miércoles, 11 de enero de 2023

Janet Lewis
LA MUJER DE MARTIN GUERRE
Barcelona, 2016, Reino de Redonda.



“Era la época de la vendimia y el aroma del moscatel maduro llenaba el aire. Cuando ya se había hecho el vino y las hojas de las cepas se habían tornado escarlata. Bertrande solía salir a montar a caballo por los valles que descendían abruptamente hacia Luchon, entre los irregulares salientes de los bosques. Cabalgando al sol, veía resplandecer el oro mate de los almiares cónicos junto a los muros de piedra de los edificios de la granja, sentía el fresco y tonificante soplo del viento desde las altas cumbres y, alzando los ojos, miraba apilarse a gran altura las blancas nubes sobre el verde oscuro de los pinares y, más allá, el intenso azul del cielo, tan azul como un sueño del Mediterráneo o del golfo de Gascuña. Al regresar a su casa caer la tarde, cuando la bruma azul del atardecer empieza a apresar y transmutar las formas de las cosas, le llegaba el olor del humo de su propia chimenea y le parecía tan dulce como el incienso que se quemaba en la iglesia de Artigue. O veía en el extremo de un campo una figura con un justillo escarlata, trabajando con un grupo de hombres vestidos uniformemente de marrón, un pequeño punto escarlata desplazándose sobre largas piernas marrones por la superficie dorada de la tierra, y estas cosas, percibidas con una intensidad como nunca antes había conocido hasta donde alcanzaba la memoria, la henchían de un gozo inmenso.
   El frío destello metálico de unas alabardas avanzando bajo el cielo acerado, recortándose contra el fondo bermejo de los bosques, cuando un grupo de soldados pasaba a su lado; la forma y la sensación de la escarcha en el umbral, por la mañana temprano, cuando iba avanzando la estación; los vuelos y los cantos de los pájaros, hasta que fueron desapareciendo; y luego, el férreo sonido de la campana de la iglesia tañendo con sombría majestad a través de los fríos valles: en todas estas cosas reparaba y las disfrutaba como nunca antes. E incluso una noche, cuando el invierno ya había cerrado su cerco en torno a ellos, el aullido de los lobos desde alguna remota ladera la había llenado de placer entreverado de miedo, porque las puertas estaban bien atrancadas y todos los animales a salvo bajo techo, y en la gran chimenea rugía un buen fuego que despedía movedizas constelaciones doradas por la negra garganta de la chimenea, de forma tal que el miedo era un lujo, y tanto mayor su disfrute de esas extrañas voces lejanas.” (pp. 82-84)

 


Marino Pérez Álvarez
CIENCIA Y PSEUDOCIENCIA EN PSICOLOGÍA Y PSIQUIATRÍA (III)
Madrid, 2021, Alianza Editorial.


“Otro hábito verbal común es el término «síntoma» La noción de síntoma conlleva una preconcepción biomédica por cuanto supone que tal comportamiento o problema es síntoma-de-una-enfermedad o trastorno subyacente. En realidad, uno no usa este término, sino que es usado por él, sin pensar, porque cuando no se piensa, el modelo biomédico piensa por uno. No es que «síntoma» sea un término ilegítimo o impropio, lo que ocurre es que se usa (nos usa) antes de que esté comprobado como síntoma de alguna condición médica» (p. 183)
[Las cursivas pertenecen a la cita.]

“Nociones como epistemología de la ignorancia, cámaras de eco y burbujas epistémicas (…) describen fenómenos de nuestro tiempo que pueden dar vida a la charlatanería. La epistemología de la ignorancia, referida en principio a cómo los estudiantes universitarios buscan información y hacen sus trabajos, pone de relieve el fenómeno más general de la alfabetización digital, consistente en buscar en Google para obtener información selectiva servida por algoritmos (…). La ignorancia no es meramente por falta de conocimiento, sino también por conocimientos selectivos con los que uno se realimenta y que termina por recibir a medida. Uno construye su propia ignorancia al quedar entrampado en burbujas epistémicas y cámaras de eco de propia fabricación (…).
   Una burbuja epistémica alude a una situación en la que la información que se transmite y repite forma un sistema amplificado de ideas y creencias en el que visiones diferentes quedan excluidas por omisión.” (pp. 210-211)



Elena Ferrante
LA INVENCIÓN OCASIONAL
Barcelona, 2019, Lumen.



