Émile Durkheim
EL SUICIDIO (IV)
Buenos Aires, 2004, Losada.
“Porque, ¿qué es el matrimonio? Una reglamentación de las relaciones entre los sexos, que se extiende no solamente a los instintos físicos implícitos en ella, sino también a los sentimientos de toda clase que la civilización ha ido incorporando poco a poco sobre la base de los deseos materiales. Porque el amor es, en nosotros, un hecho más mental que orgánico. Lo que el hombre busca en la mujer no es simplemente la satisfacción del deseo genésico. Si esta inclinación natural ha sido el germen de toda la evolución sexual, se ha ido complicando progresivamente con sentimientos estéticos y morales, numerosos y variados, y hoy en día no es más que un pequeño elemento del processus total y farragoso al que ha dado origen. En contacto con estos elementos intelectuales, se ha liberado parcialmente del cuerpo y se ha intelectualizado. Depende tanto de razones morales como de atractivos físicos. Por eso no tiene la periodicidad regular y mecánica que presenta en el animal. Una excitación psíquica puede despertarse en cualquier momento: cualquier estación es buena. Pero precisamente porque estas diversas inclinaciones, transformadas de este modo, no dependen directamente de necesidades orgánicas, les es indispensable una reglamentación social. Puesto que no hay nada en el organismo que las contenga, es necesario que lo haga la sociedad. Tal es la función del matrimonio.” (p. 366)
“Un pensamiento que se cuestiona todo, si no es lo suficientemente sobrio como para soportar el peso de su ignorancia, corre el riesgo de cuestionarse a sí mismo y hundirse en la duda. Porque si no consigue descubrir los derechos que pueden tener a la existencia las cosas sobre las que se interroga –y sería un milagro que consiguiera explicarse tantos misterios- les negará toda realidad; incluso el mero hecho de que se plantee el problema, implica ya que está predispuesto a las soluciones negativas. Pero, al mismo tiempo, se vaciará de todo contenido positivo y, al no encontrar nada que se le oponga, está abocado a perderse en el vacío de las ensoñaciones interiores.” (p. 382)
EL SUICIDIO (IV)
Buenos Aires, 2004, Losada.
“Porque, ¿qué es el matrimonio? Una reglamentación de las relaciones entre los sexos, que se extiende no solamente a los instintos físicos implícitos en ella, sino también a los sentimientos de toda clase que la civilización ha ido incorporando poco a poco sobre la base de los deseos materiales. Porque el amor es, en nosotros, un hecho más mental que orgánico. Lo que el hombre busca en la mujer no es simplemente la satisfacción del deseo genésico. Si esta inclinación natural ha sido el germen de toda la evolución sexual, se ha ido complicando progresivamente con sentimientos estéticos y morales, numerosos y variados, y hoy en día no es más que un pequeño elemento del processus total y farragoso al que ha dado origen. En contacto con estos elementos intelectuales, se ha liberado parcialmente del cuerpo y se ha intelectualizado. Depende tanto de razones morales como de atractivos físicos. Por eso no tiene la periodicidad regular y mecánica que presenta en el animal. Una excitación psíquica puede despertarse en cualquier momento: cualquier estación es buena. Pero precisamente porque estas diversas inclinaciones, transformadas de este modo, no dependen directamente de necesidades orgánicas, les es indispensable una reglamentación social. Puesto que no hay nada en el organismo que las contenga, es necesario que lo haga la sociedad. Tal es la función del matrimonio.” (p. 366)
“Un pensamiento que se cuestiona todo, si no es lo suficientemente sobrio como para soportar el peso de su ignorancia, corre el riesgo de cuestionarse a sí mismo y hundirse en la duda. Porque si no consigue descubrir los derechos que pueden tener a la existencia las cosas sobre las que se interroga –y sería un milagro que consiguiera explicarse tantos misterios- les negará toda realidad; incluso el mero hecho de que se plantee el problema, implica ya que está predispuesto a las soluciones negativas. Pero, al mismo tiempo, se vaciará de todo contenido positivo y, al no encontrar nada que se le oponga, está abocado a perderse en el vacío de las ensoñaciones interiores.” (p. 382)