicos la describieron como un tiempo en que los habitantes del cielo moraban con los mortales y los acompañaban como un amigo acompaña a un amigo.
   Pero pasados aquellos tiempos, aparecieron personas que no pensaban mediante correspondencias reales, sino mediante un conocimiento de las correspondencias. Había todavía una unión del cielo con la humanidad, pero ya no tan íntima. A aquel tiempo se le llamó la Edad de Plata.
   Los que vinieron después conocían en efecto las correspondencias, pero no basaban su pensamiento en el conocimiento de las correspondencias. Esto se debía a que vivían en el bien natural, y no, como sus antepasados, en el bien espiritual. Esa época fue llamada Edad de Bronce.
   Se me enseñó, finalmente, que después de esa era la humanidad se centró cada vez más en lo exterior y, por último, sólo en lo físico. Entonces, el conocimiento de las correspondencias se perdió por completo, y con él, toda conciencia del cielo y sus riquezas.
  Los nombres de esas edades -Oro, Plata y Bronce- proceden también de las correspondencias, porque el oro, en razón de la correspondencia, significa la bondad celestial en la que vivieron los más antiguos. La plata, en cambio, significa la bondad espiritual propia de sus sucesores, los antiguos. El bronce significa la bondad natural característica de los que vinieron después. Por el contrario, el hierro, que dio su nombre a la última era, significa una verdad endurecida, desprovista de bien.” (pp. 169-170)