“Quiero a mi país, pero carezco de todo espíritu patriótico y orgullo nacional. Para colmo, la pizza no me sienta bien, como muy pocos espaguetis, no hablo en voz alta, no gesticulo, detesto todas las mafias, no exclamo: Mamma mia! Los caracteres nacionales me parecen simplificaciones que deben combatirse. Ser italiana para mí se agota en el hecho de que hablo y escribo en lengua italiana. Dicho así parece poco, sin embargo, es muchísimo. Una lengua es un compendio de historia, de geografía, de vida material y espiritual, de vicios y virtudes no solo de quien la habla, sino de quienes la han hablado a lo largo de los siglos. Las palabras, la gramática, la sintaxis son un cincel que esculpe el pensamiento.  Y no hablemos de la tradicion literaria, extraordinaria destiladora de la experiencia en bruto, activa desde hace siglos, acervo de inteligencia y tecnicas expresivas que me ha formado y del que estoy orgullosa de haberme alimentado.
(...)
De manera que soy italiana, de pies a cabeza y con orgullo. Pero si pudiera, me sumergiría en todas las lenguas y me dejaría atravesar por todas ellas.” (pp. 36-37)

Antonio Piñero
JESÚS DE NAZARET
El hombre de las cien caras (III)
Madrid, 2012, Edaf.


“Y como Jesús no dejó nada escrito, las Escrituras sagradas permiten interpretaciones múltiples y las ideas sobre la vida, figura y misión eran variadas junto con los avatares de la tradición oral, por lo que no es extraño que los puntos de vista sobre el Maestro y Mesías fueran a su vez variados y múltiples. Y de ahí también que haya serias divergencias entre las reconstrucciones del Jesús de la historia y la especulaciones puramente teológicas que componen el Cristo de la fe.
(…)
   Queda, pues, claro que la tarea del historiador para reconstruir con verosimilitud la figura de este personaje que vivió hace dos mil años es titánica. A la vez, debe sorprender al lector el aplomo con el que muchos hablan de Jesús con absoluta seguridad. Debe caerse en la cuenta de que incluso la tradición de diecinueve siglos sobre el Cristo de la fe tiene fundamentos históricos inseguros y, a veces, ciertamente erróneos desde el punto de vista de la pura ciencia histórica. (…) es inútil hacer afirmaciones apodícticas basándose en las fuentes transmitidas —nuestro único sistema de conocimiento— y es inútil morir o matar por una visión de Jesús que en esencia permanece fluctuante y relativa.” (p. 347-348)

Stephen King
DESPUÉS
Barcelona, 2021, Plaza & Janés.



“Seguía viendo muertos de vez en cuando (y seguramente de algunos ni me percaté, ya que parecían personas normales a menos que te arrimaras o que hubieran muerto por heridas visibles). Te hablaré de uno, aunque no tiene nada que ver con mi relato principal. Era un niño más o menos de la misma edad que tenía yo el día en que vi a la señora Burkett. Estaba plantado en la mediana que discurre por el centro de Park Avenue, vestido con unos pantalones cortos de color rojo y una camiseta de Star Wars. Estaba pálido como el papel. Tenía los labios azules. Y creo que intentaba llorar, aunque no había lágrimas. Como me resultaba vagamente familiar, crucé los dos carriles y le pregunté qué le pasaba. Bueno. Aparte de estar muerto.
  -¡No sé cómo volver a casa!
  -¿Sabes cuál es la dirección?
  -Vivo en la Segunda Avenida, en el número 490, apartamento 16B. -Lo recitó como si fuera una grabación.
  -Vale -dije-, está muy cerca. Vamos, chaval. Te llevaré hasta allí.
  Era un edificio llamado Kips Bay Court. Cuando llegamos, se sentó en la acera. Ya no lloraba, y empezaba a asomar esa expresión a la deriva que adoptan todos. No me gustaba la idea de dejarlo allí, pero no sabía qué más podía hacer. Antes de marcharme, le pregunté cómo se llamaba y me dijo que Richard Scarlatti. De pronto supe dónde lo había visto. Su foto salía en NY1. Unos chicos mayores lo habían ahogado en el Lago de los Cisnes, que está en Central Park. Esos chicos lloraban cagados de miedo y decían que solo hacían el ganso. Quizá fuera cierto. Quizá entienda todas esas cosas después, pero no lo creo, la verdad.” (p. 174)
Marino Pérez Álvarez
CIENCIA Y PSEUDOCIENCIA EN PSICOLOGÍA Y PSIQUIATRÍA (II)
Madrid, 2021, Alianza Editorial.



“La actitud científica tiene un aspecto psicológico y moral, pero no por ello estos aspectos son ajenos a la ciencia, ni tampoco meramente subjetivos. Dejando de lado el engaño y la pose cientificista, la actitud honesta que parte de hacer en conciencia lo más científico que uno sabe y puede no garantiza que la actitud científica sea realmente científica, porque también uno se puede estar engañando a sí mismo inconscientemente o con «mala fe» (en el sentido sartriano). Esto ocurre cuando el científico tira para delante sin más miramientos, se atiene críticamente a la literatura estándar, se expone únicamente a datos y puntos de vista confirmados, le parece que todo converge con lo suyo o se deja llevar como si hubiese un único camino posible, según una suerte de visión de túnel, sin plantear nada que realmente trastoque sus preconcepciones. Las únicas discusiones que se permite no son otras que los típicos tics de que el tema es complejo y hay que seguir investigando.” (p. 113)

