Emanuel Swedenborg
DEL CIELO Y DEL INFIERNO (I)
Madrid, 2002, Siruela.
“Se me ha enseñado en el cielo que los antiguos habitantes de nuestro planeta, que eran hombres celestiales, pensaban sobre la base de las correspondencias reales, y que los fenómenos naturales del mundo que se presentaban a su vista les servían como medio para pensar de esa manera. Por eso aquellos tiempos recibieron el nombre de Edad de Oro. Los autores clásicos la describieron como un tiempo en que los habitantes del cielo moraban con los mortales y los acompañaban como un amigo acompaña a un amigo.
Pero pasados aquellos tiempos, aparecieron personas que no pensaban mediante correspondencias reales, sino mediante un conocimiento de las correspondencias. Había todavía una unión del cielo con la humanidad, pero ya no tan íntima. A aquel tiempo se le llamó la Edad de Plata.
Los que vinieron después conocían en efecto las correspondencias, pero no basaban su pensamiento en el conocimiento de las correspondencias. Esto se debía a que vivían en el bien natural, y no, como sus antepasados, en el bien espiritual. Esa época fue llamada Edad de Bronce.
Se me enseñó, finalmente, que después de esa era la humanidad se centró cada vez más en lo exterior y, por último, sólo en lo físico. Entonces, el conocimiento de las correspondencias se perdió por completo, y con él, toda conciencia del cielo y sus riquezas.
Los nombres de esas edades -Oro, Plata y Bronce- proceden también de las correspondencias, porque el oro, en razón de la correspondencia, significa la bondad celestial en la que vivieron los más antiguos. La plata, en cambio, significa la bondad espiritual propia de sus sucesores, los antiguos. El bronce significa la bondad natural característica de los que vinieron después. Por el contrario, el hierro, que dio su nombre a la última era, significa una verdad endurecida, desprovista de bien.” (pp. 169-170)
Pero pasados aquellos tiempos, aparecieron personas que no pensaban mediante correspondencias reales, sino mediante un conocimiento de las correspondencias. Había todavía una unión del cielo con la humanidad, pero ya no tan íntima. A aquel tiempo se le llamó la Edad de Plata.
Los que vinieron después conocían en efecto las correspondencias, pero no basaban su pensamiento en el conocimiento de las correspondencias. Esto se debía a que vivían en el bien natural, y no, como sus antepasados, en el bien espiritual. Esa época fue llamada Edad de Bronce.
Se me enseñó, finalmente, que después de esa era la humanidad se centró cada vez más en lo exterior y, por último, sólo en lo físico. Entonces, el conocimiento de las correspondencias se perdió por completo, y con él, toda conciencia del cielo y sus riquezas.
Los nombres de esas edades -Oro, Plata y Bronce- proceden también de las correspondencias, porque el oro, en razón de la correspondencia, significa la bondad celestial en la que vivieron los más antiguos. La plata, en cambio, significa la bondad espiritual propia de sus sucesores, los antiguos. El bronce significa la bondad natural característica de los que vinieron después. Por el contrario, el hierro, que dio su nombre a la última era, significa una verdad endurecida, desprovista de bien.” (pp. 169-170)