Cornelius Castoriadis
EL AVANCE DE LA INSIGNIFICANCIA (II)
Buenos Aires, 1997, EUDEBA.
“La sociedad posee una capacidad terrible de sofocar cualquier divergencia verdadera, ya sea callándola o bien haciendo de ella un fenómeno entre otros, comercializado como los otros.
Podemos seguir detallando aún más. Tenemos la traición hecha por los críticos mismos de su rol de críticos; tenemos la traición de parte de los autores de su responsabilidad, de su rigor; tenemos la vasta complicidad del público, que está lejos de ser inocente en este asunto, ya que acepta el juego y se adapta a lo que se le da. El conjunto se instrumentaliza, se utiliza por un sistema que en sí mismo es anónimo. Todo esto no surge de un dictador, o de un puñado de capitalistas, o de un grupo de formadores de opinión: es una inmensa corriente histórico-social que va en esta dirección y que hace que todo se transforne en insignificante. La televisión ofrece, evidentemente, el mejor ejemplo de ello: el hecho de que algo se sitúa en el centro de la actualidad durante veinticuatro horas, se transforma en insignificante y deja de existir veinticuatro horas después porque ya se encontró o habrá que encontrar otra cosa que ocupe su lugar. Culto de lo efímero que exige al mismo tiempo una contracción extrema: lo que en la televisión norteamericana se llama attention span, es decir la duración útil de la atención de un espectador, era de diez minutos hace algunos años, reduciéndose gradualmente a cinco minutos, luego a un minuto y, ahora, a diez segundos. El spot televisivo de diez segundos es considerado como el medio de comunicación más eficaz, es el que se utiliza durante las campañas presidenciales, y es totalmente comprensible que estos spots no contengan nada sustancial, sino que estén dedicados a insinuaciones difamatorias. Aparentemente, es lo único que el espectador es capaz de asimilar. Esto es verdadero y falso a la vez. La humanidad no se ha degenerado biológicamente, la gente sigue siendo capaz de prestar atención a un discurso argumentado y relativamente largo; pero también es cierto que el sistema y los medios «educan» -a saber, deforman sistemáticamente- a la gente de manera tal que no puedan interesarse finalmente por algo que supere algunos segundos o, en rigor, algunos minutos.” (pp. 108-109)
[Las cursivas pertenecen al texto.]
EL AVANCE DE LA INSIGNIFICANCIA (II)
Buenos Aires, 1997, EUDEBA.
“La sociedad posee una capacidad terrible de sofocar cualquier divergencia verdadera, ya sea callándola o bien haciendo de ella un fenómeno entre otros, comercializado como los otros.
Podemos seguir detallando aún más. Tenemos la traición hecha por los críticos mismos de su rol de críticos; tenemos la traición de parte de los autores de su responsabilidad, de su rigor; tenemos la vasta complicidad del público, que está lejos de ser inocente en este asunto, ya que acepta el juego y se adapta a lo que se le da. El conjunto se instrumentaliza, se utiliza por un sistema que en sí mismo es anónimo. Todo esto no surge de un dictador, o de un puñado de capitalistas, o de un grupo de formadores de opinión: es una inmensa corriente histórico-social que va en esta dirección y que hace que todo se transforne en insignificante. La televisión ofrece, evidentemente, el mejor ejemplo de ello: el hecho de que algo se sitúa en el centro de la actualidad durante veinticuatro horas, se transforma en insignificante y deja de existir veinticuatro horas después porque ya se encontró o habrá que encontrar otra cosa que ocupe su lugar. Culto de lo efímero que exige al mismo tiempo una contracción extrema: lo que en la televisión norteamericana se llama attention span, es decir la duración útil de la atención de un espectador, era de diez minutos hace algunos años, reduciéndose gradualmente a cinco minutos, luego a un minuto y, ahora, a diez segundos. El spot televisivo de diez segundos es considerado como el medio de comunicación más eficaz, es el que se utiliza durante las campañas presidenciales, y es totalmente comprensible que estos spots no contengan nada sustancial, sino que estén dedicados a insinuaciones difamatorias. Aparentemente, es lo único que el espectador es capaz de asimilar. Esto es verdadero y falso a la vez. La humanidad no se ha degenerado biológicamente, la gente sigue siendo capaz de prestar atención a un discurso argumentado y relativamente largo; pero también es cierto que el sistema y los medios «educan» -a saber, deforman sistemáticamente- a la gente de manera tal que no puedan interesarse finalmente por algo que supere algunos segundos o, en rigor, algunos minutos.” (pp. 108-109)
[Las cursivas pertenecen al texto.]