Alfredo Conde
LOS OTROS DÍAS
Barcelona, 1991, Destino.
“Un instrumento no es un mueble. Stradivarius, Guarnierius, Amati, lo sabían muy bien. Una viola de gamba, por ejemplo la que yo fabricaba febrilmente durante los primeros días de mi reclusión, tiene comportamiento. Los muebles pueden crepitar por las noches, pero las violas se resfrían, o se sienten afectadas por los cambios atmosféricos, o por la temperatura del cuerpo humano y, en multitud de ocasiones, hay que arroparlas porque sus voces son otras y apagadas. ¡Cómo las abrazan sus dueños muchas veces, para darles calor con sus cuerpos y mantenerlas en la tensión que el concierto exige de ellas!” (p. 66.)
LOS OTROS DÍAS
Barcelona, 1991, Destino.
“Un instrumento no es un mueble. Stradivarius, Guarnierius, Amati, lo sabían muy bien. Una viola de gamba, por ejemplo la que yo fabricaba febrilmente durante los primeros días de mi reclusión, tiene comportamiento. Los muebles pueden crepitar por las noches, pero las violas se resfrían, o se sienten afectadas por los cambios atmosféricos, o por la temperatura del cuerpo humano y, en multitud de ocasiones, hay que arroparlas porque sus voces son otras y apagadas. ¡Cómo las abrazan sus dueños muchas veces, para darles calor con sus cuerpos y mantenerlas en la tensión que el concierto exige de ellas!” (p. 66.)
“Un director no es un marcador de compás, ni mucho menos; está al frente de la orquesta tan sólo para conformar el sentimiento de muchos y fundirlo en uno solo que es el suyo propio. Y no es poco. Cuando esos sentimientos se aúnan, cuando la armonía mana, surge el milagro y, quien lo contempla, puede al sollozo o al silente fluir de las lágrimas. Si los sentimientos del autor, orquesta, director y espectador llegan a ser el mismo, si eso llega a suceder, el tiempo entonces se detiene y el universo mundo queda pendiente de una nota, acaso de un silencio, quiza de un crescendo que galopa el aire como una estampida de alientos largamente contenidos.” (pp. 163-164)