viernes, 25 de marzo de 2016

Ignacio Martínez de Pisón
LA BUENA REPUTACIÓN
Barcelona, 2014, Seix Barral.



“Ocurría, simplemente que los problemas de la vida real quedaban reducidos a bien poca cosa cuando se ponía a escribir sobre ellos, y cualquier detalle que un rato antes podía haberla irritado o enfurecido parecía desactivarse en cuanto pasaba a formar parte del texto. El mero hecho de escribir la colocaba por encima del mundo, la hacía volar hasta una cumbre indeterminada desde la que todo parecía pequeño, insignificante, y en la que resultaba más fácil estar a buenas consigo misma y con los demás. Era como estar contemplando el presente desde un futuro lejano, cuando de esas heridas apenas si quedara el recuerdo de la cicatriz. Eso le proporcionaba, ¿cómo decirlo?, grandeza.” (p. 259)

“Pero ocurrió justo al revés. A medida que el paso de los días iba atenuando el miedo a la justicia, la culpa emergía como un islote en mitad de la niebla: rocosa, intacta, irreductible. La culpa estaba en todas partes. Era como un barniz que, aplicado sobre la realidad, la degradaba hasta volverla intolerable. La ciudad le hastiaba, los días soleados le repelían por soleados y los nublados por nublados, la gente le parecía hostil y chabacana, hasta la comida había perdido sabor... No encontraba nada a su alrededor que le procurara un mínimo de alivio o satisfacción, y todo le exigía un esfuerzo inmenso del que no se sentía capaz.”
Cornelius Castoriadis
EL AVANCE DE LA INSIGNIFICANCIA (IV)
Buenos Aires, 1997, EUDEBA.



“Que yo sepa no hubo una sola guerra entre naciones cristianas en que las armas de los beligerantes no hayan sido bendecidas por sus respectivas Iglesias. La razón de Estado es infinitamente más fuerte que la razón práctica y que los Diez Mandamientos.” (p. 259)

“Recordemos solamente, para remontarnos un poco en el tiempo, que Jehová entrega los Diez Mandamientos («incluyendo el no matarás») a Moisés en el desierto, pero cuando los hebreos entran en Palestina -tierra que les había prometido- exterminan con su consentimiento a todos los pueblos no judíos que habitaban el país. Pero los hebreos tienen al menos el mérito de que una vez completada la conquista se establecen allí y dejan a los demás en paz. No así los cristianos y musulmanes. Para éstos es imperativo convertir a los infieles a hierro, sangre y fuego.” (p. 260)



sábado, 19 de marzo de 2016



Cornelius Castoriadis
EL AVANCE DE LA INSIGNIFICANCIA (III)
Buenos Aires, 1997, EUDEBA.


“Por el contrario hay algo que es la especificidad, la singularidad y el pesado privilegio de Occidente: esta secuencia histórico-social que comienza con Grecia y vuelve a aparecer, a partir del siglo XI, en Europa occidental, es la única en la que se ve aparecer un proyecto de libertad, de autonomía individual y colectiva, de crítica y de autocrítica: el discurso de la denuncia de Occidente es la más impactante confirmación de la misma. Pues somos capaces en Occidente, al menos algunos de nosotros, de denunciar el totalitarismo y el colonialismo, la trata de negros o la exterminación de los indios en América. Pero no he visto a los descendientes aztecas, a los hindúes o a los chinos hacer una autocrítica análoga, y sigo viendo hoy a los japoneses negar las atrocidades que cometieron durante la Segunda Guerra Mundial. Los árabes denuncian sin cesar su colonización hecha por los europeos, imputándole todos los males que sufren -la miseria, la falta de democracia, la detención del desarrollo de la cultura árabe, etc.-. Pero la colonización de algunos países árabes hecha por los europeos duró, en el peor de los casos, ciento treinta años: es el caso de Argelia, de 1830 a 1962. Sin embargo, estos mismos árabes fueron reducidos al esclavismo y colonizados por los turcos durante cinco siglos. La dominación turca en el cercano Oriente comienza en el siglo XV y termina en 1918. Pero resulta que como los turcos eran musulmanes, los árabes no hablan de esto. La difusión de la cultura árabe se detuvo hacia el siglo XI, a lo sumo en el siglo XII, ocho siglos antes de que fuera objeto de una conquista por Occidente. Y esta misma cultura se había forjado sobre la conquista, sobre la exterminación y/o la conversión más o menos forzada de las poblaciones conquistadas. En Egipto, en el año 550 de nuestra era, no había árabes, no más que en Libia, en Argelia, en Marruecos o en Irak. Están allí como descendientes de los conquistadores que vinieron a colonizar estos países y a convertir, por las buenas o por las malas, a las poblaciones locales. No obstante, no veo ninguna crítica de estos hechos en el círculo de las civilizaciones árabes. Asimismo, se habla de la trata de negros por los europeos a partir del siglo XVI, pero nunca se dice que la trata y la reducción sistemática de negros a la esclavitud fueron introducidas en África por los mercaderes árabes a partir del siglo XI y XII (con la participación cómplice, como de costumbre, de los reyes y jefes de las tribus negras), que la esclavitud nunca fue abolida espontáneamente en ningún país islámico y que aún subsiste en cierto número de ellos. No digo que todo esto borre los crímenes cometidos por los occidentales, solamente digo esto: que la especificidad de la civilización occidental es esta capacidad de cuestionarse y autocriticarse. Hay en la historia occidental, como en todas las otras, atrocidades y horrores, pero sólo Occidente creó esta capacidad de cuestionamiento interno, de puesta en cuestión de sus propias instituciones y de sus propias ideas, en nombre de una discusión razonable entre seres humanos que sigue estando indefinidamente abierta y que no está sujeta a ningún dogma último.” (pp. 116-118)
Alfredo Conde
LOS OTROS DÍAS
Barcelona, 1991, Destino.