“La mala ciencia en estos varios sentidos estaría practicada por charlatanes de todo tipo, periodistas científicos escasamente informados, divulgadores de la ciencia con afán de llegar y epatar al público y científicos en busca de atajos para publicar a toda costa. La mala ciencia se presta a la vulgar divulgación, a la cultura de suplementos dominicales, a ojeadas rápidas en la red, así como a intereses corporativos y profesionales, estados de opinión y trending topics.
(…)
   Este mal uso de la ciencia (…) incluye el fenómeno conocido como «venta de enfermedades» (…), consistente en inventar y promover diagnósticos como estrategia para vender fármacos y en particular psicofármacos (…). Se han inventado y promovido diagnósticos psiquiátricos como el ya comentado estrés postraumático, la ansiedad social, el trastorno de pánico y el trastorno bipolar por señalar los que han hecho época, y se ha convertido la depresión en epidemia como estrategia de marketing farmacéutico. Todas estas invenciones y promociones se valen de la retórica de la ciencia y de la connivencia de numerosos científicos.” (pp. 172-173)
Antonio Piñero
JESÚS DE NAZARET
El hombre de las cien caras
(II)
Madrid, 2012, Edaf.



“Después de celebrar un consejo los príncipes de los sacerdotes y los escribas, Anás, Caifás, Semes, Dataés, Gamaliel, Judas, Leví, Neftalí, Alejandro, Jairo y los demás de entre los judíos, se dirigieron a Pilato acusando a Jesús de muchas maldades diciendo: «Sabemos que este es hijo de José el carpintero y que nació de María. […] Dice que es hijo de Dios y rey, también profana el sábado y pretende disolver la ley de nuestros padres». Pilato les dice: «¿Qué es lo que hace y lo que pretende disolver?».
   Los judíos le contestan: «Tenemos una ley que prohíbe curar en sábado. Pues este ha curado en sábado con malas artes a cojos, jorobados, inválidos, ciegos, paralíticos, sordos y endemoniados». Pilato les pregunta: «¿Con qué malas artes?». Le responden: «Es un encantador y arroja los demonios por virtud de Beelzebul, jefe de los demonios, todos los cuales le están sometidos». Pilato les dice: «Esto no es expulsar los demonios por virtud de un espíritu impuro, sino por la del dios Esculapio».
(…)
   Pero algunos judíos respondieron...: «¿Quieres este como rey y no al César?». Encolerizado, Pilato, dice a los judíos: «Vuestra raza es siempre pendenciera y oponéis a vuestros bienhechores». Dicen los judíos: «¿A qué bienhechores?». Replica Pilato: «Vuestro Dios os sacó de Egipto de una dura servidumbre, os salvó cuando ibais a través del mar como si fuerais por tierra seca, os alimentó en el desierto con maná, os proporcionó codornices, os dio de beber agua sacada de una roca y os dio una ley. A pesar de todo, irritasteis a vuestro Dios, os buscasteis un becerro fundido, exasperasteis a vuestro Dios, y él trató de exterminaros. Pero Moisés intercedió por vosotros, y no fuisteis castigados con la muerte. Y ahora me acusáis de que odio al emperador.»” (pp. 188-189; Actas de Pilato 9, 1-2)


Marino Pérez Álvarez
CIENCIA Y PSEUDOCIENCIA EN PSICOLOGÍA Y PSIQUIATRÍA (I)
Madrid, 2021, Alianza Editorial. 
 
 

“Con todo, la cuestión no es tener una filosofía, sino qué filosofía tener, porque la filosofía también está para pasar por el diván, si es que no por el quirófano. Filosofía no es cualquier cosa, sea por caso la filosofía espontánea de los científicos cuando declaran, por ejemplo, que todo es física y química. Sería, si acaso, una filosofía a nivel presocrático, como decir que todo es agua, fuego o así. Ocurre a menudo que, cuando un científico filosofa por su cuenta, se queda, sin saberlo, por detrás de Sócrates y de los dos mil quinientos años de filosofía. Es raro encontrar algo que algún filósofo no haya pensado antes, y que otro, además, rebatiera: todo está ya más pensado de lo que uno cree. La filosofía tampoco consiste en elucubraciones que a uno se le ocurran. Tales elucubraciones quizá no sean más que -en el mejor de los casos- versiones silvestres de pensamientos anteriores. No hay mejor manera de ser original, como dijo una vez Freud de sí mismo, que haber leído poco.” (p. 22)

“Lo que hizo Freud, en vez de buscar causas orgánicas, fue escuchar la historia que contaban sus pacientes. (…) La gran revolución de Freud es esta: pasar de la epistemología de la mirada a la epistemología de la escucha, o, lo que es lo mismo, de la biología a la biografía.  
   La recaída actual de la psiquiatría en la mirada biológica, según parece seducida por las neuroimágenes, hace que la escucha biográfica sea de nuevo revolucionaria.” (pp. 72-73)