lunes, 30 de septiembre de 2024

L. Pauwels / J. Bergier
LA REBELIÓN DE LOS BRUJOS
Barcelona, 1973, PLAZA & JANES



“Cuando, después de un suculento almuerzo perigordino en cualquier restaurante de Montignac o de las Eyzies, el turista sube de nuevo a su coche para ir a Lascaux, suele obedecer al rito de las etapas gastronómicas, más que a una verdadera curiosidad: no se pasa por Montignac sin visitar Lascaux. Hay que haber visto Lascaux. Se llega, pues, a la famosa pradera, y se desciende, charlando, la corta escalera que lleva a la rotonda. De momento, sólo el suelo aparece iluminado. Durante unos minutos, los visitantes se apretujan alrededor del guía. Como no se ve nada, siguen charlando. Después se enciende la luz, y las pinturas surgen de la sombra, rojas y negras, sobre la admirable blancura de la pared.
   Y entonces se repite, una vez más, como siempre, la misma extraordinaria escena. Hombres y mujeres, hijos del siglo XX, que, en su inmensa mayoría, no saben nada de Prehistoria, y para quienes las palabras paleolítico, magdaleniense y parietal no tienen ningún sentido, se sienten, sin excepción, embargados por un estupor sagrado. Se hace un profundo silencio. El grupo, sometido aún a los efectos de la trufa y el foiegras, siente el peso formidable de la presencia de unos hombres que, hace 150 ó 200 siglos, vinieron aquí a expresar por medio de la pintura las más altas aspiraciones de su espíritu y de su corazón.
  Una vez terminada la visita, el silencio se prolongará durante mucho rato. ¿Qué significan estas pinturas extraordinarias? ¿A qué ideas obedecieron sus autores? Con frecuencia, la visita a Lascaux despierta una sed de saber insospechada unos momentos antes. Los libreros de Montignac lo saben muy bien, pues venden mucho más después de la visita que antes de ésta.” (pp. 181-182)