“Un instrumento no es un mueble. Stradivarius, Guarnierius, Amati, lo sabían muy bien. Una viola de gamba, por ejemplo la que yo fabricaba febrilmente durante los primeros días de mi reclusión, tiene comportamiento. Los muebles pueden crepitar por las noches, pero las violas se resfrían, o se sienten afectadas por los cambios atmosféricos, o por la temperatura del cuerpo humano y, en multitud de ocasiones, hay que arroparlas porque sus voces son otras y apagadas. ¡Cómo las abrazan sus dueños muchas veces, para darles calor con sus cuerpos y mantenerlas en la tensión que el concierto exige de ellas!” (p. 66.)
 
“Un director no es un marcador de compás, ni mucho menos; está al frente de la orquesta tan sólo para conformar el sentimiento de muchos y fundirlo en uno solo que es el suyo propio. Y no es poco. Cuando esos sentimientos se aúnan, cuando la armonía mana, surge el milagro y, quien lo contempla, puede al sollozo o al silente fluir de las lágrimas. Si los sentimientos del autor, orquesta, director y espectador llegan a ser el mismo, si eso llega a suceder, el tiempo entonces se detiene y el universo mundo queda pendiente de una nota, acaso de un silencio, quiza de un crescendo que galopa el aire como una estampida de alientos largamente contenidos.” (pp. 163-164)
Cornelius Castoriadis
EL AVANCE DE LA INSIGNIFICANCIA (II)
Buenos Aires, 1997, EUDEBA.



“La sociedad posee una capacidad terrible de sofocar cualquier divergencia verdadera, ya sea callándola o bien haciendo de ella un fenómeno entre otros, comercializado como los otros.
Podemos seguir detallando aún más. Tenemos la traición hecha por los críticos mismos de su rol de críticos; tenemos la traición de parte de los autores de su responsabilidad, de su rigor; tenemos la vasta complicidad del público, que está lejos de ser inocente en este asunto, ya que acepta el juego y se adapta a lo que se le da. El conjunto se instrumentaliza, se utiliza por un sistema que en sí mismo es anónimo. Todo esto no surge de un dictador, o de un puñado de capitalistas, o de un grupo de formadores de opinión: es una inmensa corriente histórico-social que va en esta dirección y que hace que todo se transforne en insignificante. La televisión ofrece, evidentemente, el mejor ejemplo de ello: el hecho de que algo se sitúa en el centro de la actualidad durante veinticuatro horas, se transforma en insignificante y deja de existir veinticuatro horas después porque ya se encontró o habrá que encontrar otra cosa que ocupe su lugar. Culto de lo efímero que exige al mismo tiempo una contracción extrema: lo que en la televisión norteamericana se llama attention span, es decir la duración útil de la atención de un espectador, era de diez minutos hace algunos años, reduciéndose gradualmente a cinco minutos, luego a un minuto y, ahora, a diez segundos. El spot televisivo de diez segundos es considerado como el medio de comunicación más eficaz, es el que se utiliza durante las campañas presidenciales, y es totalmente comprensible que estos spots no contengan nada sustancial, sino que estén dedicados a insinuaciones difamatorias. Aparentemente, es lo único que el espectador es capaz de asimilar. Esto es verdadero y falso a la vez. La humanidad no se ha degenerado biológicamente, la gente sigue siendo capaz de prestar atención a un discurso argumentado y relativamente largo; pero también es cierto que el sistema y los medios «educan» -a saber, deforman sistemáticamente- a la gente de manera tal que no puedan interesarse finalmente por algo que supere algunos segundos o, en rigor, algunos minutos.” (pp. 108-109)

[Las cursivas pertenecen al texto.]
Kjartan Fløgstad
GRAN MANILA (III)
Madrid, 2012, Lengua de Trapo.



