Hugh Thomas
LA TRATA DE ESCLAVOS
Barcelona, 1998, Planeta.
LA TRATA DE ESCLAVOS
Barcelona, 1998, Planeta.
“A partir del siglo XVI algunos sacerdotes y monjes criticaron que los europeos revivieran la esclavitud; algunos protestantes también se sintieron incómodos. La actitud piadosa de fray Pedro Claver en los muelles de Cartagena de Indias merece mayor reconocimiento; pero sus denuncias y las de otros cayeron en oídos sordos, y en cuanto países como Inglaterra empezaron a comerciar con africanos hubo poca oposición a ello, hasta el XVIII. El movimiento abolicionista que surgió entonces fue resultado, primero, de la difusión de ideas que aparecían en folletos y libros publicados sin censura, cosa que sólo era posible en Gran Bretaña y Estados Unidos, y, en menor medida, en Francia; en segundo lugar, se debió a la conversión al abolicionismo de una secta protestante, la de los cuáqueros, que habían participado en la trata y sabían perfectamente a lo que se enfrentaban. Es dudoso que la abolición hubiese triunfado cuando lo hizo de no ser por la capacidad que tenía el movimiento de los cuáqueros de organizar, primero a sus miembros y, luego, a quienes no lo eran.
Con el tiempo el esforzado empeño de filántropos en Francia, Norteamérica y Gran Bretaña, y más tarde en España, Brasil y otros lugares, en la prensa, en el Parlamento y en la diplomacia, consiguió la abolición de la trata atlántica y de la esclavitud en las Américas; esto preparó el terreno para el inicio, al menos, de la abolición de la esclavitud y de la trata en África. La experiencia de lo ocurrido entre 1808 y 1860 sugiere que el fin de la trata fue producto, no de que «la esclavitud como medio de producción obstaculizó el crecimiento agrario e industrial», como manifestó el historiador francés Claude Meillassoux, sino de la obra de varias personas, entre ellas, la de escritores como Montesquieu, que fue esencial. Los héroes fueron Thomas Clarkson y Wilberforce, en Gran Bretaña; Benezet y Moses Brown, en Estados Unidos, y Benjamin Constant y otros amigos y parientes de madame de Staël, en Francia. La eficacia del primer gobierno de Louis Philippe, sobre todo su ministro de Marina, conde Argout, demostró que un dirigente resuelto puede conseguir mucho. No debemos olvidar a Isidoro Antillón, que habló por primera vez contra la trata en 1802 y que quizá fue asesinado por manifestar su opinión en Cádiz en 1811, como también deben tener su lugar en el panteón otros abolicionistas hispanos, entre ellos Labra y Vizcarrando. En su visita al Parlamento británico en 1995, Nelson Mandela recordó a Wilberforce, pero pudo haber mencionado a otros, por no hablar de la flota británica en África occidental. En Brasil, la oposición de dom Pedro a la trata fue continua y deberíamos retener los nombres de varios políticos (culminando con Soares de Souza), en Angola.” (p. 791)
Con el tiempo el esforzado empeño de filántropos en Francia, Norteamérica y Gran Bretaña, y más tarde en España, Brasil y otros lugares, en la prensa, en el Parlamento y en la diplomacia, consiguió la abolición de la trata atlántica y de la esclavitud en las Américas; esto preparó el terreno para el inicio, al menos, de la abolición de la esclavitud y de la trata en África. La experiencia de lo ocurrido entre 1808 y 1860 sugiere que el fin de la trata fue producto, no de que «la esclavitud como medio de producción obstaculizó el crecimiento agrario e industrial», como manifestó el historiador francés Claude Meillassoux, sino de la obra de varias personas, entre ellas, la de escritores como Montesquieu, que fue esencial. Los héroes fueron Thomas Clarkson y Wilberforce, en Gran Bretaña; Benezet y Moses Brown, en Estados Unidos, y Benjamin Constant y otros amigos y parientes de madame de Staël, en Francia. La eficacia del primer gobierno de Louis Philippe, sobre todo su ministro de Marina, conde Argout, demostró que un dirigente resuelto puede conseguir mucho. No debemos olvidar a Isidoro Antillón, que habló por primera vez contra la trata en 1802 y que quizá fue asesinado por manifestar su opinión en Cádiz en 1811, como también deben tener su lugar en el panteón otros abolicionistas hispanos, entre ellos Labra y Vizcarrando. En su visita al Parlamento británico en 1995, Nelson Mandela recordó a Wilberforce, pero pudo haber mencionado a otros, por no hablar de la flota británica en África occidental. En Brasil, la oposición de dom Pedro a la trata fue continua y deberíamos retener los nombres de varios políticos (culminando con Soares de Souza), en Angola.” (p. 791)