lunes, 9 de enero de 2012

Antonio Orejudo
UN MOMENTO DE DESCANSO
Barcelona, 2011, Tusquets.


"Los humanistas seguían empeñados en trabajar con textos. Textos que comentaban otros textos, que a su vez glosaban otros más remotos, en una espiral hacia arriba que los había hecho perder el contacto con el mundo empírico. Tenían una idea decorativa del mundo. Creían que todo era un relato, que el capitalismo era un relato, que las relaciones humanas eran relatos, que el supermercado era un relato, y se ponían a comentarlo. Sujeto, verbo y predicado. En cierto modo era conmovedor. Pero qué le vamos a hacer; era la única manera que tenían de comprender el mundo, convirtiéndolo todo en textos, en relatos, y luego aplicándole ese método de análisis que venía de la retórica romana.
   Cuando aceptaran sin miedo, como él empezaba a hacer, que el mundo no tenía nada de texto, sino que era un flujo incoherente y contradictorio, desigual, desproporcionado, caprichoso, inmotivado y absurdo, sin ideas fuerza, con cabos sueltos, deshilachados, sin corrientes de sentido, con intereses contradictorios, sin centro ni márgenes, amorfo, hipertrofiado aquí, pero atrofiado más allá, cuando aceptaran eso, habrían empezado a comprender la verdad. Los humanistas, sus colegas, él mismo, todos ellos, que un día fueron la vanguardia del conocimiento, no tenían hoy nada que aportar al mundo. Por eso empleaban una jerga incomprensible y desdeñaban las exposiciones claras de los asuntos complejos. Huían de la claridad, porque sabían que la luz es la enemiga de la superchería." (pp. 72-73)