"Por no hablar de cuando hacía el gesto más proletario del mundo: meter la mano derecha en el bolsillo trasero para sacar la cartera. Es la manera que tiene el pobre de mostrar que es una persona que puede y quiere pagar sus cuentas. El objeto que saca para esta demostración está hecho de piel y cuero, como si estuviera cosido con piel de su propio cuerpo, como si fuera un trozo de sí mismo lo que ofrece al sacar la cartera y abrirla. Pero ese movimiento hacia el bolsillo trasero se parece también al de rascarse el culo. De esa manera resulta doblemente sucio y plebeyo, y peor y más desagradable cuanto más gorda sea la cartera. Los indios americanos no entendían qué querían hacer los conquistadores españoles con todo ese oro que tanto anhelaban. En el sur de Chile se cuenta que la tribu mapuche hizo prisionero al conquistador Pedro de Valdivia. Con el fin de acabar de una vez por todas con su sed de oro, le obligaron a beber oro derretido. Tampoco los aztecas de México entendían esa sed de oro de los europeos. Para ellos, el oro estaba más bien relacionado con los excrementos, cuenta Tzvetan Todorov. El dinero y los excrementos vienen del mismo lugar. Tocas el bolsillo trasero, abres el monedero de piel y sacas los billetes." (p. 273)

“Pero recuerda que ahora es tan políticamente correcto ser políticamente incorrecto que se trata de ser políticamente correcto con el fin de volverse políticamente incorrecto.” (p. 320)

“En conjunto, se tiene la impresión de que el cálculo del Wall Street Journal de 1985 ofrece unas respuestas aceptables a las diferencias del valor humano dentro del sistema económico mundial como una función del producto nacional bruto. Según Ruben Bolling, en el Village Voice del 20 al 26 de abril de 2005, la agencia norteamericana de protección medioambiental (Environmental Protection Agency-EPA) emplea un análisis de coste-utilidad para decidir si una empresa debe reducir escapes tóxicos y contaminación. Basándose en exhaustivos análisis, EPA valora la vida de una niña en las cercanías de una industria química en 6,1 millones de dólares. Si la instalación de un scrubber para filtrar las emisiones cuesta 7 millones de dólares, entonces no merecerá la pena salvar a la niña, sino al contrario, alegar una pérdida de 900 000 dólares. La misma entidad tasa la vida de un jubilado algo más baja, en 3,7 millones de dólares. Será por tanto poco rentable gastar 4 millones en evitar las emisiones de arsénico, que pueden resultar letales para la gente mayor. Un obrero industrial que no morirá de mercurialismo hasta dentro de treinta años tiene su vida valorada en un millón de dólares. Así visto, parece absurdo o directamente ruinoso gastar dos millones en impedir las emisiones. Allí donde de aprecia la vida, la vida tiene poco valor. Y, como es bien sabido: allí donde la vida no vale nada, la muerte tiene su precio.” (pp. 330-331)

sábado, 12 de marzo de 2016


Cornelius Castoriadis
EL AVANCE DE LA INSIGNIFICANCIA (I)
Buenos Aires, 1997, EUDEBA.



“Ahora bien, lo que precisamente está en crisis hoy día, es la sociedad como tal para el hombre contemporáneo. Observamos, paradójicamente, al mismo tiempo que una hiper o sobre socialización (fáctica o externa) de la vida y de las actividades humanas, un «rechazo» de la vida social, de los otros, de la necesidad de la institución, etc. (…) El hombre contemporáneo se comporta como si la existencia en sociedad fuese una tarea odiosa que sólo una desgraciada fatalidad le impide evitar. (…) El hombre contemporáneo típico hace como si sufriera la sociedad a la que, por lo demás (bajo la forma del Estado o de otras formas), siempre está dispuesto a imputar todos sus males y a presentar -al mismo tiempo- sus demandas de asistencia o de «soluciones a sus problemas». Ya no aporta un proyecto relativo a la sociedad, ni el de su transformación, ni siquiera el de su conservación/reproducción. Ya no acepta las relaciones en las que se halla atrapado y que no reproduce sino en la medida en que no puede hacer otra cosa.” (pp. 30-31)
[Las cursivas pertenecen al texto.]

