Pío Baroja
LAS NOCHES DEL BUEN RETIRO (II)
Barcelona, 2006, Tusquets.
“Don Antolín Torrecilla era muy interesado y roñoso. Beltrán, anticlerical convencido, decía del cura, a pesar de ser su amigo y paisano:
—Éstos, ya se sabe, son de los que dicen:
Entre Dios y el dinero,
lo segundo es lo primero.
—¡Cállate tú, farolero! —le decía el cura—; que no sabes lo que te pescas.
—Farolero de la Villa —contestaba Beltrán—; en lo demás, menos farolero que tú.
—Calla, hombre, calla; si eres como una cotorra vieja.
—Éstos —decía Beltrán— no piensan más que en los cuartos. Cuando hablan de la muerte y de la salvación eterna están pensando en las perras. En mi pueblo estaban de vacaciones en la posada dos estudiantes de cura que iban a terminar la carrera. Uno de ellos le quiso asustar al otro, se subió al desván y comenzó a arrastrar unas cadenas encima del cuarto del compañero y a dar grandes ayes y lamentos.
De parte de Dios, alma en pena, ¿dime qué quieres? —preguntó el estudiante desde su cuarto con voz medrosa.
El de arriba contestó en tono fúnebre: ¡Que me digas veinte misas por la salud de mi alma!
El de abajo añadió con el mismo tono lastimero y castañeteándole los dientes: Bueno, muy bien. Échame cien pesetas.
—Todas ésas son bolas que inventa éste —replicaba don Antolín.” (pp. 75-76)