lunes, 22 de agosto de 2022

Luciano Canfora
UNA PROFESIÓN PELIGROSA (III)
La vida cotidiana de los filósofos griegos
Barcelona, 2002, Anagrama. 
 


“Sin embargo, lo que distingue el antiguo descubrimiento sofístico -la «invención de los dioses»- de la científica predicación epicúrea acerca de la inexistencia de las penas ultraterrenas es la diversa eficacia ética de sus puntos de vista. Epicuro y sus seguidores se ubican en los antípodas de la indiferencia ética de los sofistas, o al menos algunos de ellos. Para Epicuro y su escuela, la revelación de la simple verdad según la cual la muerte es el final de todo y no existen «segundos tiempos» que nos esperan, implica una ética del todo terrenal y por tanto más austera. Todo el partido se juega aquí y no existe un después que imponga normas de comportamiento. Hay que hacer el bien no por razones exteriores sino porque debes hacerlo aquí como fuente de tu felicidad aquí. El punto culminante de esta elevada ética laica es que el bien es la fuente de la felicidad y el bienestar: el altruismo -dicho en el lenguaje de los utilitaristas ingleses- aparece como la forma suprema y no perniciosa del «egoísmo».” (pp. 151-152)
[Las cursivas pertenecen al texto.]