Andrea Camilleri
LA CONCESIÓN DEL TELÉFONO
Barcelona, 1999, Destino.



“-Señor Giliberto, ¿vamos a ponernos a repetir ahora historias más viejas que Matusalén?
-¡Sí, señor! ¡No me puedo olvidar de la cara de mi hija Annetta, entonces tenía trece años, era una chiquilla, cuando me dijo que usted, cada vez que se encontraba con ella en la escalera, le tocaba el culo! ¡Debería estar en chirona! ¡Aquella inocente subía la escalera contenta y despreocupada y usted, zas, la mano en el culo! ¡A mi hija!
-¿Me permite una palabra? Era sólo un juego. Estábamos conchabados. Annetta buscaba la manera de que nos encontráramos, se dejaba tocar, cogía la media lira que le daba...
-¡Usted, después de haberse aprovechado de ella, la quiere también difamar! ¿Qué quiere decir, que mi hija se vendía? ¡Yo lo mato!
-Señor Giliberto, deje inmediatamente ese cuchillo porque en cuanto se mueva le disparo. ¿Ve este revólver? Está cargado. Deje el cuchillo, sentémonos y razonemos. Así. ¡Oh, Dios bendito! Por tanto, aparte de la media lira que me costaba cada tocadita, cuando su hija le vino a contar la cosa... ¿Sabe por qué lo hizo? ¿No? Se lo digo yo. Había aumentado el precio, quería una lira por magreo y yo me negué. Cálmese. Acuérdese de que tengo el revólver. ¿Y usted qué hizo cuando lo supo? ¿Me denunció? ¿Armó un escándalo? No, señor, ni soñarlo. Vino a pedirme una indemnización de dos mil liras. Era mucho, pero se la di. ¿Es verdad o no?
-Sí, es verdad. Pero lo hice porque soy un hombre de buen corazón, no quería estropearle la vida haciendo que lo metieran en la cárcel.
-¿Y las otras dos mil que quiso seis meses después, cuando yo a su hija no la miraba ni con largavistas?
-Esta vez tenía una necesidad urgente.
-Y yo se las di. Pero usted cometió un error.
-¿Cuál?
-Que me lo escribió. Me mandó un billete. Que ahora tengo en el bolsillo. Lo leo, así se le refresca la memoria. «Señor Genuardi, usted debe darme inmediatamente dos mil liras, de otro modo le contaré el asunto de usted y mi hija a su mujer». Si llevo este billete al delegado Spinoso lo arrestará. ¿Sabe cómo se llama lo que ha hecho? Chantaje.
-Sí, pero usted va a la cárcel por corrupción de menores.
-Despacio, egregio amigo, despacio. Annetta ahora está comprometida, ¿verdad?
-Sí, tiene que casarse dentro de un año y medio.
-Si esta historia sale a la luz, adiós compromiso, adiós matrimonio. Perdido por perdido, haré saber a todos que no sólo le tocaba el culo, sino que me la follaba con todos los sacramentos. Cálmese. Quieto. Acuérdese del revólver. Y su hija Annetta no encontrará otro marido ni entre los caníbales. ¿Me explico?
-Se explica muy bien. ¿Qué carajo quiere de mí?
-Necesito que usted me autorice por escrito a poner algunos postes en un terreno de su propiedad.
-¿Pagando?” (pp. 157-159)

jueves, 10 de marzo de 2016


Thomas Mann
LA MUERTE EN VENECIA
Barcelona, 1970, EDHASA.



“El arte significa, para quien lo vive, una vida enaltecida; sus dichas son más hondas y desgastan más rápidamente; graba en el rostro de sus servidores las señales de aventuras imaginarias, y el artista, aunque viva exteriormente en un retiro claustral, se siente al fin y al cabo poseído de un refinamiento, un cansancio, y una curiosidad de los nervios, más intensos que los puede engendrar una vida llena de pasiones y goces violentos." (p. 25)

“La dicha del escritor es su posibilidad de transformar la idea enteramente en sentimiento; el sentimiento totalmente en idea.” (p. 65)
Blas de Otero
ANCIA
Madrid, 2000, VISOR.



“Humanamente hablando, es un suplicio
ser hombre y soportarlo hasta las heces,
saber que somos luz, y sufrir frío,
humanamente esclavos de la muerte.

Detrás del hombre viene dando gritos
el abismo, delante abre sus hélices
el vértigo, y ahogándose en sí mismo,
en medio de los dos, el miedo crece.

Humanamente hablando, es lo que digo,
no hay forma de morir que no se hiele.
La sombra es brava y vivo es el cuchillo.
Qué hacer, hombre de Dios, sino caerte.

Humanamente en tierra, es lo que elijo.
Caerme horriblemente, para siempre.
Caerme, revertir, no haber nacido,
humanamente nunca en ningún vientre.” (p. 78)

[La cita pertenece al poema “TIERRA”.]

Thomas Mann
LAS CABEZAS TROCADAS
Barcelona, 1970, EDHASA.



“La amistad de ambos jóvenes se basaba en la diferencia de sus sentimientos del yo y de lo mío, de los cuales el de cada uno se dirigía hacia los del otro. La encarnación crea aislamiento, el aislamiento crea diferencia, la diferencia crea comparación, la comparación crea inquietud, la inquietud crea asombro, el asombro crea admiración y la admiración deseo de intercambio y unión. Etad vai tad. Así es la cosa. Y esta teoría es aplicable en especial a la juventud cuando la materia de la vida es todavía blanda y los sentimientos del yo y de lo mío no están aún rígidos en la dispersión de lo uno.” (p. 14)
[La cursiva pertenece al texto.]

domingo, 6 de marzo de 2016

Kjartan Fløgstad
GRAN MANILA (II)
Madrid, 2012, Lengua de Trapo.



“Pero durante la perforación del túnel se descubrió casualmente que la montaña contenía una rica veta de silicio u óxido de silicio. Este descubrimiento dio como resultado que la compañía trabajara en dos actividades a la vez: la perforación del túnel para conducir el agua hasta la central hidroeléctrica y las galerías para extraer el silicio. Las autoridades ni conocían ni aprobaban esta explotación minera, en la que la premura de tiempo hizo que se empleara el sistema de perforación en seco en el túnel. La compañía no repartía máscaras para el polvo, y ningún sindicato actuaba a favor de medidas de seguridad. El resultado fue lo que en opinión de muchos constituye la mayor catástrofe industrial de la historia norteamericana. Puede que hasta mil obreros de la construcción muriesen durante estos trabajos o fueran víctimas de una insidiosa silicosis que luego les destrozaría los pulmones. Trabajar durante todo el día entre polvo de piedra y vivir en barracones llenos de corrientes resultó una mezcla mortal. Desde su puesto detrás del mostrador de la cantina, Sally Stephens era testigo de cómo esos saludables hombres, que en sus turnos libres tocaban el banjo, jugaban al póker y bebían alcohol casero, iban poco a poco perdiendo el aliento y adquiriendo una tez color ceniza y movimientos torpes y lentos, hasta que desaparecían del lugar. Los primeros síntomas visibles eran círculos rojos alrededor de los ojos. Luego llegaba la tos, cada vez peor. Con los pulmones petrificados, los enfermos se quedaban tan faltos de aliento que apenas eran capaces de andar, y mucho menos de trabajar.” (pp. 153-154)
[El texto se refiere al túnel de Hawks Nest, en Alloy, estado de Virginia Occidental. Las obras, llevadas a cabo por la empresa Union Carbide, comenzaron en1930.]


Kjartan Fløgstad
GRAN MANILA (I)
Madrid, 2012, Lengua de Trapo.



"Los nombres de las capitales del mundo son tan bellos que tienen que haber sido inventados por los dioses, justo antes de comenzar la historia, como expresiones celestiales de poder y riqueza. París: invencible. Roma, Bagdad, Atenas, Bangkok, Ankara, Lima, México, Oslo, Kiev, Moscú, Sofía, Lisboa, Tokio, El Cairo. Y Riga, la grandiosa capital Letona de estilo Jugend.” (p. 145)
[La cursiva pertenece al texto.]

“La primera noche en Zúrich, Mr. Stephens explicó la conexión entre Lenin y el movimiento Dadá de la siguiente manera:
Una tarde Lenin sale de su pensión, baja la Spiegelgasse, oye música y canto, y se mete en el Cabaret Voltaire. Se sienta, se toma una copa y escuha la música. Luego, al marcharse, le preguntan si le ha gustado lo que ha visto y oído en el escenario.
«¡Da! -contesta Lenin en ruso. ¡Sí, sí, sí!- Da. Da. Da.». ¡Dada!
Así surgió el nombre. Una absurda obra maestra moderna.” (pp. 148-149)